«Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría.» (Salmos 90.12)

En la escuela y en la universidad es raro que nos enseñen a vivir. ¡No es su objetivo! Las instituciones educativas nos proveen contenidos y nos guían en el proceso de aprendizaje. Al final de la carrera no recibiremos un diploma que diga: «Fulano de Tal sabe cómo vivir» sino un título que acredite que cursamos y aprobamos las materias del programa.
Entonces, ¿dónde se aprende a vivir? La vida es tan compleja que esta pregunta no se puede responder de manera rápida y sencilla. ¡Aprender a vivir es una aventura de toda la vida!
En realidad, Dios quiere que aprendamos a pensar cómo vivir.
Nuestro Creador sabe que es muy fácil perderse en el pensamiento del montón: hablar como hablan todos, opinar como lo hacen los demás, comenzar un noviazgo a la manera de la mayoría, manejar la sexualidad como muchos acostumbran hacerlo, gastar el dinero y no ahorrar nada para el futuro. ¡Hay tantas maneras de vivir la vida!
Ahora que somos jóvenes debemos aprender a pensar, es decir: reflexionar qué cosas son buenas y cuáles no, qué amistades nos ayudarán y cuáles harán que vivamos en forma mediocre, qué clase de persona conviene elegir para iniciar la aventura del noviazgo, cómo vivir la sexualidad.
Mientras muchos viven sin pensar, Dios nos invita a meditar y tomar decisiones importantes. ¡Entonces nuestra mente se llenará de sabiduría!
Sumérgete: Cada vez que leemos la Biblia no busquemos solo llenar nuestra mente con datos e información. Busquemos los principios que harán de cada uno de nosotros una persona sabia, que aplica lo que lee a su propia vida.