Chismes y calumnias

Chismes y calumnias

Cuando medimos de alguna manera a los pecados («estos son peores que aquellos») no siempre tomamos seriamente los pecados del chisme y la calumnia. «Después de todo, todo el mundo lo hace». Sin embargo, la Biblia los toma muy en serio y nos dice que el chisme y la calumnia provienen de una mente reprobada. Veamos las Escrituras.

Santiago 3.6-10
«Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así».

Romanos 1.28-32

«Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican».

Hay algo malo en la mente del calumniador y el murmurador. Estos pecados vienen de una mente que no sigue las directivas de Dios.

Como dijimos antes, tendemos a categorizar los pecados. A ciertos pecados (quizá asesinato, robo) los ubicamos a la cabeza de la lista, y a otros (quizá el chisme, la murmuración y la calumnia) los ubicamos entre los menos serios.

Sin embargo, Pablo incluye a estas personas al principio de la lista en Romanos 1.30. ¿Por qué?

Cuando practicamos el chisme y la murmuración nos acercamos mucho a la blasfemia contra el Espíritu Santo. En Mateo 12 el contexto nos advierte que cuando comenzamos a criticar a otros comenzamos un camino en oposición a Dios y nuestras mentes son reprobadas. El chisme y la murmuración envenenan el Cuerpo de Cristo. Parece inofensivo, pero puede ser letal.

Levítico 19.16

«No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo Jehová». 

¡Puede ser letal! El chisme es como una enfermedad en la sangre, pues llega a todo el sistema. El chisme afecta tanto al chismoso como al que escucha (por el resto de la vida), en cada aspecto de nuestra vida. Es un veneno que entra en una persona y es muy difícil de erradicar, pues cada vez que nos encontremos con la persona criticada deberemos lidiar con ese tema, y eso nos perjudica.

El término hebreo para «la vida de» es «dam» (aparece 358 veces en el AT) y se traduce como sangre, homicidio, muerte, vida. Cuando chismeamos nos metemos con la vida de la persona y eso puede llevar a la muerte.

«Hermanos míos», esto no debe ser así», diría Santiago.

En Romanos 1 Pablo hace una clara distinción en su lista. Si observamos con atención, él dice que una «mente reprobada» es el inicio de las «cosas que no convienen».

Y aquellos que tienen esa mente reprobada están atestados de injusticia, fornicación, etc. Es decir, llenos de distintos pecados, pero en el versículo 30 ya no habla de pecados sino de personas y dice: «murmuradores, detractores (lit. calumniadores), etc.», y en esta parte de la lista (es decir, cuando se refiere a personas), los murmuradores vienen primero.

Génesis 37.2

«Esta es la historia de la familia de Jacob: José, siendo de edad de diecisiete años, apacentaba las ovejas con sus hermanos; y el joven estaba con los hijos de Bilha y con los hijos de Zilpa, mujeres de su padre; e informaba José a su padre la mala fama de ellos».

Mala fama (heb. dibbah) significa literalmente «malos relatos» o «informes maliciosos».

El término aparece 9 veces en el AT y se traduce como calumnia (Sal 31.13), infamia (Pr 25.10), murmuración (Jer 20.10), hablar mal (Nm 13.32), desacreditar (Nm 14.36).

José le contaba a su padre sobre sus hermanos y lo hacía «de manera maliciosa». Seguramente que todo o casi todo lo que José decía era cierto (o parcialmente cierto), pero seguía siendo algo malicioso.

Génesis 37.3

«Amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una túnica de diversos colores».

Probablemente, el propósito de los malos informes de José era que Jacob lo amara más que a sus hermanos (y así era). Lo que José buscaba era una ganancia personal.

Génesis 37.4

«Viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente».

¡El resultado fue que el corazón de sus hermanos estaba lleno de odio!

La mayoría de las veces que hablamos de alguien, el aludido se entera (y otros también) y comienzan a tener pensamientos adversos hacia el chismoso. ¿Y qué hacen ni bien tienen oportunidad? ¿Qué hicieron los hermanos de José? Ni bien pudieron, se vengaron.

Cuando hablamos de otros y ellos se enteran, podrían hacer lo mismo.

Los hermanos de José lo vendieron como esclavo, mancharon la túnica con sangre y se la llevaron a su padre. ¿Pueden imaginar lo que sintió Jacob? ¿Por qué? Por los malos informes de José.

Sin embargo, la historia de José continúa en la casa de Potifar. ¿Qué pasó allí? En Gálatas 6.7 Pablo nos presenta un principio inalterable: «Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará». ¿Qué pasó con José y la esposa de Potifar? ¡Aquella mujer le hizo lo mismo que él había hecho a sus hermanos! Esta mujer convenció a su esposo de que José había tratado de violarla. 

¡14 años de cárcel pagó José por esta calumnia!

¿Cuántas veces hemos murmurado? ¿Cuántas veces hemos calumniado? ¡Todas esas veces hemos estado envenenando!

La historia de José termina bien. ¿Por qué? (1) Por el poder redentor de Dios (quien puede cambiar el mal en bien); (2) Porque José se arrepintió y creció espiritualmente. 

¿Cuántos de nosotros vivimos en una prisión hecha por nuestras manos en vez de vivir en el palacio del rey, y así nos perdemos de vivir la mejor vida posible?

Lo que debe golpear nuestra mente en este momento es: ¡Arrepiéntete, deja de comportarte así!

Permite que Dios te saque de la prisión y te lleve al palacio. Hay una vida plena que perdemos porque no encerramos nuestra lengua. 

«Hermanos míos, ¡esto no debe ser así!», diría Santiago. ¡No hablemos de otros!

Cuando chismeamos o calumniamos a otros, en realidad lastimamos a Dios.

Efesios 4.29-31

«Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia».

Si lo que vas a decir no edifica a otros: ¡No lo digas!

Si lo que vas a decir no es algo positivo: ¡No lo digas!

«Quítense de vosotros…maledicencia (gr. blasfemia)». Palabras abusivas habladas falsamente que dañan la reputación de una persona.

«…y toda malicia». La gente conforma una gran parte de nuestra vida. Cada día nos relacionamos con personas; personas a quienes Dios ama. Sus hijos, quienes a menudo aman a Dios. 

¿Cómo te sientes cuando alguien habla de tus hijos? Seguramente querrás tomar cartas en el asunto. ¡Eso es lo que sucede cuando hablamos de alguno de sus hijos!

«¡Hermanos míos, esto no debe ser así!».

Creo que es importante que confrontemos a los chismosos y calumniadores. Confrontarlos y no tolerarlos

Tenemos miedo de ofender a alguien; que alguien se enoje. Pero Jesús nunca se preocupó de ofender a alguien cuando proclamaba la verdad. Para él era más importante la enseñanza y la verdad.

Evitar que el chismoso siga contaminando el Cuerpo de Cristo es fundamental para resguardar la unidad entre hermanos.

Proverbios 20.19: «El que anda en chismes descubre el secreto; No te entremetas, pues, con el suelto de lengua».


«Entremetas» significa Literalmente, «…no te asocies con». Si alguien viene con chismes, no te asocies en su pecado. ¡No se lo permitas!

¿Por qué los chismosos eligen a ciertas personas para sus chismes? Porque esas personas se lo permiten.

¡Hermanos míos, eso no debe ser así! 

¡No escuchemos a los maliciosos! ¡Detengámoslos! ¡Antes de que perjudiquen al Cuerpo de Cristo!

Ante el chisme tenemos dos opciones: (1) Escucharlo (2) Confrontarlo.

¿Cómo saber si estamos hablando de alguien con el fin de ayudarlo?

Si verdaderamente queremos ayudar a alguien, debemos convocarlo y hablar en su presencia. ¿De qué manera que Juan y María hablen sobre Pablo ayudará a Pablo?

El chisme malicioso derrama su veneno en tres sentidos: (1) agravia al que habla, (2) al que escucha y (3) a la persona que es objeto de la acusación. Sea cierto o falso, la Palabra de Dios nos prohíbe difundirlo.

¿Cómo confrontar el chisme sin perjudicar la relación con la otra persona?

Primero, debemos saber que confrontar el chisme es más importante que cualquier relación. Sin embargo, si es una buena relación y la persona es humilde y dispuesta a crecer espiritualmente no habrá problema en confrontar el chisme con amor. 

Lo mejor que podemos hacer cuando una persona viene a nosotros con un chisme es confrontarla con amor y detener el chisme, aun si eso nos cuesta la relación. Si no lo hacemos nos encerraremos en una prisión hecha por nosotros mismos.

¿Cómo hacerlo?

  1. Simplemente di: «No necesitamos hablar de eso. Dios ama a esa persona y hablar de ella no la ayudará».
  2. Pregunta al chismoso si podemos contarle a la persona en cuestión lo que nos está contando.
  3. Busca algo bueno que pueda decir de la persona en cuestión y di: «¿Sabes lo que me gusta de…?».
  4. Pregunta, «¿hablaste con esa persona sobre esto?» (Mateo 18.15).
  5. Di: «Esa persona es mi amiga y hermana, y no quisiera que hablemos de ella sin que esté presente».

Jesús siempre confrontó a los chismosos y calumniadores. 

Mateo 12.34-37

«¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado».

¿Qué dice Jesús? ¡De tu mente reprobada salen esas palabras!

Si el hombre bueno saca de su corazón cosas buenas, ¿de dónde salen el chisme y la calumnia?

No permitamos que el chisme robe nuestro crecimiento espiritual, al no vivir de acuerdo a la voluntad de Dios.

Desarrollemos una mente buena y limpia. No permitamos que nuestra mente sea consumida por malos pensamientos sobre otros. 

La próxima vez que alguien se acerque para chismear: ¡Detenlo! ¡Evítalo!

Recordemos la advertencia de Santiago:

¡Hermanos míos, esto no debe ser así!

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