El apóstol Pablo, en 1 Tesalonicenses 5.18, dice: «Den gracias a Dios en todo —e inmediatamente explica por qué debemos hacerlo— porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús» (RVC – Reina Valera Contemporánea). Las palabras del apóstol son claras y no dejan ninguna duda: debemos agradecer en toda circunstancia.
Ahora bien. Una cosa es agradecer cuando tenemos un buen trabajo, nuestro matrimonio es sólido, a nuestros hijos les está yendo bien, nuestra carrera sigue adelante, y tenemos una buena salud. Pero otra cosa completamente distinta es dar gracias en circunstancias adversas. Cuando perdemos nuestro trabajo y sabemos que la situación laboral del país no es fácil. Cuando nuestra salud comienza a mostrar sus lados más débiles, cuando nuestros hijos tienen problemas en los que no les podemos ayudar, o cuando todos estamos preocupados por un virus que amenaza nuestra vida.
Últimamente, he estado meditando en este versículo dado que las circunstancias que rodean las vidas de muchas personas alrededor del mundo se han tornado difíciles, complicadas.
¿Cómo dar gracias cuando el barco parece hundirse? El buscar una respuesta a esta pregunta me llevó a pensar en la fe, más precisamente en mi fe. ¡Qué fácil es dar gracias a Dios cuando las cosas nos están yendo de maravillas! «¡Dios es bueno!» –repetimos vez tras vez. Pero, ¿será que Dios es bueno únicamente cuando las cosas nos van bien? ¡Por supuesto que no! Dios es siempre bueno. David decía, «aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno». ¿Por qué es que David no temerá mal alguno? ¿Porque el valle seguramente terminará en algún momento? ¿Porque confiaba en su fortaleza? ¿Porque antes salió airoso de situaciones similares? No, no y no. David continúa: «No temeré mal alguno… porque tú estarás conmigo». El fundamento de la fe de David era la compañía de Dios en toda circunstancia. David sabía que debería pasar por momentos muy difíciles, pero confiaba en Dios y descansaba en su amor y misericordia. Cuando miramos las cosas en retrospectiva, muchas veces es más fácil ver la mano de Dios cuidándonos en toda circunstancia. La Palabra de Dios es una gran ayuda en eso. En la Biblia podemos ver la mano de Dios actuando «detrás de la cortina» cuando Job estaba pasando por una gran prueba. Cuando el pueblo de Dios deambulaba por el desierto, vemos que siempre estuvo bajo el cuidado de Dios. Cuando Elías estaba en la cueva, asustado y escapando, Dios lo alimentó a través de cuervos. Cuando los discípulos estaban en la barca en medio de la tormenta, el Señor Jesús los protegió. Cuando Dios decidió destruir a Sodoma, buscó y protegió a Lot de todo daño. Cuando los tres jóvenes amigos en Babilonia decidieron honrar a Dios y no adorar la estatua del rey, Dios los protegió de un fuego abrasador. Y podría seguir recordando innumerables actos de Dios protegiendo a su pueblo. Lo mismo podemos contar a partir de la historia, donde vemos casos innegables de la protección de Dios para con sus hijos. Dios es siempre el mismo —hoy, ayer y por los siglos—, por lo tanto, si cuidó a aquellos hombres y mujeres en el relato bíblico y en la historia, también cuida y cuidará de mí. Por eso, aunque muchas veces ni nos enteremos, sabemos que él cuidará de nosotros, siempre.
Es en este espíritu que debemos agradecer en toda circunstancia. Sabemos que Dios está con nosotros y que con su mano nos sostiene, aun cuando parezca que batallamos solos contra las tormentas.
Sabemos que el amor de Dios no ha cambiado y que nos ama más allá de toda comprensión. Es en esa seguridad en la que podemos descansar seguros; y es en esa relación que siempre tendremos cosas por las cuales agradecer, a pesar de circunstancias adversas que buscan hundir nuestro barco.
El año pasado comenzamos un viaje que todavía seguimos recorriendo, y nos cuesta ver el final. Este año continuamos batallando contra un enemigo que ni siquiera podemos ver. Sin embargo, la Palabra nos insta a gradecer siempre, aun en circunstancias difíciles. ¿Por qué cosas podemos agradecer al Señor? Comparto aquí algunas razones:
- Dios está en su trono y reina. No importan las circunstancias, él tiene el dominio sobre todo.
- Jesús ha triunfado sobre la muerte y venció al pecado en la cruz.
- El cielo es real y espera a todos los que han descansado en Dios.
- Cuando somos débiles, él es fuerte.
- Nada puede separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús.
- Dios usa nuestro sufrimiento para hacernos más como Cristo.
- Nuestra salvación descansa eternamente en Dios.
- La gracia de Dios es suficiente en cada circunstancia.
- Dios nos dio el Espíritu, que vive en nosotros.
- Nada hay imposible para Dios.
- Dios nos dejó su Palabra.
- Jesús intercede por nosotros ante el Padre.
- En nuestros momentos más difíciles podemos estar seguros de que nuestras oraciones llegan al trono de la gracia.
- Dios completará la obra que ha comenzado en nosotros.
- Jesús nunca nos abandona.
- El Cuerpo de Cristo es una realidad palpable en nuestras vidas.
- Tenemos una salvación eterna.
- El ángel del Señor acampa en derredor de los que le temen y los defiende.
- El Señor es mi pastor.
- El Señor es mi perpetuo refugio.
Hay muchas otras razones por las que podemos dar gracias a Dios.
Busquemos nuestras propias razones y añadámoslas a la lista, para nuestro beneficio y para la gloria y honra de Dios.
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