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Contexto cultural del Antiguo Testamento — Parte 2

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Resumen:

A grandes rasgos se puede decir que en el mundo del antiguo Próximo Oriente los matrimonios eran convenidos por las familias respondiendo a intereses colectivos. El matrimonio era en cierto sentido un intercambio: la joven desposada pasaba a ser responsabilidad del esposo; su virginidad era prueba de honor para las dos familias. En este intercambio se incluían muestras materiales: el joven esposo tenía que recompensar con bienes materiales a la desposada y a sus familiares, y estos a su vez le daban una dote matrimonial a la hija desposada. Lo que se buscaba en un esposo era el honor, la protección y el sustento material. En este tipo de matrimonios había una estricta división de funciones: la mujer era parte de la producción económica del hogar y el varón representaba los intereses de la familia ante la comunidad. La tarea doméstica de la mujer era de máxima importancia. Esto podría implicar el manejo de sirvientes y del negocio de la familia como se describe en Proverbios 31. Generalmente, la nueva pareja iba a vivir en casa de los familiares del esposo. Aunque hay textos que reflejan una variedad de costumbres a través de los tiempos. Por ejemplo, en Gn 2.24 el narrador comenta: Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa y los dos llegan a ser como una sola persona. En el caso de Jacob y Moisés (Gn 29.1-14; Ex 2.21; 3.1) vemos que ellos fueron a vivir con sus suegros. En todo caso, la costumbre más difundida era la de «patri-localismo», es decir, ir a vivir con los padres del esposo.

Por Marlon Winedt

En el concepto de matrimonio de las culturas contemporáneas occidentales, el individuo es primordial. Cada quien se casa por decisión propia —por amor o por algún interés personal—y aunque se practica la costumbre de un compromiso, sea formal o informal, este no tiene el mismo valor que el matrimonio. Tampoco se espera una retribución material o económica de parte de ninguno de los contrayentes, y dependiendo de la relación que se establezca entre los contrayentes y sus familiares, estos últimos pueden decidir si contribuirán o no materialmente para la boda. Desde esta perspectiva, resulta muy importante la actitud de compañerismo, así como la atracción personal entre los futuros cónyuges. La novia no es vista como una responsabilidad que pone en peligro el honor de su familia, mucho menos el de la familia del novio. El ideal del matrimonio occidental es la relación equitativa. Como dijimos anteriormente, en muchos lugares se da una mezcla de los dos modelos. Más y más se ve que las funciones en el matrimonio occidental van variando y las variantes dependen de los gustos personales o las necesidades particulares de cada pareja, más que de alguna norma obligada por la sociedad. Finalmente, en relación con el tema de la vivienda, hoy en día predomina el concepto de que al casarse la pareja forma un hogar independiente («neo-localismo») del hogar original de ambos, aunque se mantengan diversos grados de relación con los mismos.

Queda mucho por decir sobre las costumbres matrimoniales en la cultura mediterránea antigua. Temas tales como la poligamia y el concubinato, aunque interesantes, nos alejarían de los propósitos de este artículo. En la Biblia encontramos información sobre diferentes aspectos culturales, con las variantes debidas al transcurso del tiempo, los regionalismos y los matices individuales. Por ejemplo, en la región de Mesopotamia, la novia misma daba su consentimiento para concretizar el contrato matrimonial. Algo de eso se ve en el hecho de que Rebeca debió consentir en ir con el siervo a Palestina (24.57-58); en este caso la joven decidió cuándo se culminaría el pacto matrimonial y no propiamente la aprobación, o rechazo, del mismo. Esta última parte de la negociación —el tiempo desde el cierre del compromiso de matrimonio hasta la celebración propia de la boda y el paso de la joven desposada a la casa de su esposo— podía tomar mucho tiempo en cumplirse, particularmente cuando el arreglo entre las dos familias se hacía cuando los contrayentes eran niños. En el caso de Rebeca, la consumación del matrimonio ocurrió cuando ella llegó a Palestina.

Contexto cultural del Antiguo Testamento — Parte 2

La bendición

Antes de llegar al final de este relato, observemos algunos detalles en relación con la bendición que la familia dio a Rebeca (Gn 24.60):

Y bendijeron a Rebeca de esta manera:

«Oh, hermana nuestra,
¡que seas madre de muchos millones! (lit. que seas miles y diez miles)
¡que tus descendientes
conquisten las ciudades de sus enemigos!» (lit. posean las puertas)

Una bendición pronunciada por un ser humano es realmente la expresión de un deseo, de una oración para que Dios bendiga a la otra persona. Solamente Dios puede hacer efectiva la bendición. Al pronunciar una bendición, la persona con autoridad —el sacerdote o el pater familias— pasaba a la otra persona la vida o algún aspecto de la vida. Actos verbales como una bendición o una maldición cargaban en sí una vitalidad concreta.

Es interesante destacar el contenido de la bendición, la cual consiste de dos expresiones superlativas: la primera expresa el deseo de que Rebeca llegue a ser «madre de muchos millones».1 La segunda alude a una cita casi textual de la promesa de Dios a Abraham en Génesis 22.17:

…te bendeciré mucho. Haré que tu descendencia sea tan numerosa como las estrellas del cielo y como la arena que hay a la orilla del mar. Además, ellos siempre vencerán a sus enemigos…2

No cabe duda de que la bendición a Rebeca es un referencia deliberada de la promesa hecha a Abraham como parte de la alianza divina.

Contexto cultural del Antiguo Testamento — Parte 2

Escena 4: El siervo, Isaac y Rebeca en Canaán (vv. 62–67)

Cuando el siervo llega con Rebeca a Canaán, el pacto matrimonial se consolida. Las acciones de «ver» y «no ver» juegan un papel importante en el desenlace de este relato. Isaac, el prometido vio que unos camellos se acercaban —así reconoció él la llegada de su prometida. Isaac estaba regresando de un pozo llamado «El que vive y me ve». Rebeca, la prometida, miró a Isaac y le preguntó al criado quién era ese hombre. El criado le contestó que era su amo —es probable que el narrador esté insinuando que Abraham ya habría muerto, por eso el siervo se refirió a Isaac con el título de amo. A continuación transcribiremos el texto señalando las palabras relativas a la acción de ver/mirar; esto nos ayudará a observar mejor cómo el narrador comunica el mensaje central de este relato de un matrimonio arreglado.

62 Isaac había vuelto del pozo llamado «El que vive y me ve», pues vivía en la región del Négueb.
63 Había salido a dar un paseo al anochecer. En esto vio que unos camellos se acercaban.
64 Por su parte, Rebeca también miró y, al ver a Isaac, se bajó del camello
65 y le preguntó al siervo:
–¿Quién es ese hombre que viene por el camino hacia nosotros?
–Es mi amo –contestó el siervo.
Entonces ella tomó su velo y se cubrió la cara.
66 El siervo le contó a Isaac todo lo que había hecho.
67 Luego Isaac llevó a Rebeca a la tienda de campaña de su madre Sara, y se casó con ella. Isaac amó mucho a Rebeca, y así se consoló de la muerte de su madre.

Isaac había ido al mismo pozo donde Agar—la sierva despreciada por Sara, quien sería la madre de Ismael—había tenido un encuentro con Dios. Allí Dios ayudó a Agar y le dio promesa de vida para ella y su descendencia (Gn 16.13-14). Por esa razón ella llamó al pozo «El que vive y me ve». No es muy claro el propósito de la ida de Isaac a ese pozo; la expresión usada en hebreo puede traducirse por: meditar, lamentar, o caminar—la DHH tradujo: Había salido a dar un paseo. En el versículo 67 leemos que al casarse Isaac se consoló de la muerte de su madre. Es evidente que Isaac estaba sufriendo la ausencia de su madre—y aunque no es explícito, Abraham ya podría haber muerto. La promesa de Dios a Abraham pasaría directamente a su hijo Isaac, el hijo de la promesa. Esa promesa no podría cumplirse sin la mujer idónea. Por ello, es que la expresión «El-que-vive-y-me-ve», ahora se aplica a Isaac, quien alza los ojos y ve que Dios ha llegado al socorro del clan de Abraham. El mismo Dios quien animó a Agar, la esclava desolada, junto al pozo, contesta a las ansiedades de Isaac después de su visita al pozo. Rebeca ve a Isaac y ¿que hace? ¡Se cubre la cara con un velo! Después de haber visto el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham, se le es prohibido esta dicha a Isaac. El poder contemplar la dicha futura esposa queda reservado para una «mirada futura», la permanente, la que solo ocurrirá después o durante de la etapa culminante de esta alianza matrimonial (24.67): Luego Isaac la trajo a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer y la amó.

De algunos textos de Génesis (Gn 12.14; 24.15; 26.7), se puede deducir que las mujeres no llevaban velo en toda ocasión. En la época de los patriarcas, sí existía la costumbre de mantener con velo a la novia durante toda la fiesta de boda, mismo que se quitaría en el momento de consumar el matrimonio (Gn 29. 23-25). En la cultura mediterránea, la belleza de la mujer, su feminidad, eran exclusivamente reservadas para el esposo. Descubrimientos arqueológicos indican que en la antigua Palestina, incluso entre los Cananeos, el velo siempre se llevaba puesto durante relaciones sexuales. En ese caso, nos parece que tiene que ver con la sumisión de la mujer al esposo. Habrá que indagar este tema en otra ocasión, ya que hay que encuadrarla dentro de un contexto mas amplío, la de la sexualidad en el mundo antiguo.

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Notas y referencias

[1]En las promesas de Dios a Abraham constantemente aparece el verbo hebreo rbh, traducido literalmente como «hacer numeroso», «multiplicar» (1:28; 9:1; 17:2; 22:17). Esas mismas consonantes (porque el hebreo es un idioma preferentemente consonantal) aparecen en el nombre de Rebeca (Ribkah, «bendita»); es decir, que «Rebeca» además de significar «bendita», también conlleva, por la presencia de las consonantes rbh, el sentido de «multitud» o «diez mil» (rbbh).

[2] En RVR la traducción literal de esta expresión es: «y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos».;

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Bibliografía

Las citas bíblicas son de Dios Habla Hoy: La Biblia de Estudio (1994) o de Reina Valera Revisada: Biblia de Estudio (1995). Ambas Biblias contienen una excelente selección de datos de trasfondo cultural en sus notas de estudio.

Bruce J. Malina. El mundo del Nuevo Testamento: Perspectivas desde la antropología cultural. Estella: Editorial Verbo Divino, 1995.

______________El mundo social de Jesús y los evangelios: La antropología cultural mediterránea y el Nuevo Testamento. Santander: Editorial Sal Terrae, 2002.

______ y Richard L. Rohrbaugh. Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I. Estella: Editorial Verbo Divino, 1996.

Derek Kidner. Génesis. Buenos Aires: Ediciones Certeza, 1974.

Gerhard von Rad. El libro del Génesis. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1977.

Esteban Voth. Génesis: primera parte (1–11). Comentario bíblico hispanoamericano. Miami: Editorial Caribe, 1992.

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