Arqueología del Nuevo Testamento – Parte II

Arqueología del Nuevo Testamento – Parte II

La otra contribución importante para el Nuevo Testamento desde la arqueología nos la brinda estudios que no necesariamente están orientados a la arqueología bíblica. Ello está vinculado con un cambio de énfasis en el estudio de la historia en general.

Arqueología de la vida cotidiana

Por Néstor O. Míguez

En otras épocas «estudiar historia» era recordar fechas, batallas, héroes, grandes hechos políticos. Pero han surgido nuevas corrientes históricas que quieren reconstruir la vida cotidiana: cómo vivía el pueblo, cuáles eran sus costumbres, cuáles eran sus relaciones y trabajos, cómo resolvían, no ya los grandes conflictos de las naciones, sino las situaciones que se presentaban en el vivir de cada día. Estas pasaron a ser las preguntas de los investigadores. Junto a los grandes monumentos que fijan los hitos políticos, comenzó a tener importancia también la búsqueda de herramientas, cacharros de cocina, utensilios de la vida cotidiana. Las historias de los trabajadores, de las mujeres, de los esclavos y esclavas también tienen su importancia. Esto nos permite recrear el ambiente de las casas, de la vida de las ciudades y aldeas en las cuales se fue trasmitiendo el mensaje cristiano.

 

En el estudio de las condiciones en que se desarrolló el movimiento de Jesús y las tradiciones que luego fueron escritas en los evangelios que conocemos, se requiere, por lo tanto, la interiorización de estos elementos. La investigación arqueológica en tiempos recientes ha obligado a repensar algunos supuestos con los que se han interpretado los textos hasta ahora. Así, la conformación demográfica de la Galilea de Jesús nos muestra dos grandes ciudades (Séforis y Tiberías), fuertemente helenizadas. Pero su influencia no necesariamente se extiende al área rural, que justamente resiste la imposición política, económica y cultural que estos centros representan. En cambio, las aldeas y poblados que visita Jesús se muestran como pequeñas poblaciones que reúnen cincuenta o sesenta familias, en casas de adobe consistentes en una o dos piezas de tres por cuatro metros, con un patio común donde se encuentra la cisterna y un horno de barro. En el medio de esos conjuntos de casas hay un descampado que actúa como plaza. No se encuentran edificios públicos. Se estima que había más de doscientas de estas aldeas rurales en la región.

Arqueología del Nuevo Testamento – Parte II

 

Algunos de estos sitios muestran una mayor presencia de una élite gobernante rica que contrasta con los caseríos humildes mayoritarios. Por ejemplo, el descubrimiento de restos arqueológicos que indican la presencia de un importante asentamiento de influencia romana (baños al estilo romano) en Cafarnaúm nos permite valorar la referencia a la presencia de un centurión que hace edificar una sinagoga en el lugar (Lc 7.5). El número de pobladores en Cafarnaúm oscila entre quienes dan una cifra de 15 000 y los que apenas calculan su población en 1500. Si las fuentes literarias apuntan al primer número, las evidencias arqueológicas inclinan la balanza hacia el número menor. El estudio de los restos de la sinagoga de Cafarnaúm, que data de varios siglos después (V d.C.), muestra el substrato de un edificio público anterior (siglo I d.C.). ¿Se trata del mismo edificio al que se refieren los dirigentes en el pasaje aludido? No podemos saberlo con certeza, pero en todo caso, confirma la práctica del clientelismo romano, que solía, mediante dádivas, ganarse la simpatía de los sectores dirigentes de los pueblos conquistados, para hacer más fácil su control. Además, se ve que a poca distancia se estableció un campamento de soldados (podrían ser herodianos), por si esa política no diera los frutos deseados y hubiera que usar un mayor poder policial y de represión. Restos de campamentos de soldados romanos en la región ayudan a dar crédito a las prácticas abusivas que refleja el discurso de Juan el Bautista (Lc 3.14).

También la numismática hace un significativo aporte. El hallazgo y estudio de monedas antiguas es importante, pues las monedas suelen indicar su fecha de acuñación, y así se facilita la posibilidad de datar el nivel en el que se encuentran. La significación simbólica y social de la moneda es importante. Para la antigüedad, encontrar monedas en áreas rurales suele significar la presencia de funcionarios o soldados, que recibían su pago en metálico, mientras que los pobladores locales vivían del trueque y pagaban sus impuestos y deudas en mercancía —en la parábola de Lc 16.1-7, las notas de deuda se encuentran en especie. Además de ayudarnos a entender las prácticas económicas, las monedas, con sus efigies y lemas, constituyen un valor simbólico importante, como lo demuestra la discusión de Jesús con los fariseos en torno a la moneda del impuesto (Lc 20.19-26). Monedas encontradas con el lema Divus Caesar («Divino César») hacen más punzante la interpretación de este texto de Jesús. Lo mismo se puede decir de la expresión de Pablo en 1 Tesalonicenses 5.3, ya que Pax et securitas (o en griego, eirene kai asfaleia = «paz y seguridad») se ha encontrado como lema en monedas que circulaban en la zona griega del Imperio. ¿A quiénes, pues, se refiere Pablo cuando dice que los que dicen «paz y seguridad» recibirán repentina destrucción?

Arqueologia del NT II

Si es importante lo que se encuentra, también es importante lo que no se encuentra. Así, en toda Galilea no se han encontrado vestigios de edificios de sinagogas anteriores al siglo III. Ello indicaría que las sinagogas que Jesús visita en las aldeas no son edificios, sino asambleas abiertas, probablemente en la plaza de cada aldea, donde la gente se reunía los sábados para resolver los temas comunes, a la vez que para expresar su culto a Dios. Podemos asumir que no había un ritual elaborado o exigencias sacerdotales en las sinagogas, y eso explica la libertad de Jesús para predicar, enseñar o curar en las mismas, aunque a veces pueda entrar en conflicto con los líderes locales, que se sienten amenazados en su autoridad.

Por otro lado, a diferencia de la arqueología veterotestamentaria, que tiene sitios preferidos, la extensión del cristianismo por todo el mundo mediterráneo ya en el primer siglo hace que el espacio de búsqueda sea mucho más indeterminado y totalmente superpuesto con el que estudian los arqueólogos de las culturas mediterráneas en general. Para poder comprender los movimientos de Pablo, las condiciones de sus viajes, o algunas de las expresiones enigmáticas que aparecen en las cartas a las iglesias del Asia Menor en Apocalipsis, la arqueología del NT se ve obligada a salir del espacio que habitaron Jesús y sus primeros discípulos. El estudioso cristiano inglés, Sir William Ramsay, fue uno de los pioneros en la tarea de ir recorriendo la cuenca mediterránea para ubicar la vida de Pablo en su contexto histórico con base en investigaciones arqueológicas. Su obra The cities of Saint Paul (Las ciudades de san Pablo, 1908) fue una de las primeras en tratar estos temas, producto de sus propias exploraciones y hallazgos. Hoy contamos, aunque desgraciadamente no en nuestro idioma, con muchas otras obras que han profundizado en estos estudios. Y además podemos valernos de trabajos no orientados específicamente a los estudios bíblicos, pero que nos ayudan a conocer el mundo de la antigüedad grecorromana en la que surgió el NT.

Pensemos que ya hay cristianos en Roma en la primera mitad del siglo I, y que Pablo escribe a esa iglesia su célebre carta, apenas unos años después. ¿Tenemos elementos de esa comunidad en aquel tiempo que puedan ser estudiados por la arqueología? La respuesta, hasta ahora, es no. Pero, en cambio, sí se ha podido reconstruir hasta cierto punto cómo era la vida en Roma, cómo estaban organizados sus barrios y su población, los distintos estratos sociales, ciertas formas de vida y comercio, ritos, costumbres, fiestas y demás prácticas que conforman la vida cotidiana que aquellos cristianos compartían con el resto de los habitantes de la gran capital imperial. Y entonces los textos de Pablo pueden leerse contra un trasfondo mucho más completo, y nos es posible entender algunas referencias específicas acerca de la vida y conducta de los habitantes de la capital imperial, las pruebas que enfrentan los cristianos en ella, y su modo de dar testimonio.

Estudios similares se han desarrollado en otros lugares, con mayor o menor fortuna. El hecho de que toda la cuenca mediterránea se encontrara bajo un mismo dominio político e influencia cultural permite comparar más fácilmente los indicios que se encuentran, y complementar hallazgos de diferentes lugares. Pero ello también tiene su riesgo, pues puede llevar a desconocer las diferencias regionales, las modificaciones que sufren las mismas instituciones del mundo grecorromano cuando se implementan en ambientes que tienen características culturales distintas. Por ejemplo, el culto a la diosa Afrodita en la ciudad de Corinto, ¿era lo mismo que ese culto en Éfeso, donde se la veneraba con el nombre Diana, o en Filipos, donde había un trasfondo cultural tracio? A simple vista, se trata de la misma deidad. Pero un estudio sobre la forma como era representada en estatuas, frescos, altares, monumentos, etc. mostrará que se presentan características distintas según los diferentes trasfondos culturales: en una aparece como una diosa vinculada con el amor, en otra como protectora, en la tercera como cazadora. Esto se debe a los sincretismos de la cultura grecorromana dominante con las culturas anteriores sometidas. Episodios como los ocurridos en el relato de Hechos 14.8-23 muestran la necesidad de poder reconocer estas prácticas y ver las características particulares que adquirieron en cada lugar. Más en este caso, donde se muestra que el idioma vernáculo anterior al griego (licaonio) seguía siendo el principal vehículo cultural y de comunicación.

La arqueología tiene como tarea investigar con cuidado cada uno de los sitios, y revelar las prácticas culturales que se muestran en el diseño de las ciudades, sus mercados y plazas, edificios públicos, pero también sus casas humildes, talleres, utensilios de trabajo o cocina. ¿Cómo era la vida en el taller de Aquila, Priscila y Pablo cuando cosían carpas para ganarse la vida en Corinto? (Hch 18.3). Ese oficio determinaba su disponibilidad económica, las personas con las que entraban en contacto, la consideración alta o baja en que serían puestos por los otros miembros de la comunidad, incluso las condiciones de salubridad —horas encorvados cosiendo a mano pesadas lonas y cuero, generalmente con muy mala luz, con instrumentos rudimentarios, dejan sus marcas en el cuerpo y en la apariencia física de las personas. Para poder responder a preguntas como esta, importantes para la interpretación bíblica, la arqueología provee indicios y datos que luego son estudiados, en forma interdisciplinaria, por la antropología cultural, la sociología, la historia social, y otras ciencias afines. Todas ellas, en conjunto, nos ayudan a tener una visión del ambiente en el que se desarrolló la fe cristiana. Véanse los tres ejemplos siguientes: (a) la descripción que hace Pablo de la comunidad de Corinto con los términos que aparecen en 1 Corintios 1.26-28; (b) la justificación de por qué dice que su apariencia personal es débil (2 Co 10.10); o (c) por qué insinúa problemas en la vista (Gl 4.15).

El cristianismo primitivo no tuvo, no podía tener, por su situación legal de religión no permitida, templos significativos o monumentos, que solo aparecen tras su reconocimiento como religión del Imperio. Sus reuniones, como nos lo muestran los relatos del NT, se realizaban en las casas o al aire libre. De manera que la vida de la casa era importante. De hecho, los dos restos arqueológicos más importantes de edificios que se consideran asiento del cristianismo primitivo, son la llamada «casa de Pedro» en Cafarnaúm y la «iglesia de Dura Europos», antigua ciudad sobre el río Éufrates, en lo que hoy es Siria. En ambos casos se trata de casas de familia adaptadas para albergar grupos mayores.

Arqueología del Nuevo Testamento – Parte II

La «casa de Pedro» es una casa del primer siglo, sobre la cual se construyeron, posteriormente, edificios de iglesia. De allí que la tradición la ha identificado como un primitivo lugar de reunión cristiano y adjudicado su pertenencia al apóstol, por su ubicación, cercana al lago y frente a la sinagoga de Cafarnaúm. Lo único comprobable es que se trata de una casa de familia más bien pobre, de tamaño más o menos regular, adaptada para reuniones al ser derribado un muro que separa dos habitaciones. No se encontraron en ella otros datos que puedan remontarse al siglo I para confirmar su origen, identidad o uso.

Más clara resulta la identificación de la llamada «iglesia de Dura-Europos», pues en este caso sí se pueden ver las adaptaciones que sufrió una casa de familia bastante grande (ocho habitaciones) para transformarse en iglesia (adaptación de varias habitaciones para formar un lugar de reunión más grande y el establecimiento de un baptisterio). También esto puede apreciarse en su decoración, donde aparecen claros símbolos cristianos. Pero la casa es tardía, del siglo III. Nos sirve, en este caso, para confirmar la tradición de las casa-iglesias que encontramos en el NT y notar la existencia de símbolos del cristianismo primitivo.

Es casi seguro que no encontremos otros elementos porque es probable que los cristianos se diferenciaran del resto de sus contemporáneos por su fe, su conducta, sus actitudes, pero no por sus utensilios, trabajos, ropas, etc.; lo que llamamos «cultura material». Quizá los datos más significativos para la época neotestamentaria provengan justamente de los restos artísticos hallados. La presencia de símbolos cristianos en graffiti (catacumbas de Roma), en sarcófagos y en inscripciones, nos muestra la presencia de creyentes en diferentes lugares. Solo allí, donde podían expresarse mediante el arte, quizá pudieran quedar algunos vestigios de su presencia, y esto es lo que la arqueología bíblica procura identificar. El pez y la imagen del buen Pastor aparecen como los dos símbolos cristianos más característicos de la primera época. Sin embargo, nuevamente, debemos decir que tales expresiones son siempre posteriores a la segunda mitad del siglo II (quizás con la excepción de algunos graffiti romanos), cuando los textos del NT ya estaban completos y circulaban entre las comunidades.

Con todo, y a pesar de estas limitaciones, la tarea de los arqueólogos que investigan temas relacionados con el NT debe ser reconocida con gratitud por todo amante de las Escrituras. Las dificultades que van desde conseguir fondos para los estudios, hasta la necesidad de enfrentar las burocracias estatales para los permisos, cuando no el tener que enfrentarse con gobiernos hostiles o situaciones de guerra, son verdaderos escollos previos a la tarea en sí. A veces las excavaciones en lugares habitados supone la necesidad de crear verdaderas estructuras portátiles que permitan buscar en los cimientos sin afectar construcciones de la superficie, u otros desafíos similares. Luego es necesaria la paciente tarea de ir rastreando el terreno palmo a palmo, distinguir sucesivos estratos para datar acertadamente los objetos encontrados, e interpretar su sentido y significación. Estos procesos suelen llevar años. Por otro lado, las distintas tendencias teológicas y escuelas arqueológicas discutirán estos resultados, y los insertarán en la historia de su tiempo, o le darán diferente valor hermenéutico. En todo este esfuerzo siempre se enriquecerá nuestra comprensión de la palabra bíblica.

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Notas y referencias
Aland, B y Aland, K. II testo del Nuovo Testamento. Editrice Marietti, Génova, 1987 (original alemán de 1982. Hay traducción al inglés publicada por la editorial Eerdmans).
Arens, Eduardo Asia Menor en tiempos de Pablo, Lucas y Juan. Ediciones El Almendro, Córdoba, España, 1995.
Crossan, John D. The Historical Jesus. The Life of a Mediterranean Jewish Peasant. Harper San Francisco 1991. (Hay edición castellana de Editorial Planeta, Buenos Aires-México).
Deismann, Adolf Licht vom Osten. J.C.B. Mohr (Paul Siebeck), Tübingen, 1909.
Horsley, Richard Archeology, History and Society in Galilee. Trinity Press International, Valley Forge, Pennsylvania, 1996.
Snyder, Graydon F. Ante Pacem. Archaelogical Evidence of Church Life Before Constantine. Mercer. Peeters.
Kenyon, Katleen M. Arqueología en la tierra santa. Barcelona : Ediciones Garriga , 1963.
Parrot, André Las rutas de San Pablo en el oriente griego Barcelona : Ediciones Garriga , 1962.
McRay, John Archaeology and the New Testament. Grand Rapids : Baker Book House , 1991.

Para continuar la lectura
Albright, William F. Arqueología de Palestina. Barcelona: Ediciones Garriga, 1962. Véase de manera especial el capítulo XI.
González Echegaray, Joaquín Arqueología y evangelios. Estella: Editorial Verbo Divino, 1994. Esta y la que sigue son dos excelentes obras que amplían el tema presentado en este capítulo.
______________________ Jesús en Galilea: aproximación desde la arqueología. Estella: Editorial Verbo Divino, 1999.
Wright, George Ernest Arqueología bíblica. Madrid: Ediciones Cristiandad, 2002. Esta nueva edición tiene una introducción de más de cien páginas que actualizan el estudio hecho por al autor hace más de tres décadas. Véanse de manera especial los capítulos XIII y XIV.

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