«Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.» (Mateo 6.6)

Jesús es claro y no le da vueltas al asunto: si queremos crecer en nuestra relación con Dios, hay una forma sencilla y práctica de lograrlo. ¿Cuál es? Pasar tiempo a solas con él.
Es que en medio de tantas actividades y la avalancha de información que recibimos a diario, podemos olvidar que la oración es, fundamentalmente, una relación continua con nuestro Padre que está en el cielo.
Un gran predicador acostumbraba decir: «Solo quienes pasan tiempo con Jesús llegan a parecerse a él.» ¡Cuánta razón tienen sus palabras! Porque al igual que sucede con nuestro vocabulario y nuestra manera de ser cuando pasamos mucho tiempo con amigos –¡llegamos a parecernos en un montón de cosas!– también ocurrirá lo mismo si cultivamos una relación diaria con nuestro Dios.
Por eso, cada día hagamos lo posible por buscar un sitio tranquilo en el que estemos a solas para hablar con Dios como si se tratara de nuestro mejor amigo (¡porque lo es!). Y recordemos: antes de presentarle nuestro listado de peticiones, preparemos la mente y el corazón para conocerlo, permitiendo que el Padre nos rodee con sus brazos de amor.
Sumérgete: Animémonos a hablar con Dios cada día y expresémosle nuestro amor con nuestras propias palabras.