Siempre es difícil cambiar los malos hábitos; no creamos que será una tarea fácil, pero es sin dudas posible con la ayuda del Señor. Respecto a su dificultad, las Escrituras dicen: «¿Acaso pueden los etíopes cambiar la piel, o los leopardos cambiar sus manchas? ¡Pues tampoco ustedes pueden hacer el bien, ya que están habituados a hacer el mal!» (Jer 13.23). Pero en cuanto a la posibilidad de cambiarlos, sabemos que «nada hay imposible para Dios» (Lc 1.37).
Como bien dijimos, vencer los malos hábitos puede ser una tarea difícil, pero desde una perspectiva cristiana, se puede lograr a través de la fuerza y la gracia de Dios. La Biblia nos enseña que podemos superar los hábitos que nos estén deteniendo en nuestro camino hacia la santidad y la voluntad de Dios en nuestra vida.
La oración es una aliada insuperable para vencer los hábitos malos; por lo tanto, debemos orar y pedir ayuda a Dios para superarlo. Dios es nuestro aliado en la lucha contra el pecado y nos ayudará si nos acercamos a él con humildad y sinceridad. Pidámosle a Dios que nos dé la fuerza necesaria para superar el hábito y que nos guíe en el camino hacia la santidad. Pero la oración no es lo único que tenemos a nuestro alcance para abandonar un hábito pecaminoso.
La capacidad de desarrollar hábitos es una bendición, pues nos permite realizar tareas de forma automática y efectiva. Sin embargo, cuando los hábitos son hábitos malos, siempre son difíciles de erradicar. ¿Cómo podríamos erradicar esos hábitos pecaminosos?
- Primero que nada, es importante reconocer la raíz del problema; es decir, qué lo causa. Los hábitos malos son el resultado de actitudes y patrones de pensamiento erróneos. Por lo tanto, para vencer un hábito malo, es importante identificar y tratar la raíz del problema, no solo los síntomas.
- Luego de identificar esa raíz, debemos arrepentirnos por haber estado practicando ese hábito. Esto implica reconocer que el hábito es pecaminoso y pedir perdón a Dios. Debe ser un arrepentimiento sincero y debemos estar dispuestos a hacer lo que sea necesario para cambiar.
- Como los hábitos son difíciles de cambiar, es importante reemplazar el hábito malo por uno bueno. Esto significa identificar un hábito alternativo que sea saludable y constructivo. El apóstol Pablo, en su carta a los Efesios, da varios ejemplos de este «intercambio» positivo. Por ejemplo, Pablo dice: «El que antes robaba, que no vuelva a robar; al contrario, que trabaje y use sus manos para el bien, a fin de que pueda compartir algo con quien tenga necesidad» (Ef 4.28). Este proceso de «desvestir y revestir» presentado por Pablo en Efesios 4 es muy importante en todo el proceso de deshabituarnos de los hábitos malos y revestirnos de los hábitos de santidad que Dios busca en nosotros.
- Hay otro paso que es muy importante para continuar con el proceso de cambiar hábitos malos por hábitos de santidad, y es el de renovar nuestra mente. En su carta a la iglesia de Roma, Pablo dice: «No adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto» (Rom 12.2). Es importante que renovemos nuestra mente con la Palabra de Dios. Esto significa estudiar la Biblia y aprender los principios bíblicos que se aplican al hábito en cuestión. Al renovar nuestra mente con la verdad de la Palabra de Dios, tendremos las herramientas y la fuerza para cambiar los hábitos malos por hábitos de santidad.
- También, debemos resaltar la importancia de perseverar y confiar en Dios. Vencer un mal hábito puede ser una lucha larga y difícil. Pero con la ayuda de Dios y la comunidad de la iglesia, podemos lograrlo. Dios es fiel y nos dará la fuerza y la gracia para superar esos hábitos perniciosos.
Por último, no dudemos en involucrar a algún hermano en nuestra lucha. Un hermano que se comprometa a la par de nosotros con el cambio que queremos lograr. Que nos llame, nos pregunte cómo vamos, que esté cerca de nosotros cuando caemos en los viejos hábitos. Dice Pablo a la iglesia de Tesalónica: «Por lo tanto, anímense y edifíquense unos a otros, como en efecto ya lo hacen» (1 Ts 5.11).
Como conclusión, debemos recordar que la Biblia es nuestra guía en la vida cristiana y nos proporciona la sabiduría y el aliento que necesitamos para superar los malos hábitos. Veamos por último algunos versículos bíblicos que nos vendrán muy bien cuando los hábitos pecaminosos presentan resistencia:
«Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces» (Jer 33.3).
«Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar» (Mt 11.28).
«Presta atención a mi sabiduría, inclina tu oído a mi entendimiento, para que guardes consejo y tus labios conserven el conocimiento» (Pr 5.1-2).
«Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada» (Stg 1.5).
«Y todo lo que hagan, ya sea de palabra o de hecho, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él» (Col 3.17).
«El Señor es mi roca, mi fortaleza y mi libertador; mi Dios, mi roca en quien me refugio; mi escudo, la fuerza de mi salvación, mi torre alta» (Sal 18.2).