«La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.» (Apocalipsis 7.12)
Adorar a Dios es darle nuestro ser y decirle cuánto lo amamos. Reconocerlo como nuestro creador y agradecerle por todo lo que hizo, hace y hará en y por nosotros. Es un contacto íntimo del corazón en el que le dedicamos la vida y todo lo que somos, decimos y hacemos.
¡Hay muchas maneras de adorar a Dios!

Por ejemplo, a través de la música y las canciones podemos expresarle nuestros sentimientos en forma poética. Nuestro espíritu se regocijará al acompañar las melodías con palabras de gratitud, y puede ser un modo de acercarnos a Dios.
Cuando adoramos a Dios hacemos todo lo posible por agradarlo. Eso hace que además de una actividad específica que practica la iglesia cuando se reúne –mediante distintas manifestaciones del arte– todo lo que digamos y hagamos debe estar lleno de adoración.
Cada vez que las palabras que salen de nuestros labios bendicen a los demás, la actividad de nuestras manos ayuda a mejorar el mundo, y nuestra conducta está de acuerdo con lo que enseña la Biblia acerca de un seguidor de Jesús, ¡nuestra vida es una adoración continua para Dios!
Sumérgete: Los Salmos de la Biblia son canciones que nos recuerdan la necesidad de hablar con Dios y expresarle todo lo que es él para nosotros. Leamos algún salmo cada día durante nuestro tiempo de oración y utilicemos sus palabras en la adoración.
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