«…el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.» (2 Corintios 1.4)

¡Cuántas veces hemos vivido situaciones que no deseábamos! Momentos en los que nuestra fe perecía caerse al piso y no lográbamos encontrar una salida. Es entonces cuando llega la tentación de perder la esperanza y abandonar el camino.
Tal vez hoy no comprendamos los motivos de nuestro sufrimiento y nos preguntemos cuál será la razón por la que debemos atravesar esas circunstancias. Pero aunque ahora no entendamos todo, tengamos presente una realidad: los problemas, las tentaciones, las enfermedades, las pruebas, las dificultades y las crisis tienen la capacidad de ayudarnos a crecer como personas.
¿De qué manera?
- En primer lugar, las dificultades nos ayudarán a acercarnos más a Dios, una de las decisiones más importantes que debemos tomar en cada etapa de la vida. Él es nuestro creador y sabe muy bien lo que pensamos y sentimos. Hablemos con él y pidámosle su consuelo, es decir, su ánimo y fuerzas para avanzar.
Por otro lado, no pensemos solo en nosotros; consideremos que nuestra experiencia será de muchísima ayuda para alentar a otras personas que atraviesen momentos similares. ¡Animar a los demás con nuestro ejemplo y el consuelo que hayamos recibido de Dios durante nuestra experiencia!
¡Consolados para consolar!
Sumérgete: Pensemos en los problemas que hemos tenido que enfrentar. ¿De qué manera podemos ayudar a otros en base a nuestra experiencia? Acerquémonos a la gente, contémosle cómo vivimos nuestros conflictos y alentémosla con las promesas de la Biblia.