«La arqueología es una búsqueda constante,
jamás una conclusión;
es un viaje de nunca acabar.
Todo es tentativo, nada es final».
Paul Bahn
Por Edesio Sánchez Cetina
Introducción
¿Qué es arqueología, sus objetivos, aportes y limitaciones?
En este artículo, nos interesa estudiar la arqueología como parte de los estudios bíblicos; es decir, como una ciencia auxiliar —entre otras— para el estudio de la Biblia, su contexto y su mensaje. Una definición general, como punto de arranque, nos dice que la arqueología tiene como propósito descubrir, excavar, recolectar, registrar y estudiar los restos o residuos materiales que dejaron pueblos y culturas del pasado: construcciones en general, utensilios, recipientes, escritos, residuos de comidas, de animales, plantas y de seres humanos.
Circunscrita a los estudios bíblicos y en su primera época, la arqueología tuvo como objetivo, en primer lugar, recolectar «reliquias» (realia) para los grandes museos y adinerados coleccionistas; en segundo lugar, «demostrar que los datos bíblicos son verídicos». Es decir, al arqueólogo le interesaba excavar un montículo o tell (árabe; en hebreo: tel) con el propósito de confirmar que tal o cual aseveración histórica o factual de la Biblia era veraz. En otras palabras, la arqueología era «sierva» de la teología o postura doctrinal cuya intención era «salvaguardar» la verdad o veracidad de la Biblia. Tal como señala Thomas W. Davis (2004: viii), para esos arqueólogos, comúnmente norteamericanos y pertenecientes al movimiento llamado «teología bíblica», «la fe bíblica, tanto cristiana como judía, depende de la realidad histórica de los eventos que mostraban la mano de Dios. Si los eventos que la Biblia interpreta como intervención divina no tienen base en la realidad —y la arqueología, según ellos, proveía de innumerables ejemplos para apoyarla—, entonces no existe base para creer en el testimonio bíblico». Para una crítica y evaluación de este acercamiento arqueológico, véase Carolina Aznar Sánchez (2004: 15-105).
A este tipo de tarea arqueológica le interesaba más que nada descubrir artefactos y restos de edificaciones que demostraran la veracidad del dato bíblico. El éxito más grande consistiría en «descubrir los muros de Jericó derribados» o «restos del arca de Noé», «la casa de Pedro», «la cruz de Jesús», «el osario de Santiago, hermano de Jesús», «el nombre de Israel esculpido en una estela de tal o cual faraón», «manifestación de destrucciones masivas por fuego y guerra de ciudades citadas en el libro de Josué», etcétera.
Pues bien, la arqueología bíblica entendida de esa manera ha sido puesta en el «banquillo de los acusados», y encontrada «culpable». A partir de la década de los 60’s del siglo pasado, surge una nueva actividad arqueológica llamada ya no «arqueología bíblica», sino «arqueología siro-palestina» o «arqueología del mundo bíblico». El propósito no es la «comprobación», sino el «arrojar luz», iluminar el contexto de vida del pueblo o individuo que habitó tal o cual lugar y tiempo del denominado «mundo de la Biblia». Se habla más bien de «etnoarqueología». Ya no es el objeto o artefacto lo que interesa, sino de qué manera nos ayudan los descubrimientos y estudios arqueológicos para conocer mejor cómo vivió el campesino del siglo XII a.C. en la región montañosa de Palestina vis a vis el estilo de vida de quien vivió en una ciudad-estado. ¿Qué papel ocupó la mujer en la época del establecimiento de Israel en tierras cananeas? Este nuevo acercamiento echa mano de las ciencias sociales y de la antropología cultural.
La arqueología sigue siendo «ciencia auxiliar», pero su objetivo no es el de comprobar, sino ayudar a una mejor comprensión del texto bíblico, su mensaje y sus contextos históricos, sociales y culturales.
Esta «nueva arqueología» ha desenmascarado la parcialidad con la que los arqueólogos bíblicos orientaron su trabajo y sus conclusiones. Carol Meyers (1997: 6) la llama «arqueología elitista». Los arqueólogos concentraron sus investigaciones en los centros urbanos donde vivió la élite. Por eso, sus trabajos revelan las grandes construcciones (palacios, templos, muros, fortalezas) y los objetos o reliquias de las clases dominantes (joyas, estatuas, armamentos, vasijas y ornamentos lujosos, etc.). Esa arqueología se concentró en el 10 % de la población que se apropió de más del 80 % de la tierra y de los bienes, pero ignoró al 90 % de la población israelita que por lo general fue campesina y vivió no en las ciudades protegidas sino en las minúsculas aldeas de la zona montañosa.
A partir de los estudios de la «nueva arqueología» unidos a las ciencias sociales y antropológicas, podemos ahora entender mejor la dinámica de la ocupación israelita o hebrea de la Tierra prometida cuando en Palestina las ciudades-estado dominaban la política, la economía y la religión, y se encontraban de manera especial en la «llanura costera». Podemos entender, también, por qué la mayoría de la población israelita se estableció en la región montañosa central y por qué fueron más bien campesinos y moraron en pequeñas aldeas desprotegidas.
Ahora podemos conocer no solo cómo se estructuraban los centros urbanos, qué contenían y quiénes vivían en ellos, sino también a toda esa población que vivió fuera de ellos. Nos enteramos de la vida en la Palestina rural y de la dinámica que se daba entre las ciudades y las aldeas. Cuando hablamos de la familia, del papel de la mujer en la sociedad y en la religión, del lugar que ocupó el niño, de las profesiones marginales como la prostitución, la carnicería, el curtido y teñido de pieles, etc., ahora podemos —con la ayuda de la sociología y la antropología social— entender las interrelaciones de las clases sociales y el rol del individuo perteneciente a cada uno de los estratos sociales.
El acceso a la Biblia y a su mundo se ha ampliado enormemente, y esas «puertas abiertas» nos permiten ahora ver al testimonio bíblico y su contexto desde una «multitud de lentes». Lo que sigue es una mirada global a la arqueología del mundo del Antiguo Testamento que recoge los aportes tanto de la arqueología clásica (previa a la década de los 60’s del siglo pasado) y de la denominada «nueva arqueología».
Logros y aportes de la arqueología clásica
Los grandes nombres y épocas
Antes de la Primera Guerra Mundial, la arqueología de las tierras bíblicas era practicada, por lo general, por investigadores europeos, sobre todo de Inglaterra. De esa época, los principales nombres son:
1. Henry Layard
(1817-1894), inglés, y Hormuzd Rassam (1826-1910), cristiano de origen caldeo y amigo de Layard, trabajaron sobre todo en el montículo perteneciente a la antigua Nínive, capital del imperio asirio. Como resultado de esas excavaciones, se descubrieron el palacio de Asurbanipal, el de Salmanasar II y del Tiglat-Piléser. Tiempo después se descubrió el palacio de Senaquerib. Además de esas edificaciones, se descubrieron varios cilindros y prismas con escritura cuneiforme que ofrecen información importante de los anales de Asurbanipal y las campañas guerreras de Senaquerib. Allí se encontraron, también, las famosas tablillas de la biblioteca de Asurbanipal. Esas tablillas, como era de esperarse, fueron a parar, en su mayor parte, al Museo Británico. El dato más sobresaliente de este descubrimiento y los estudios posteriores de las tablillas, es que George Smith, investigador de aquel museo, dio a conocer al mundo un relato del diluvio que contenía importantes paralelos con el relato bíblico. Este y otros descubrimientos y desciframientos similares despertaron el interés por la arqueología en el mundo bíblico, conocido como el antiguo Cercano Oriente.
2. Edward Robinson
(1794-1863), estadounidense, fue el que revolucionó la arqueología y el conocimiento de la topografía palestina. A él se debe, sobre todo, la identificación de docenas de lugares bíblicos nunca antes ubicados. De acuerdo con Thomas W. Davis (2004: 4), «todo estudio de campo realizado en Palestina debe empezar con Robinson, porque toda investigación arqueológica subsiguiente le debe mucho a él».
3. Sir Flinders Petrie
(1853-1942) es reconocido como el «padre de la arqueología palestina». A él se deben las técnicas de campo arqueológicas más importantes: la estratigrafía (diferentes niveles de un montículo) y la tipología cerámica. Fue él quien señaló que los objetos encontrados —de manera especial la cerámica— en un estrado podían asociarse a un período concreto de ocupación. Trabajó sobre todo en el montículo correspondiente a la antigua ciudad de Laquis. Con este arqueólogo se estrenó la «edad de oro» de la arqueología palestinense, la cual se extendió hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. A ese período pertenecen las excavaciones en Guezer (1902-1909), Jericó (1907-1909) y Meguido (comenzó en 1903). En esa época, se formaron varias importantes sociedades nacionales de arqueología: la Palestine Exploration Fund de Inglaterra (1865), la American Palestine Society (1870), la Deutscher Palestina-Verein (1878) y la École Biblique francesa (1890).
4. George Andrew Reisner
(1867-1942, de los Estados Unidos) ocupa un lugar importante en la práctica de la arqueología, por haber sido uno de los pioneros en el desarrollo de esta ciencia. Reisner fue el primero en «descubrir» el tell o montículo como producto de la actividad humana y no simplemente como «productor» simple y llanamente de artefactos y monumentos arquitectónicos. El arqueólogo, decía Reisner, no era un simple buscador de «reliquias» y edificios, sino un estudioso y analista de la actividad humana cuyo producto era el montículo bajo estudio. Para Reisner lo más importante en el tell o montículo no eran tanto los residuos arquitectónicos, sino lo que no tenía nada que ver con esas construcciones: residuos geológicos, residuos de materiales de construcción, residuos producto del deterioro y la putrefacción, sedimentos y todo tipo de desechos y basura. Ese residuo no arquitectónico compone por lo general el 90 % de un montículo y forma la base del estudio sistemático de cada estrato del tell.
5. Clarence Stanley Fisher
(1876-1941, de Estados Unidos), un insigne arquitecto, es el creador del método estratigráfico: «planeación cuidadosa y sistemática; estudio topográfico del terreno y nivelación; excavación de áreas más que zanjeo; dibujo completo y exacto de toda la cerámica encontrada sobre papel milimétrico; registro sistemático en tarjetas de fichero y en un libro de registro para asegurar que todo objeto y dato se colocara en el orden en que aparecía durante la investigación». Para evitar la fragmentación de los estratos o niveles, Fisher excavaba nivel por nivel. Dividía el nivel o estrato investigado por «cuadrículas» cuidadosamente etiquetadas, y solo se excavaba una cuadrícula a la vez. Fisher enriqueció su trabajo sistemático con la metodología de Reisner. Los trabajos arqueológicos subsiguientes a menudo seguían el método llamado: «método Reisner-Fisher».
Al período clásico o «interbélico» pertenecen los siguientes arqueólogos:
6. Kathleen Kenyon
(1906-1978, del Reino Unido) pertenece al período comprendido entre 1918-1940, conocido como «interbélico» o «época de oro de la arqueología bíblica». En esta época las principales excavaciones fueron auspiciadas por las sociedades nacionales. Esta arqueóloga concentró su trabajo en Jericó. A ella se debe un nuevo avance en la ciencia de la excavación, pues aplicó el análisis estratigráfico sistemático siguiendo el método de las zanjas que antes había ideado Sir Mortimer Wheeler. Este método consiste en hacer la excavación por medio de zanjas o cuadrículas, para asegurar el registro y observación del tipo de suelo (color, textura, composición), y los objetos y residuos encontrados en cada estrato.
7. William Foxwell Albright
(1891-1971, de Estados Unidos) fue realmente el genio de este período. Se lo considera el «decano de los arqueólogos norteamericanos». Con él se llegó al dominio del análisis y de la tipología cerámica, y de la comprensión estratigráfica de los yacimientos —Albright siempre dijo que en trabajo arqueológico seguía las técnicas aplicadas por el método Reisner-Risher. Respecto de ese método, Albright escribió (1959:49):
El arqueólogo sistemático se ve forzado a emplear dos principios divergentes, casi a cada paso de su labor: estratigrafía, o sea el estudio de la relación de los objetos con las capas o depósitos en que se encuentran y las relaciones de estos depósitos unos con otros; tipología, o sea la clasificación de objetos según tipos, de acuerdo con métodos taxonómicos y la comparación mutua entre los objetos que pertenecen a un mismo tipo, con el fin de establecer relaciones cronológicas, geográficas y técnicas… En un primer estadio de la investigación arqueológica en un país determinado, el estratígrafo lleva la ventaja. En un estadio más avanzado, el tipólogo se verá cada vez más ocupado, y puede ser que el tipólogo perito llegue a adquirir preeminencia sobre el estratígrafo mecánico, excepto cuando se trate de depósitos vírgenes.
Al trabajo de Albright se debe el establecimiento del marco cronológico de las edades Bronce y Hierro del mundo bíblico. Además de sus aportes en la arqueología, Albright fue también en gran filólogo y lingüista. Innumerables escritos, propios y ajenos, manifiestan su gran contribución en la traducción de inscripciones y documentos antiguos de diferentes idiomas del entorno bíblico (por ejemplo, las cartas de Amarna, las cartas de Laquis, el calendario de Guezer), la traducción de varios títulos y nombres de Dios y de otras deidades, etc.). Su influencia, en estos y otros campos, nos llega hasta el día de hoy a través de sus alumnos sobresalientes como George Ernest Wright (arqueología bíblica, teología bíblica), John Bright (historia de Israel), George Mendenhall (formas de alianza y nueva teoría de la ocupación de Canaán) y Frank M. Cross (inscripciones y documentos de Qumrán), entre otros. En el mundo de la arqueología, Wright, más que ningún otro, fue quien recibió «la doble porción del espíritu» de Albright. A ambos les tocó ser figuras estelares de la «edad de oro» del movimiento conocido como «arqueología bíblica», entre las dos guerras mundiales. Albright, a pesar de haber sido una de las figuras estelares de la arqueología sirio-palestina, prefirió darse a conocer como «orientalista». De los muchos libros y artículos que escribió, sus dos obras más conocidas y estudiadas son: Arqueología de Palestina y De la edad de piedra al cristianismo.
8. George Ernest Wright
(1909-1974, de Estados Unidos), ha sido, junto con su maestro, William F. Albright, figura estelar de la arqueología bíblica; de hecho es considerado su «arquitecto». Además de su liderazgo en esta rama, Wright es también considerado el «padre» del movimiento llamado «teología bíblica». Su obra, El Dios que actúa: teología bíblica como narración, es la obra fundamental de ese movimiento. La arqueología, según Wright, era considerada el andamiaje que sostenía la teología bíblica. G. Ernest Wright fue por más de una década el presidente de la American School of Oriental Research (ASOR), bajo cuyo auspicio se han llevado a cabo una gran cantidad de expediciones arqueológicas por toda Siria y Palestina. Las excavaciones en Siquem son el mejor ejemplo del grado de sofisticación científica que alcanzó este gran arqueólogo. La aplicación metodológica aplicada en esas excavaciones ha sido catalogada como «una conversación entre la estratigrafía y el análisis de la cerámica». A él le cupo el honor de ser pionero de una era y de servir de «puente» hacia otra, la de la nueva arqueología. Al final de su carrera, Wright insistió en la necesidad de hacer de la arqueología dedicada al estudio del mundo bíblico una realidad interdisciplinaria.
Hoy por hoy, un importante número de arqueólogos, dedicados al estudio del mundo bíblico, fueron discípulos de Wright. Ellos han continuado con la herencia del maestro, y a la vez marcado un nuevo derrotero para la investigación arqueológica siro-palestina. Tal como ya insistía Wright en la etapa final de su carrera, la característica más importante de la nueva arqueología es la multidisciplinaridad: arqueozoología, arqueobotánica, arqueoetnología, geología, antropología, sociología, epigrafía, arquitectura, etc.
A esta nueva arqueología se la conoce como «arqueología procesual», es decir, un trabajo investigativo que no se concentra en un hecho o evento concreto (caída de los muros de Jericó, los establos del rey Salomón), sino en el proceso seguido en un asentamiento humano, el tipo de sociedad y cultura que allí se consolidó, etc.
Métodos de excavación
En párrafos anteriores se ha hablado de la estratigrafía como método para el estudio sistemático de los tells o montículos. La presencia de estos montículos en la región siro-palestina ha sido el principal y más apreciado punto de partida de la labor arqueológica en el mundo bíblico. Esos montículos son formaciones artificiales creadas por asentamientos humanos a través de largos períodos históricos. Su forma es peculiar: una elevación en forma de colina truncada. Véase la siguiente ilustración:
La altura y extensión varían de acuerdo con la cantidad de estratos o capas de asentamientos que existan, y del tamaño de esos asentamientos. Por ejemplo el montículo que corresponde a la ciudad de Meguido tiene 20 capas o estratos, y es conocido como «Tel Meguido» o «Tell el-Muteselim» (del árabe: «el montículo del gobernador»). Tiene de altura unos treinta metros y de superficie unos 300 x 230 m. Como no existen dos montículos exactamente iguales, cada uno debe estudiarse considerando sus características peculiares. Cada estrato se asocia con restos relacionados con un asentamiento humano ubicado en un período histórico definido. Sin embargo, el arqueólogo siempre debe estar consciente de alteraciones producidas por circunstancias ajenas al asentamiento humano respectivo: animales que construyen madrigueras y provocan que varios materiales de ocupaciones más tardías se mezclen con materiales de épocas anteriores, o viceversa. La construcción de pozos, cisternas, zanjas y otras excavaciones hechas por asentamientos tardíos se introducen en niveles de épocas anteriores y las invaden, haciéndose que se mezclen materiales de diferentes épocas. La erosión causada por el viento o por el agua también produce mezclas y cambios que se necesitan considerar al estudiar un montículo.
Por supuesto, el tell no es la única fuente de información arqueológica. Algunos de los más importantes descubrimientos se han hecho como resultado de la pura casualidad. Ese es el caso de los famosos «rollos del Qumrán». Dos jóvenes beduinos dan con los rollos por buscar una cabra extraviada. En un buen número de circunstancias, las excavaciones en Israel son de carácter urgente. Surge la imperiosa necesidad de hacer el trabajo debido a que las excavaciones para una nueva carretera o la construcción de nuevos edificios obligan una pronta «misión arqueológica». Los arqueólogos necesitan realizar el trabajo en forma veloz para evitar la destrucción permanente de un rico yacimiento con valor arqueológico.
Preparación de la excavación de un tell
Antes del trabajo de excavación, propiamente hablando, la futura expedición arqueológica se prepara de la siguiente manera. Sobre los siguientes puntos véase principalmente Andre Parrot (1977: 65-99), William F. Albright (1962: 5-21) y John Laughlin (2001: 25-41):
Daremos por sentado que ya se ha ubicado el montículo que será excavado, y que se tienen los fondos y permisos correspondientes para la realización del trabajo. Este paso, como señala Albright (1962: 7-10), es engorroso y humillante, pero imprescindible. Salvado esos primeros escollos, el trabajo propiamente requiere de los siguientes pasos antes de su inicio: (1) La formación del equipo o los miembros de la misión arqueológica; no importa cuál será el número total de los trabajadores, el equipo director debe contar, por lo menos, de un jefe de misión, un arqueólogo asistente, varios arquitectos-dibujantes; un fotógrafo, un epigrafista, un jefe de yacimiento y un inspector —este último es nombrado por el gobierno en cuyo territorio se realiza la excavación. (2) El siguiente paso consiste en conseguir las herramientas básicas para la realización de la misión: un teodolito o taquímetro, brújula, mira, cinta métrica, nivel, alidada o regla de carpintero, plancheta, cámara fotográfica, trípode, material de dibujo de primera calidad. Además de este equipo para el trabajo científico, también son imprescindibles: el pico, la pala y la canasta; también, un tamiz, una polea, brochas, escarba dientes, pinzas, barrenas, mazas y hasta bombas para extraer agua. Esto, sin contar con los equipos indispensables para uso del personal.
Trabajo de campo y métodos de excavación de un tell
Como es de esperarse, los métodos de excavación han variado desde que apareció la arqueología como ciencia de investigación hasta nuestros días. Los primeros intentos, por la falta de experiencia y desarrollo de métodos realmente científicos, causaron grandes destrucciones y pérdida de información para el conocimiento de pueblos y culturas antiguas. Al principio, debido a que la intención era la recolección de «piezas de museo» lo que se hacía era propiamente un saqueo. No se conocían las características de los montículos, y por lo tanto se hizo caso omiso de los varios niveles de formación y de la manera más apropiada para su excavación. Una buena cantidad de veces la excavación se hizo de manera horizontal, con la consecuente destrucción de niveles completos sin considerar su aporte particular de cada nivel.
No fue sino hasta la aparición del método conocido como «estratigrafía», diseñado en primera instancia por Clarence Stanley Fisher (véase el párrafo «5» de la sección «Los grandes nombres y épocas»), que ya se entra propiamente a una aplicación científica del método arqueológico. A la estratigrafía se agregó, más tarde, el método de las zanjas, ideado por Sir Mortimer Wheeler y sistematizado en Israel por la arqueóloga inglesa Cathlen Kenyon (véase el párrafo «6» de la sección «grandes nombres…»). Este método consiste en hacer la excavación por medio de zanjas o cuadrículas, para asegurar el registro y observación del tipo de suelo (color, textura, composición), y los objetos y residuos encontrados en cada estrato.
Tal como señala Albright (véase el párrafo «7» de la sección indicada previamente), a la estratigrafía hay que añadirle el método de la «tipología», es decir, la clasificación de objetos según tipos, de acuerdo con métodos taxonómicos y la comparación mutua entre los objetos que pertenecen a un mismo tipo, con el fin de establecer relaciones cronológicas, geográficas y técnicas. Este método, tal como demostraron el mismo Albright y su estudiante Wright, es el más aceptado para la datación de los «períodos arqueológicos» (véase más adelante). A respecto, George Wright dice (2002: 121):
[La tipología]… es sencillamente la clasificación de los varios tipos de objetos descubiertos y el estudio de su historia. Una joya, una punta de flecha, una lámpara o una jarra pueden pertenecer a un determinado tipo o clase, y es necesario recoger de las demás excavaciones cuantos datos sea posible sobre la historia de este tipo o sobre cómo su estilo varió y evolucionó durante su historia. En posesión de este conocimiento, el excavador puede observar las clases de objetos que se encuentran en un estrato dado y datar el conjunto, dado que sus formas peculiares aparecen solamente dentro de un determinado período.
El trabajo de cada día queda registrado tanto en la bitácora de los encargados de cada sección o tarea como en las fotografías e ilustraciones. Estos registros son imprescindibles no solo para la futura publicación, sino también para futuros estudios e investigaciones del lugar.
Tal como se ha señalado varias veces en el transcurso de este ensayo, la aplicación de métodos, como los antes descritos, no tienen otro objeto que ayudar al arqueólogo a ofrecer a los estudiosos de la Biblia de información necesaria para una mejor interpretación y comprensión del mensaje bíblico. El descubrimiento de reliquias, edificaciones, ciudades y aldeas enteras lleva, a fin de cuentas, a conocer mejor a la gente que las usó, que se benefició de ellas y vivió en ellas. Los métodos antes expuestos, y cualquier otro que se haya practicado o se practique, se quedan cortos sino se practica un acercamiento multidisciplinario. Los biólogos prestan atención a los residuos botánicos y zoológicos para notar cambios en el ecosistema; etnólogos toman nota del material cultural y social de tal modo que se aprendan más de los pueblos e individuos, y de las interacciones humanas, más que de edificios, objetos y reliquias.
Como parte de la metodología de investigación, la moderna práctica arqueológica no permite la excavación de todo un montículo o sitio. Además de las razones financieras, de personal y de tiempo, se da por un hecho que las futuras generaciones de arqueólogos tendrán mejores técnicas y herramientas para un estudio más científico del lugar. Esta decisión es ya en sí un argumento más para afirmar que no hay investigación arqueológica que pueda dar una palabra final sobre un sitio o proyecto.
Las dos secciones siguientes se presentan como ejemplo del trabajo de la arqueología clásica y de la nueva arqueología.
*****Busque la segunda parte de este artículo aquí: «Arqueología de la época del Antiguo Testamento – Parte 2 »