Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera

Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera

Gabino Fernández 

Por la fe y la sabiduría de estos dos hombres, la historia, la literatura y la espiritualidad hispánicas deben la primera Biblia impresa en castellano. A esta obra no la pudo impedir el todopoderoso rey Felipe II ni la omnipresente Inquisición. Y aun hoy, con más de medio centenar de versiones en la lengua de Cervantes, esta Biblia sigue siendo la más leída

Paisanos 

Los dos hombres nacieron en el sur de España, en las faldas de Sierra Morena, en tierras pobladas de alcornoques y sueños por la conquista de América, las que en el siglo xvi pertenecían al reino de Sevilla y hoy a Extremadura. 

Casiodoro de Reina nació en Montemolín (Badajoz), allá por el año 1520. Y Cipriano de Valera puede que lo hiciera en un cortijo próximo a Fregenal de la Sierra (también Badajoz), en 1532. 

Por eso es que hoy, en circunstancias de menos fanatismo y mayor memoria, se los recuerda a los dos, tanto en la Gran Enciclopedia de Andalucía como en la Gran Enciclopedia Extremeña. No obstante, ellos, como no podía ser de otra manera, siempre escribieron de su condición de sevillanos. 

Estudiantes de la Universidad de Sevilla 

En fechas que no han podido determinarse, los dos pasaron por las aulas de la Universidad de Sevilla. Eso fue concluyente para el posterior trabajo y ampliación de estudios en Basilea, para Reina, y para la docencia en Cambridge y Oxford, en el caso de Valera. En esos lugares les fueron reconocidos sus méritos universitarios. 

Frailes en el monasterio de San Isidoro del Campo 

Sobre las ruinas de la antiquísima ciudad romana de Itálica (que ya celebró más de 2200 años de existencia), y a tan solo siete kilómetros de su ciudad natal, estos dos sevillanos volvieron a encontrarse al profesar como frailes jerónimos en el monasterio de San Isidoro del Campo. Allí, según se cuenta en el libro Artes de la Inquisición española, escrito por Raimundo González de Montes (que bien puede ser un seudónimo del propio Casiodoro de Reina), «las horas que llaman de coro y rezo, se habían convertido en explicaciones de la Santa Escritura». Terminaron por abandonarlo en 1557, rumbo a Ginebra. 

Refugiados, trashumantes, literatos 

Como tantos otros españoles en busca de libertad, en aquellas lejanas fechas y en otras mucho más próximas, nuestros personajes emprendieron un camino sin retorno al corazón de Europa, dejando huella de su fe, protesta, sacrificio, valor, amor y trabajo a su paso por Francia, Suiza, Alemania, Bélgica, Holanda e Inglaterra. Se separaron finalmente en Londres, donde Valera permaneció, mucho más sedentario, mientras que Reina, el impenitente viajero, justificaba el bien ganado apodo de «el Moisés español», aludiendo así a su encabezamiento de los diferentes éxodos de perseguidos protestantes, españoles y extranjeros, desde Sevilla, Ginebra, Londres o Amberes. 

Mientras que Felipe II y los inquisidores no repararon en métodos y gastos para calumniarlos, secuestrarlos o, como ocurriera con otros, asesinarlos, ellos pudieron experimentar la oportuna protección de Dios y de sus hermanos en la fe, aunque esto último no impidió que el tribunal de la Inquisición los quemara «en estatua» el 28 de abril de 1562 en Sevilla, y colocara su obra en los índices de los libros prohibidos. 

Autores, traductores y editores 

Tanto Reina como Valera son más conocidos por su condición de traductores bíblicos que por sus otras obras. Y en las biografías —pocas, pobres y pésimas— de famosos diccionarios, enciclopedias e historias de la literatura —más sobre Valera que sobre Reina— se sigue olvidando mucho y acertando poco, como prueban los siguientes gazapos de la Enciclopedia Hispánica, publicada por la Británica en 1990-1991: «Casiodoro de Reina, murió en 1582. Hizo una traducción de la Vulgata». O «Cipriano de Valera, refugiado en Ginebra, tradujo la Biblia al castellano (1602)». 

Gracias a la cuidada y económica edición facsímil que en 1992 hiciera la Sociedad Bíblica de España, hoy podemos disfrutar con mayor acceso el primer texto de Reina, y conocer las pocas modificaciones introducidas por Valera. 

Además, Casiodoro nos legó, como obras originales, la ya adelantada sobre la Inquisición, Comentarios en latín a Mateo y Juan (Fráncfort, 1573), una Declaración o Confesión de la fe, un Catechismus (Amberes, 1583), en latín, francés y holandés. También tradujo del latín al francés una historia de la Confesión de Augsburgo (Amberes, 1582) y, en condición de editor, la Bibliotheca Sancta, de F. Sixto Senensi, y Diálogus in epistolam D. Pauli ad Romanos, por Antonio del Corro, ambas en Fráncfort en 1575 y 1587, respectivamente. 

Cipriano pudo ver dos ediciones y una de las traducciones inglesas de sus dos tratados: el primero es sobre el papa y el segundo sobre la misa (Londres, 1588 y 1589). El Tratado para confirmar los pobres cautivos de Berveria (Londres, 1594) fue su trabajo más original y literario. Además, tradujo la Institución de la Religión Cristiana (Londres, 1597) de Calvino y aportó prólogos como editor en varias obras más. 

Por su parte, el recién fundado Centro de Estudios de la Reforma, a través de su proyecto Rescate Literario, está trabajando en la localización, estudio y publicación de los documentos, impresos ya o inéditos, de los reformadores españoles. 

¿Debemos hablar de la Reina-Valera-Enzinas? 

Casiodoro de Reina trabajó en equipo e incorporó en el Nuevo Testamento parte de la traducción de Francisco de Enzinas, la cual era la primera versión del original al castellano, impresa en Amberes (1543) y Ginebra (1556). Este segundo caso fue edición de Juan Pérez de Pineda. De allí, Casiodoro, con un pequeño arreglo, aprovechó Santiago hasta Apocalipsis. 

Reina conservó los resúmenes de los capítulos originales de Pérez, multiplicó el número de referencias y notas en los márgenes y sustituyó las divisiones medievales de los capítulos con letras mayúsculas, adoptando la que conocemos en versículos, tal como había hecho Roberto Estienne (NT griego, 1546). Además, mejoró el castellano de Pérez, actualizando la ortografía. 

Los deuterocanónicos y las notas 

Los dos conservaron los libros deuterocanónicos y pusieron notas en sus respectivas ediciones. Los primeros aparecían, en la de Reina, en la colocación propia anterior a la Reforma, mientras que Valera los ubicó entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Las notas se hallaban encabezando los capítulos y en los márgenes exteriores. Cipriano dejó todas las de Casiodoro, añadió otras y puso por primera vez resúmenes delante de cada capítulo del Apocalipsis. 

Amor por España y América 

Ninguno de los dos renunció a su condición de españoles y a su inquebrantable vocación de trabajo a favor de España. Aunque ninguno volvió a pisar su tierra natal. 

Cipriano de Valera escribió repetidas veces hablando de su interés por los españoles. Citemos uno de esos casos: «Orad por nuestra España y principalmente por el rey y por todos aquellos que tienen el gobierno de la república, que Dios les haga gracia de leer y meditar la Sagrada Escritura». Y, resumiendo los grandes acontecimientos del año 1492, recuerda «el descubrimiento de la Indias», y dice: «Plujiera a Dios, que los que han allá pasado, hubieran tenido más celo de enseñar y aumentar la santa fe católica contenida en la Sagrada Escritura, que no de enriquecerse, matar y robar a diestro y a siniestro (como dicen) aquella simple gente, que tenían ánimas racionales como nosotros, y por quien Jesucristo era muerto». 

Según escribió Valera, «Casiodoro de Reina, movido por un pío celo de adelantar la gloria de Dios y de hacer un señalado servicio a su nación, en moviéndose en tierra de libertad para hablar y tratar de las cosas de Dios, comenzó a darse a la traslación de la Biblia», la que en el prefacio latino dedicó a «totius Europae» y a la «Hispani Indiue». 

Los inquisidores, desde Madrid, y un año antes de su impresión, la calificaron de «dañina» y empezaron a exigir que se impidiera su circulación. Aun así, llegó a España y a tierras americanas. Como queda demostrado por la documentación de los Tribunales del Santo Oficio en el Nuevo Mundo, así como por lo que escribió Valera en la «Exhortación» a la segunda edición, donde afirma que había llegado «hasta las Indias Occidentales». 

Separación y muerte 

Como ya hemos adelantado, Valera quedó en Londres y Reina siguió viajando por Europa Central. Y parece que después de 1578 no volvieron a verse. Tampoco nos ha llegado ninguna carta, si es que mantuvieron correspondencia. 

La muerte sorprendió a Casiodoro el 15 de marzo de 1594, rodeado de sus hijos, todavía solteros, y de su esposa, Ana. Esta ocurrió cuando ejercía el pastorado en Fráncfort, lo que antes había hecho en Ginebra, Londres y Amberes. 

Mientras, parece que Cipriano todavía estaba vivo en 1606, fecha en que perdemos su pista. Eso sí, ya con más de setenta años y una vida más sosegada y próspera, con su docencia en las Universidades de Cambridge y Oxford y las ocupaciones literarias que ya hemos comentado. 

Cipriano de Valera nunca abandonó el calvinismo, que había profesado desde el principio. Aunque Casiodoro de Reina, en los últimos años, firmó y enseñó las Confesiones luteranas. Pero la más larga e inexplicable separación entre ellos se dio por tres siglos en las portadas de la Biblia, donde repetidos y casi generales descuidos editoriales de ayer, y obras de consulta de hoy, presentan el trabajo de ambos como la «Antigua Biblia de Cipriano de Valera». Y su patria, cuando tres siglos más tarde comenzó a publicarla, mantuvo el error. 

Tardío e insuficiente, pero merecido homenaje 

Los sueños de conquista de América, conquistas de almas para Cristo, pronto se hicieron realidad. Con la traducción de la Biblia al castellano de Casiodoro de Reina, se presentaba «el otro Cristo español». Y en los últimos años, con el aumento del conocimiento y reconocimiento a la imperecedera obra, se le rinde, aunque tardía e insuficientemente, un merecido homenaje. 

En España, «la Biblia del Oso» —tal como se llama a la primera edición de Casiodoro— representa a la literatura religiosa en una Colección de Clásicos Castellanos. Y en el IV Centenario de su muerte, la ciudad de Sevilla, por medio de su Universidad, organizó una Exposición de Biblias Castellanas y un acto académico, y el Ayuntamiento rotuló una calle a su nombre. Y por nuestra parte, hemos escrito una nueva biografía, que aparece en una triple presentación: impresa, en audio y video. 

Alemania, país donde Casiodoro viviera tantos años hasta su muerte, lo recordó en una exposición histórica sobre Fráncfort, mostrando un retrato y el ejemplar dedicado por él al Ayuntamiento. Y Friedemann, cantautor alemán que trabajara como misionero en España, ha grabado dos canciones dedicadas a Reina. 

En América, que se adelantó en 1969, dedicó a la «Biblia del Oso» dos sellos de correos —uno en Guatemala y otro en Chile—. 

Tomado de la revista «La Biblia en las Américas», y editado por ViveLaBiblia.com. 

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