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Arqueología del Nuevo Testamento – Parte 1

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La ciencia arqueológica y el Nuevo Testamento

La arqueología científica comienza a desarrollarse a partir del siglo XIX. Las investigaciones sobre los remanentes de civilizaciones anteriores pronto atrajeron también a los investigadores bíblicos, y ya en 1838 comienzan las primeras excavaciones en el territorio en que ocurrieron los eventos históricos narrados en la Biblia. Estas búsquedas han sido particularmente interesantes para la historia del AT y su interpretación. De hecho, la arqueología bíblica se centró en los restos del antiguo Israel, y los textos sobre la arqueología del AT son mucho más numerosos y extensos que la arqueología relacionada con el NT. Los hallazgos arqueológicos fueron interpretados de distintas maneras según las tendencias teológicas.

Por Néstor O. Míguez

No pocas polémicas se han suscitado en torno al uso de la arqueología en la interpretación de los textos de la Biblia Hebrea y el sentido de sus hallazgos. Al darse un desarrollo paralelo con la aparición de los así llamados «métodos histórico-críticos» en la exégesis bíblica, las divisiones se hicieron muy fuertes y la forma de tratar la arqueología bíblica tomó rumbos bastantes diversos.

En el caso del NT la situación es distinta. Al haber transcurrido los hechos de los cuales nos hablan las Escrituras cristianas en un período de tiempo relativamente corto (unos 100 años, cuando mucho), que además fue estable en los hechos históricos (todo ocurre bajo el dominio del Imperio romano), la discusión sobre eventos y tiempo es mucho más limitada, y los aportes que puede dar la arqueología en este sentido, mucho menos determinantes. Por ello, la contribución de la ciencia arqueológica en el estudio e interpretación del NT tiene que buscarse por caminos distintos a los que se dan para el AT.

Arqueología del Nuevo Testamento – Parte I

La vida de Jesús pasó relativamente desapercibida para la gente de su tiempo, con la excepción de sus seguidores. Apenas si hay menciones en los documentos extrabíblicos de la época, y ellas son ocasionales y dudosas. Un campesino criado en una aldea marginal de Galilea, que se muestra como un predicador itinerante durante un período máximo de tres años y muere crucificado en las afueras de una capital provincial no deja restos arqueológicos significativos. La búsqueda de rastros materiales de la vida histórica de Jesús de Nazaret ha estado más dominada por los coleccionistas de reliquias que por investigadores arqueológicos. Los sitios identificados en las peregrinaciones a «Tierra Santa», como los lugares donde Jesús nació, se crió, actuó, predicó, o fue crucificado y sepultado, o los sitios de las apariciones del Resucitado son producto de tradiciones o especulaciones, y por cierto no hay certeza alguna de ello. Tanto es así que para muchos casos se propone más de un sitio (hay más de un lugar probable de su bautismo, más de un monte Calvario, más de una propuesta tumba de Jesús). Desde el relato bíblico podemos saber que estas cosas ocurrieron, y los lugares geográficos que le sirvieron de escenario (Belén, Nazaret, Capernaún, Galilea, Jerusalén), pero más precisiones que estas no resultan factibles. El tipo de acciones que Jesús realizó, sus enseñanzas, curaciones, entrevistas, discusiones no son el tipo de cosas que dejan restos arqueológicos perdurables.

Tampoco contribuye la marginalidad de los primeros seguidores de Jesús. La iglesia primitiva, especialmente durante el siglo I, fue un movimiento socialmente minoritario, conformado mayormente por gente pobre, que no dejó monumentos, que no pudo apropiarse de espacios físicos o crear su propia toponimia (darle nombre identificable a los lugares), como lo hicieron otros movimientos. En el AT se ponen nombres propios a ciertos lugares (p. ej., Bet-el, Samaria, etc.) y la arqueología busca identificar el lugar o rastrear el paso de Israel por estos lugares. Esto está fuera de toda posibilidad para el NT. Solo más tardíamente aparecerán estos rastros, pero ya serán datos para la historia de la Iglesia más que para el estudio neotestamentario.

Por lo tanto, la contribución de la arqueología al estudio del NT ha debido recorrer otros caminos. Uno ha sido la provisión de los textos neotestamentarios. Otro, la reconstrucción del ambiente social, económico, cultural que acompaña la formación de las primeras comunidades cristianas. En muchos casos, esto depende de textos e informes de la época, pero la ciencia arqueológica ha contribuido a cualificar los textos, ubicarlos en fecha y lugar, a crear un adecuado marco interpretativo, así como también a mostrar dimensiones de la vida cotidiana que no aparecen en los escritos. Estas dos contribuciones son las que examinaremos a continuación.

Contribuciones a la reconstrucción del texto del Nuevo Testamento

Una de las consecuencias de la precariedad económica, social y político-legal de las condiciones en que surgió el cristianismo es que no se conservan originales de ninguno de los escritos que conforman hoy su Escritura Sagrada. Lo que tenemos son copias de copias de copias, las más tempranas (con una sola excepción) se remontan a finales del siglo II, o sea más de 100 años, cuando menos, de los escritos primarios. Muchos de estos restos son fragmentos y obras incompletas. Copias de versiones más o menos completas de los escritos neotestamentarios solo aparecen a partir del siglo IV.

Arqueologia del NT I

Las consecuencias de esto es que no tenemos un único «texto del NT», dado que los copistas fueron introduciendo errores, o formas diferentes, que luego pasaron a los documentos siguientes, hasta darnos una cantidad impresionante de variantes (más de 250 000). Si bien la mayoría de ellas son de detalles menores, que no afectan al núcleo del mensaje de la fe, otras sí pueden tener cierta importancia a la hora de interpretar algunos pasajes. Por ello, la búsqueda y clasificación de los textos más antiguos ha tomado una gran importancia. Esto es necesario para poder reconstruir un texto neotestamentario lo más cercano posible a los originales, a la forma como los autores bíblicos compusieron sus textos.

Algunos escritos han aparecido en las excavaciones y búsquedas arqueológicas en terreno, pero curiosamente muchos otros han aparecido en investigaciones desarrolladas en museos, bibliotecas y otras colecciones ya existentes, en monasterios, iglesias, etc. Pergaminos, papiros y códices envejecidos fueron conservados como reliquias en apartados monasterios antiguos (aunque sin estudiarlos en su contenido), o arrumbados en bibliotecas o dejados como material «fuera de circulación» o poco atractivo para la exposición pública en los museos. Pero cuando fueron revisados con mayor detenimiento por ojos expertos y con criterio científico resultaron ser valiosos documentos neotestamentarios de gran antigüedad. La crítica textual, que busca reconstruir el texto neotestamentario, se ha valido de estos materiales y los ha clasificado según diferentes criterios.

Un caso típico de esto es uno de los textos más importantes del NT, el llamado Codex Vaticanus. Se sabe que se encuentra en la Biblioteca del Vaticano desde el año 1475, por lo menos. Pero solo en 1809 Johann Leonard Hug se fijó en la antigüedad e importancia de este texto, y así comenzó el estudio detallado del mismo. Ha venido a ser uno de los más antiguos y valiosos manuscritos del NT, si bien le faltan algunas páginas: la totalidad de las epístolas pastorales, Filemón, el Apocalipsis y parte de la Epístola a los Hebreos. No sabemos si estas formaron parte alguna vez del texto, que data del Siglo IV, y se perdieron, o porque no fueron incluidas en su edición.

Algo similar ocurrió con otro de los textos antiguos de mayor importancia, también del siglo IV. El Codex Sinaiticus fue descubierto por el estudioso Constantin von Tischendorf en sus visitas entre 1849 y 1859 al monasterio de Santa Catalina en el monte Sinaí (de ahí el nombre que lo identifica). Comprado originalmente por el Zar de Rusia, luego pasó al Museo Británico. Presenta signos evidentes de retoques posteriores, probablemente del siglo IX, pero en cambio nos muestra un texto más completo, que incluye el Apocalipsis. Estas cosas son importantes, tanto para la historia del texto como para la historia del canon.

En otros casos, especialmente los papiros, los escritos han surgido de trabajos arqueológicos. Estos textos, despreciados al principio, han resultado muy importantes. El más antiguo, el llamado papiro P52 data aproximadamente del año 125, y contiene unos pocos versículos del capítulo 18 del Evangelio de Juan. Si bien desde el punto de vista del texto no es determinante, sí demuestra que ya había un texto más o menos fijo circulando en las comunidades cristianas en fecha tan temprana. Pero es una excepción. Los siguientes textos son de fines del siglo II:

(1) Algunos de los llamados Papyri Bodmer, por el investigador que los coleccionó. Los más antiguos de ellos contienen los textos de los Evangelios de Lucas y de Juan (incompletos), y de las Epístolas de Judas y 2 Pedro.

(2) También son importantes los papiros de la colección Chester Beatty, que contienen textos de los cuatro evangelios canónicos y el Libro de los Hechos, las cartas de Pablo (aunque faltan 2 Ts, Flm y las Pastorales) y el Apocalipsis incompleto. Si bien los textos presentan lagunas y dificultades para su lectura, han contribuido notablemente a establecer el texto del Nuevo Testamento e ilustrarnos sobre la formación del canon neotestamentario. Para un estudio detallado de estos textos remitimos a la bibliografía, especialmente al libro de K. Aland y B. Aland.

Las modernas técnicas de investigación fotográfica, desarrolladas en algunos casos para la investigación astronómica (cromatografía, fotografía infrarroja o ultravioleta, etc.) también han influido en el estudio de los textos, por la posibilidad de recuperar escritos anteriores. Los mismos papiros y códices de pergamino ya mencionados, sometidos a estas técnicas, pueden mostrar los textos originales que existían previos a los retoques y correcciones de las que fueron objeto. Estas técnicas, aplicadas en los palimpsestos, han resultado muy productivas. Los palimpsestos son pergaminos que contenían textos antiguos, que, por la escasez de material, algunos siglos después fueron borrados (raídos con abrasivos) para sobrescribirlos. Así, hay textos bíblicos, en algunos casos libros enteros, que como no se usaban fueron sobrescritos con biografías de los fundadores de un convento, u otras cosas que hacían al interés del momento. Estas técnicas han permitido leer, al menos parcialmente, los rastros de los textos primitivos sin borrar el segundo. Así se han recuperado antiguas versiones de algunos escritos bíblicos, especialmente traducciones al siríaco y copto. Todo este material se usa en la continua revisión de las versiones bíblicas y su traducción.

Textos fuera del Nuevo Testamento

A veces, los hallazgos de material arqueológico surgen por hechos puramente casuales, como ocurrió con los manuscritos de Qumrán, hallados por un pastor de cabras cuando pastoreaba su ganado cerca de unas cuevas en las inmediaciones del Mar Muerto. Los papiros de Nag Hammadi también se hallaron en unas cuevas, en Egipto, en las cuales buscó refugio un beduino que quería escapar de una venganza por cuestiones familiares. Los primeros, los célebres «Rollos del Mar Muerto» no aportan específicamente nada sobre el NT (a pesar de que algunos han querido encontrar textos vinculados). Su importancia para el NT radica en que nos ilustran sobre ciertas tendencias y creencias de algunos sectores del pueblo judío en la época del surgimiento de la fe cristiana, lo cual nos permite descubrir diferencias y similitudes de esa comunidad, probablemente esenia, con el movimiento de Jesús.

Entre los escritos de Nag Hammadi no se ha encontrado nada anterior al siglo II, aún así son textos importantes para la historia de la Iglesia, especialmente para conocer el desarrollo de las tendencias gnósticas. Un texto de los encontrados en ella tiene particular importancia, pues presenta una versión completa en copto del Evangelio de Tomás, que es muy antigua. Este apócrifo nos permite hacer comparaciones con los evangelios canónicos y nos ayuda a ver la diversidad de fuentes y tradiciones que existían en el cristianismo primitivo. La búsqueda por nuevos textos, que nos ilustren sobre el surgimiento del NT, continúa.

Arqueologia del NT I

La mayoría de los textos antiguos que se conservaron en bibliotecas y colecciones, que se copiaron y reprodujeron, fueron las obras literarias y tratados de los renombrados autores de la antigüedad y las cartas de importantes personajes. Pero, ¿cómo se expresaba la gente común, cómo eran las cartas no oficiales, los textos religiosos populares, las recetas mágicas que el pueblo consumía? (cf. Hch 19.19). De allí la importancia, para la comprensión de los textos del NT, de contar con textos que respondieran a este otro nivel. Estos textos menores nos eran desconocidos, hasta que ciertos hallazgos arqueológicos revelaron datos que nos permiten comenzar a responder estas preguntas. Un primer aporte en este sentido lo han dado los llamados Papyri de Oxyrhynchus, hallados en Egipto hacia el final del siglo XIX. Entre ellos hay algunos fragmentos neotestamentarios del siglo III, pero lo más significativo son los otros textos. En esta y otras colecciones han surgido cartas, horóscopos, recetarios, sílabos escolares, documentos personales y archivos oficiales que nos permiten entrever aspectos de la vida cotidiana en el primer siglo cristiano, así como las formas de comunicación y el lenguaje no literario de la época. Hoy se calculan en más de 25 000 los papiros encontrados que pertenecen al período del dominio romano.

El estudioso alemán Adolf Deissmann, en su obra Licht vom Osten, fue el primero en repasar estos textos y comparar el griego de los escritos bíblicos con el griego no literario de los papiros, y la forma de las cartas bíblicas con la correspondencia de la vida cotidiana que se encontró en estos hallazgos. Su conclusión es que, con pocas excepciones, la literatura neotestamentaria se parece más al lenguaje de la gente no instruida y los textos de la cultura popular grecorromana, que a los textos literarios de la misma época. Por lo tanto, hay que considerar a los cristianos de los primeros siglos, incluso Pablo y los autores de los Evangelios, como personas con un bajo perfil cultural. Si bien las tesis de Deissmann han sido discutidas y siguen siendo objeto de revisión, la importancia de estos textos no bíblicos para la interpretación del cristianismo del NT y su ambiente ha resultado de extrema importancia.

*****Busque la segunda parte de este artículo aquí: «Arqueología del Nuevo Testamento – Parte 2» 

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