Introducción
De qué trata: Jeremías incluye tanto palabras de juicio de parte de Dios, como profecías de restauración (caps. 30—31). El extenso libro puede organizarse en tres secciones: la primera (caps. 1 al 25) corresponde a las profecías que alertan a Judá a arrepentirse de sus pecados e injusticias; la segunda (caps. 26 al 45) está centrada en episodios de la vida de Jeremías y los ataques que debió padecer durante su ministerio. Esta misma sección incluye palabras de esperanza para el pueblo. La tercera (caps. 46 al 51) está conformada por una serie de profecías contra las naciones vecinas. El libro concluye con la caída de Jerusalén, narrada en el capítulo 52.
Autor: La tradición lo atribuye a Baruc, el secretario de Jeremías (36.4,17-18), a quien el profeta le dictaba el mensaje. Algunos estudiosos sostienen la hipótesis de que a la base de escritos de Baruc se añadieron posteriormente otros mensajes que circulaban oralmente.
Fecha de escritura: Los escritos de Baruc, contemporáneos de los hechos, pertenecen al siglo VI a.C. (36.32); la edición final con los escritos posteriores puede datarse hacia el siglo V a.C.
Período que abarca: Jeremías comenzó su ministerio siendo muy joven (1.6) en el año 627 a.C., en tiempos del rey Josías, y se prolongó hasta 586 a.C., bajo el reinado de Sedequías. Le tocó vivir un tiempo de grandes cambios para el pueblo de Dios, pues padeció la conquista babilónica y fue testigo de la expatriación de muchos de los líderes de Judá. Él mismo, sin embargo, permaneció en Palestina con un pequeño remanente.
Ubicación dentro de la historia universal: Jeremías vivió un tiempo de transición, entre la caída del imperio Asirio y el ascenso del imperio neobabilónico. La decadencia asiria fue muy rápida: durante el siglo VII vivió su apogeo y su declive. Ese mismo siglo vio surgir a la poderosa Babilonia. En Judá reinaba Josías, quien intentó llevar adelante una política independiente y promover una renovación espiritual, planes que se vieron interrumpidos por su muerte en batalla contra Egipto. Los reyes que sucedieron a Josías llevaron a Judá a la desintegración y a la ulterior caída de Jerusalén a manos de Nabucodonosor en 586 a.C.