¿Cómo sabemos que la Biblia es la Palabra de Dios?

¿Cómo sabemos que la Biblia es la Palabra de Dios?

Si bien este es un tema muy interesante y que exige mucho estudio y dedicación, trataremos de resumirlo. 

En la Biblia tenemos 66 libros, escritos por 40 escritores, en tres continentes, en tres idiomas (hebreo, arameo [AT], y griego [NT]) a lo largo de 1500 años. Hay libros históricos, sapienciales (de la sabiduría o relacionados a ella), épicos, poéticos, teológicos, proféticos, etc., pero cuando la analizamos de cerca, nos damos cuenta de que la Biblia no es un conjunto de 66 libros, sino un solo libro que muestra una unidad histórica, profética, teológica, etc., lo que es algo sorprendente, que solo sería posible si detrás de la misma existiera una mente que lograra eso. 

Por otro lado, la Biblia es un libro singular, distinto a cualquier otro libro religioso. Cualquier musulmán dirá que el Corán es perfecto palabra por palabra; dictado por Alá y escrito por Mahoma, y que el original fue escrito en árabe y guardado en el cielo. Ninguna traducción será considerada aceptable pues el único idioma que es permitido es el árabe. La Biblia no afirma tal perfección verbal. Nosotros creemos que una palabra podría ser mejor que otra y por eso tenemos tantas revisiones y traducciones. 

Cuando analizamos la Biblia y nos enfocamos en el esquema profético desde Génesis hasta Jesucristo el resultado es asombroso. Por ejemplo. El libro de Daniel, que fue escrito en el siglo v antes de Cristo, nos dice que en algún momento vendría un imperio enorme, que ese gran imperio sería liderado por un fuerte líder desde el Occidente que dominaría el mundo conocido, pero que en un momento su imperio sería dividido en cuatro, que esos cuatro se unirán en dos para finalmente unirse como solo uno.  

Cuando ubicamos históricamente a la profecía de Daniel, escrita en el siglo v, y la comparamos con lo que sucedió con Alejandro el Grande, veremos que el vasto imperio de Alejandro, en el 300 a.C., fue de repente destruido después de su muerte, antes de cumplir 30 años, dividido entre sus cuatro generales, que dos imperios surgen de esos cuatro generales (los imperios ptolomeo y seléucida) y que finalmente emergen como el Imperio romano. Daniel escribió siglos antes de que esto sucediera tan específicamente. 

Si miramos a la profecía de Zacarías, quien describe la crucifixión de Cristo 300 años antes de que sucediera, si observamos la profecía de Isaías, escrita 600 años antes de Cristo, que muestra cómo sufriría el Cristo, y si estudiamos todas las otras profecías que anunciaron siglos antes y de forma perfecta lo que sucedería en ciertos momentos de la historia, no nos queda otra que aceptar que hay algo diferente en este libro. 

Para llevarlo a números. Si tomamos solo las diez profecías principales que anuncian los distintos eventos que se cumplieron en Cristo y con la precisión con que se cumplieron, es como el siguiente ejemplo, que nos presentan ciertos estadísticos que estudiaron las profecías de la Biblia: 

«Para que se cumplan esas profecías sería lo mismo que marcar una moneda con tus iniciales, y decirle a alguien que inunde un territorio de 300 000 km cuadrados con monedas idénticas, pero sin marcar, hasta una altura de 15 centímetros, y luego que camine todo lo que quiera, hacia cualquier dirección y que esconda la moneda a la profundidad que quiera, y después le decimos a la persona que firmó la moneda y que no vio dónde fue escondida, que vaya y encuentre la moneda con una sola posibilidad». Es decir, estadística y absolutamente imposible. 

Cuando analizamos este tipo de cosas, inmediatamente vemos lo sobrenatural. 

Cuando tomamos el elemento histórico y el elemento milagroso solo podemos ver una autenticidad que no se ve en ningún otro libro sagrado. Todo eso apunta a la persona de Cristo en quien se cumplen ajustadamente todas las profecías del AT escritas, al menos, más de cuatro siglos antes de que alguien siquiera imaginara su venida y de la manera en que llegó.  

Bruce Metzger, erudito del NT, dice que si tomamos las 20 000 líneas del NT hay un 99,6% de exactitud en todo lo que dice (con respecto a sus documentos originales) apoyado por más de 5000 documentos en griego, 5000 documentos en latín y más de 5000 documentos en otros idiomas. Ningún otro libro (antiguo o moderno) cumple semejante exactitud en lo que dice, desde todo punto de vista.  

La revista Time dijo en 1988: «Una cosa que no podemos negar del cristianismo es la documentación que estuvo disponible a lo largo de los siglos». 
 

Ahora bien, ¿todo lo de arriba induce a la fe? NO. ¿Todo lo dicho responde a todos los interrogantes que tenemos? NO. De lo contrario no sería fe. Pero una vez que uno entra en la fe y evalúa a través de la razón todos los elementos que dan apoyo a la fe el resultado es sorprendente. 

Una vez, estaban Sherlock Holmes y el Dr. Watson en el campo y Holmes le dice: «Watson, mira hacia arriba. ¿Qué ves?». A lo que Watson responde: «Veo estrellas, estrellas y más estrellas». Holmes le pregunta: «¿Qué te dice eso, Watson?». Él responde: «Astronómicamente, me dice que hay miles de galaxias y potencialmente billones de planetas; astrológicamente me dice que Saturno está en Leo; también me dice que son las 2:45 am; meteorológicamente me dice que mañana será un hermoso día; teológicamente me dice que nosotros somos un ínfima parte de un gran todo. ¿Qué te dice a ti, Holmes?». A lo que Holmes responde: «¿Cómo puedes ser tan ciego, Watson?, ¡alguien ha robado nuestra carpa!». Podemos ser muy profundos en una respuesta, y perder de vista el punto principal. Creo que perdemos de vista hacia dónde iría la vida si buscáramos definirla sin Dios.  

Tratar de definir la vida después de haber perdido todo punto de referencia es lo que nos pasa si decidimos vivir nuestra existencia sin ninguna referencia trascendente. 

La Biblia es, innegablemente, la perfecta Palabra de Dios. Lo creemos por medio de la fe, y lo comprobamos por medio de la razón. ¡Gracias a Dios por su perfecta Palabra! 

«Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra» (2 Timoteo 3.16-17). 

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