Contexto cultural del Nuevo Testamento — Parte II

Contexto cultural del Nuevo Testamento — Parte 2

La cultura del Mediterráneo del siglo I — Parte II

Mateo 22.15-21 refiere el incidente entre Jesús y un grupo de adversarios (fariseos y herodianos). Se trata de la trampa que estos le ponen a Jesús respecto del impuesto al Imperio romano. En primer lugar, este texto se inserta en la dinámica ya tratada en este capítulo conocida como «desafío y respuesta». Que el grupo de adversarios fuera formado por fariseos y herodianos no deja de tener, además del lado irónico, un problema grave para Jesús. Los fariseos representaban a quienes no querían nada con el Imperio y los herodianos a los que apoyaban a Herodes y todo lo referente al Imperio. De tal modo que la respuesta a la pregunta sobre el impuesto ponía a Jesús, literalmente, «entre la espada y la pared». Si decía que «no era lícito» dar tributo al Imperio, entonces quedaba mal con todos aquellos que lo apoyaban, representados por los herodianos. Si decía que «sí era lícito» quedaba en problemas con los fariseos y todos aquellos que consideraban el tributo romano como una complicidad con los paganos, y por lo tanto aceptar la contaminación y la impureza.

Por Edesio Sánchez Cetina

Cuando Jesús solicita una moneda, esta era sin duda la utilizada para el impuesto: el denario romano que llevaba grabada la imagen del Cesar y el título, «Tiberio Cesar, Augusto, hijo del divino Augusto». Ya esa pregunta coloca a los fariseos a la defensiva e incómodos. Quien poseyera esa moneda quedaba impuro; de tal modo que aunque alguno de los herodianos la tenía, los fariseos de alguna manera eran cómplices de esa impureza. La pregunta prácticamente obliga a Jesús a considerar no solo el problema político, sino sobre todo el religioso. Si Jesús aceptaba el impuesto, no solo era considerado impuro, sino sobre todo idólatra. Dar impuestos a Roma era tácitamente aceptar la divinidad del Cesar y «adorarlo».

En la interacción del «desafío/respuesta», el grupo de adversarios tenía en mente dejar a Jesús en vergüenza; deshonrarlo en público, delante de sus seguidores. Por eso se unen dos grupos antagónicos a desafiar a Jesús. Cualquier respuesta de Jesús lo dejaría malparado frente a alguno de los dos tipos de adversarios. Jesús, por supuesto, entendía que no era una pregunta inocente buscando información o consejo sobre algo que se esperara fuera del dominio y competencia de un maestro como lo era Jesús. Su honra estaba en juego, y tenía que salir airoso. Por eso «voltea la tortilla» y contrataca con otra pregunta, buscando a la vez deja en ridículo y vergüenza a sus adversarios. Con la doble respuesta que da, después de la respuesta de sus adversarios, Jesús responde a cada uno como se lo merecían y de alguna manera esperaban: «denle al Cesar lo que le corresponde, y a Dios lo que le pertenece a él». Veladamente les dice: «si ustedes quieren pagar el impuesto al Imperio, háganlo con lo mismo que el Imperio ha establecido —este es un asunto muy de ustedes—; pero déjenme decirles que a Dios ninguno de ustedes le han dado lo que es debido» (Malina-Rohrbaugh: 113-114).

CONTEXTO CULTURAL DEL ANTIGUO TESTAMENTO Parte II

Las parábolas

En su enseñanza como maestro, Jesús recurrió a los «cuentos» o «relatos didácticos» tomados de las experiencias cotidianas de su público. En esos relatos, Jesús incluyó muchos elementos culturales que le sirvieron para acentuar el peso de sus enseñanzas.

En el caso de la parábola del «Padre que tenía dos hijos» (Lc 15.11-32), Jesús arma un relato en el que cada miembro de la familia (el padre, el hijo mayor y el hijo menor) rompiera con sus actitudes y acciones varias prácticas culturales propias de la cultura de las aldeas palestinas.

El hijo menor hizo todo lo contrario de lo que las normas culturales pedían de su conducta; es decir, trajo vergüenza a la casa paterna y por ende a la aldea. La petición de la herencia era, en esa cultura, desear la muerte inmediata del padre. Por otro lado, cada acto que hizo después de haber mal gastado su dinero añadía impureza sobre impureza:

(1) por convivir y compartir con gentiles;

(2) por trabajar entre cerdos;

(3) por intentar comer algarrobos silvestres. Finalmente, Jesús bien sabía que para su audiencia, lo que el hijo menor había logrado era una deshonra total de la aldea, y su regreso sería de una humillación sin límites frente a las otras aldeas. Su regreso, en esa cultura, significaba el peligro de morir apedreado.

El padre desobedeció, por amor a su hijo, varias normas culturales:

(1) de acuerdo con la cultura del Medio Oriente, ningún anciano honorable debería correr en público —al hacerlo tenía que arremangarse la túnica y mostrar las piernas en público. Pero el padre, exponiéndose a la ignominia, se adelanta a la reacción hostil de la población de la aldea, y protege al hijo infiel.

(2) Al ponerle anillo, calzado y la mejor ropa, el padre estaba restituyendo al joven como hijo de la casa y, más aún, al ponerle la mejor ropa —es decir, la suya propia— estaba diciendo en público que le estaba dando el mismo estatus de «patriarca» que él tenía.

CONTEXTO CULTURAL DEL NUEVO TESTAMENTO Parte II

(3) El matar y asar el becerro mejor cebado implicaba que el padre quería restituir al hijo, no solo al seno familiar, sino a toda la aldea.

Por su parte, el hijo mayor insulta a su padre en público al no aceptar ni la decisión ni la conducta del padre. Lo deshonra, también, al no usar ningún título de honor y respeto al hablar con él.

Como segundo ejemplo tenemos Lucas 10.25-37 («El buen samaritano»). Este relato, de acuerdo con los estudios de antropología cultural, se ubica en los se ha denominado «desafío-respuesta». Aquí tenemos a dos «maestros conocedores de las Escrituras» frente a frente. El «Maestro de la Ley» —perteneciente a uno de los grupos más importantes en la Palestina de la época de Jesús— le pone una «trampa» a Jesús, es decir, lo desafía con miras a ponerlo en entredicho frente a sus seguidores. Como era de esperarse, Jesús contrataca con una «respuesta» desenmascarando a su adversario y poniéndolo en «vergüenza». En el caso de Jesús, el tema no terminaba en «derrotar al adversario», sino en dar una lección a sus seguidores.

Además de lo anterior, ¿qué otros elementos culturales propios del Mediterráneo del siglo I afloran en esta parábola? En primer lugar, notamos que el «Maestro de la Ley» hizo dos cosas que manifiestan su actitud hacia Jesús: «se levantó» y llamó «maestro» a Jesús (v. 25). Al respecto dice Bailey (77): «En el Oriente Medio, el alumno siempre se levanta para dirigirse al maestro o profesor, por cortesía. En este caso, el Maestro de la Ley no solo se levanta, sino que se dirige a Jesús llamándolo “maestro”. Si no considera a Jesús como superior a él, ese Maestro, por lo menos, lo tiene por igual». Al considerarlo como «igual», la trampa que le ponía a Jesús tenía, sin duda, el propósito de «rebajar» a Jesús. La pregunta con la que Jesús contrataca, demuestra que este no tiene la menor intención de ser «rebajado» por el adversario.

En segundo lugar, en el versículo 30, Jesús, ya narrando la parábola propiamente, coloca a su auditorio, de manera especial al Maestro de la Ley, «entre la espada y la pared». En ese versículo, Jesús «pinta una escena» en la que la víctima de los salteadores quedó desnuda. Esta condición del herido no es un dato curioso; es un detalle que Jesús construye con la habilidad de un gran maestro, y le da al drama una tensión clave para la resolución de la historia. ¿Qué buscaba lograr Jesús con este dato? Veamos. En el Medio Oriente o mundo del Mediterráneo convivían un número importante de comunidades étnico-religiosas.

Contexto cultural del Nuevo Testamento-Parte II

El viajero de esa época podía identificar a los «extraños» de dos maneras: por su manera de hablar o por su vestimenta. En la Palestina de Jesús se usaban una cantidad sorprendente de lenguas y dialectos —además de los varios dialectos del hebreo, tenemos: el arameo, el griego, el asdodeo del sureste, el samaritano, el fenicio, el árabe, el nabateo y el latín. En las travesías y por los caminos de Judea, el viajero podía tener la certeza de que aquel con quien se cruzara era un extraño o un judío. Con unas cuantas preguntas rápidas el viajero podría percatarse del idioma o dialecto del otro viajero. Pero si la persona no podía hablar por alguna razón —por ejemplo si estaba tirado inconsciente—, un vistazo a la ropa permitiría deducir de quien se trataba. Así como sucedía con la lengua, también el modo de vestir variaba de etnia a etnia. Sin embargo, qué se podría hacer si la persona estaba a la vez inconsciente y desnuda. Y aquí estaba precisamente el genio pedagógico de Jesús. El propósito de Jesús era indicarle al Maestro de la Ley y a su audiencia que la respuesta a la pregunta sobre «el prójimo» tenía que trascender toda frontera: racial, étnica, lingüística. De acuerdo con la historia de Jesús, el hombre tirado a la vera del camino era simple y llanamente un «ser humano en situación de necesidad». Nadie que pasare junto a él podía considerarlo «suyo» o «ajeno». ¡No pertenecía a ninguna comunidad étnica ni religiosa! Su estado de inconsciencia y desnudez exigía un compromiso y solidaridad de todo quien pasara junto a él, no importaba si era judío o samaritano, sacerdote o levita (Bailey: 85-86).

Jesús y la proclamación del reino de Dios

En ningún otro asunto se vuelve casi imprescindible estar familiarizado con la cultura del Mediterráneo del siglo I que con el tema del reino de Dios. Sobre todo cuando se consideran quiénes fueron los destinatarios privilegiados de la proclamación y acciones de Jesús respecto del reino. Lo que Jesús dijo, enseñó e hizo demostró quién realmente era él, a quiénes invitaba a ser parte del reino y quiénes se constituyeron sus enemigos, que finalmente lo mataron.

Por el tipo de enseñanza que dio y por el tipo de milagros que realizó, bien se nota que el reino de Dios no podría definirse de otra manera más que como un orden libre de toda dominación, caracterizado por el compañerismo, la interdependencia, la igualdad de oportunidades y el respeto mutuo. Este reino igualitario repudia a cualquier sistema que vaya en contra de todo proyecto que tenga por meta la búsqueda de una vida humana plena; es decir, el reino proclamado y vivido por Jesús, va contra sistemas que opten o apoyen la violencia, las jerarquías dominantes, el patriarcado, el racismo y el autoritarismo (Wink, 1992: 107).

A partir de esta definición, no nos es difícil descubrir qué opinión tenía Jesús de la élite que controlaba la vida de la mayoría de la población en Palestina, y de quienes los apoyaban. Sin embargo, una lectura más cuidadosa del Evangelio nos permite reconocer que la «enemistad» de Jesús no solo era contra esa élite y, de algún modo, contra el Imperio romano, sino como dice la definición, «contra todo tipo de dominación». Eso hizo que Jesús se considerara como delincuente, en primer lugar, para las autoridades locales judías, pues atentaba contra el orden establecido de la región. Pero también lo fue para los judíos, porque el programa del reino atentaba contra los intereses de las varias instituciones sociales que perpetuaban la dominación y otros males. Jesús, para los líderes judíos, alteraba con su enseñanza, predicación y conducta el discurso normativo de la tradición judía en todo lo referente a:

• La familia- El patriarcado
• La ley- El sistema de clases
• El sistema sacrificial- El uso de la violencia
• El templo- Divisiones raciales
• Las regulaciones de la comida kosher
• La distinción entre puro e impuro
• Las divisiones étnicas
• Las distinciones entre «los de adentro» y «los de afuera»

Eso explica por qué siempre hubo resistencia de parte de las autoridades de todo tipo con cosas que Jesús dijo o hizo, y que ahora parecen «nada del otro mundo», como tocar a un niño o hablar en plena sinagoga con una mujer encorvada y tocarla (Lc 13.10-17). Rechazó la dominación en general (Lc 22.24-27); luchó por la igualdad (Lc 16.19-31); desbarató los conceptos de santidad y pureza: fue amigo de prostitutas, cobradores de impuestos, samaritanos, tocó mujeres, se dejó tocar por ellas, tocó leprosos, niños; luchó contra el racismo y etnocentrismo (Mt 8.5-13); redefinió el concepto de familia (Lc 14.26; 12.51-53); le dio a la ley su verdadera dimensión; el templo y el sistema sacrificial fueron también puestos en la mesa del cirujano (Mt 9.13; 12.7); optó por la resistencia no violenta (Mt 5.38-42); su postura hacia los niños y las mujeres fue de total aceptación y privilegio; sanó a la gente más marginada y rechazada, y libró del poder de los espíritus malignos a quienes estaban atados por ellos.

Jesús se opuso de forma tan radical a todo lo que significaba dominación, que hasta cuando presentó alternativas a ella, no las estableció como leyes ni como principios, sino como sugerencias creativas para «desestabilizar» a los dominadores y poderosos. Tomemos como ejemplo Mateo 5.38-41:

38 Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos (Mt 5.38-41, RVR-60).

La palabra «resistir» en griego (antistemi) significa realmente «resistir con violencia». La intención de Jesús no era ni el sometimiento «dócil» ni la violencia, sino la resistencia no violenta. En esta línea, la expresión del versículo 39 debería decir: No respondas con violencia a la violencia. Es decir, de las tres posibles respuestas a la violencia —posición violenta, pasividad y militancia no violenta—, Jesús toma el tercer camino.

¿Cómo leer el texto de Mateo desde el «camino» elegido por Jesús?
1. El dicho de Jesús sobre «la mejilla» debe explicarse a partir del contexto cultural y social de la época. En primer lugar, quién es el que «golpea» y quién recibe el «golpe». Para que alguien te golpee en la mejilla derecha, tendría que usar la mano izquierda si la intención es darte un puñetazo. Pero en la cultura del mediterráneo del primer siglo, la mano izquierda era la «siniestra», la de las tareas vedadas o impuras. La única otra alternativa era pegar con la derecha, y para lograrlo, solo se puede hacer con el dorso de la mano.

Un golpe con la mano derecha en la mejilla derecha no el resultado de una pelea entre iguales, sino un insulto, una humillación. Y esto nos lleva al sujeto del golpe y al receptor del mismo. En este tipo de «golpe» el que daba la bofetada era un superior y el que lo recibía un inferior: el amo golpeaba al esclavo, el marido a la esposa, el padre al hijo, el hombre a la mujer, los romanos a los judíos. El golpeado está en posición de desventaja ante la sociedad; vengarse o responder con violencia era prácticamente cometer suicidio. Solo quedaba responder con sumisión cobarde, como era la costumbre, o de la manera que Jesús planteaba: la resistencia no violenta.

Jesús les da a los que normalmente son víctimas un consejo a seguir: «al que les dé una bofetada en la mejilla derecha, pónganle la izquierda». En lugar de una resistencia humillante, Jesús les dice a sus oyentes: «No sean tontos, no recurran a la violencia; dejen en ridículo a su adversario. No le den la oportunidad de seguir humillándolos». Al poner la mejilla izquierda, le estás diciendo al opositor, ya no me puedes considerar tu inferior; tu posición de poder (género, raza, edad, riqueza) no altera la simple y llana realidad de que soy un ser humano como tú. Para pegarte en la mejilla izquierda con la mano derecha —recuérdese que no se puede usar la izquierda—, tendría que darte un puñetazo; es decir, tratarte como igual, y eso sería altamente humillante e insultante para tu «superior».

Contexto cultural del Nuevo Testamento — Parte II

2. El segundo caso, el de la «túnica» y la «capa», tiene su contexto en la corte legal. Una persona es demandada ante el juez, y se le exige la entrega de la vestimenta exterior. ¿A quién se le demandaría de esa manera? Al campesino pobre y adeudado que no tienen otra cosa con qué pagar más que su manto. Esta era una práctica tan común, que había una ley que demandaba la devolución del manto a la caída de la noche, porque era lo único que tenía el pobre para dormir (Ex 22.25-27; Dt 24.10-13, 17).

La exigencia del manto como pago de deuda era la última humillación para un pobre que había perdido sistemáticamente sus tierras y todos sus bienes. ¿Por qué, entonces, Jesús aconseja dar también la ropa interior, es decir la bata? Porque de esa manera ponía al acreedor en total vergüenza. Imagínense ustedes al deudor saliendo de la corte totalmente desnudo, y al acreedor con la capa en una mano y la ropa interior en la otra. Con ese acto, el pobre ha volteado la «tortilla». El adeudado no tiene manera de pagar, y la ley apoya al acreedor, pero el pobre con su acción rehúsa ser humillado una vez más.

La desnudez era tabú en el judaísmo, y la vergüenza no recaía sobre el desnudo, sino sobre quien era el causante. Todo el respeto que el rico había tendido en el pueblo, ahora se derrumbaba.

3. El tercer ejemplo, el de «caminar la segunda milla», tiene que ver con la práctica del trabajo forzado que imponían los soldados romanos sobre sus sujetos, en este caso, los judíos. En la cultura de la época, los soldados romanos solo podían exigirle a un civil judío llevarle su armamento e implementos una milla. Forzar a un civil acarrear la carga una distancia más grande, implicaría penas y castigos militares muy severos. Jesús ni aconseja la revuelta, ni tampoco la sumisión, sino la resistencia no violenta. «¡Saca al soldado de sus “casillas”, sorpréndelo con lo impredecible; dile, “déjame llevar la carga una milla más”!».

Habría que ver la cara de sorpresa del soldado, pues no sabría cuál es tu intención: ¿Querrás insultar su propia fortaleza?, ¿tratas de ser amable con él?, ¿lo estás provocando?, ¿es tu intención que lo pesquen obligándote a llevar su carga más allá de lo permitido? Es decir, en lugar de ser tú la víctima, ahora tú agarras el toro por los cuernos, y te adueñas de la situación.

En los tres casos, el punto que Jesús quiere acentuar es el de la sorpresa, la de agarrar al enemigo en desbalance. Jesús no está dando leyes o estableciendo una costumbre, sino dando ejemplos de cómo sorprender al enemigo y ponerlo en desbalance. Jesús dice: «Aduéñate de la iniciativa moral», «encuentra una alternativa creativa no violenta», «afirma tu propio valor humano y tu dignidad como persona», «enfréntate a la fuerza con humor y ridículo», «rompe el ciclo de humillación», «rehúsa el sometimiento y el aceptar la posición inferior», «desenmascara el sistema de injusticia», «avergüenza al opresor obligándolo al arrepentimiento», «obliga a los poderes a tomar decisiones para las cuales no están preparados», «reconoce tu propio poder», «obliga al opresor a verte desde un ángulo diferente», «está dispuesto a sufrir las consecuencias de desobedecer leyes injustas» (Wink, 1992: 175-189).

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Bibliografía

Bailey, Kenneth
1985 A poessia eo camponês: Uma análise literária-cultural das parábolas em Lucas. São Paulo: Edições Vida Nova.
Keener, Craig S.
2003 Comentario del contexto cultural de la Biblia: Nuevo Testamento. El Paso: Editorial Mundo Hispano.
Malina, Bruce J.
1995 El mundo del Nuevo Testamento: perspectivas desde la antropología cultural. Estella: Editorial Verbo Divino.
2001 Social Gospel of Jesús: The Kingdom of God in Mediterranean Perspective. Minneapolis: Fortress Press.
2002 El mundo social de Jesús y los evangelios: La antropología cultural mediterránea y el Nuevo Testamento. Santander: Editorial Sal Terrae.
Malina, Bruce J. y Rohrbaugh, Richard L.
1996 Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I: Comentario desde las ciencias sociales. Estella: Editorial Verbo Divino.
Pilch, John J.
1999 The Cultural Dictionary of the Bible. Collegeville: The Liturgical Press.

2002 Cultural Tools for Interpreting the Good News. Collegeville: The Liturgical Press.
Wink, Walter
1992 Engaging the Powers: Discernment and Resistance in a World of Domination. Minneapolis: Fortress Press.

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1 comentario en “Contexto cultural del Nuevo Testamento — Parte 2”

  1. David Barrón

    Muy necesario esta información; sin dejar de lado que Dios es el mismo, hoy, ayer y siempre.
    Por el eterno e inmutable, intersa el conocimiento del entorno. Saludos y del Dios vivo Bendiciones.

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