A principios del 2020, muchos de nosotros teníamos grandes esperanzas para el futuro y anhelábamos un nuevo comienzo. En solo tres meses del año, el resultado no ha sido ese. El coronavirus, Covid-19, ha llevado a personas de todo el mundo al pánico. El miedo y la incertidumbre están royendo los corazones y las mentes de millones.
Las restricciones impuestas con respecto a las reuniones masivas han descartado en muchas partes del mundo el culto comunitario, y aun las celebraciones de la Pascua parecen haber sido silenciadas. Sin embargo, como cristianos que creen en la Biblia, estamos llamados a ser la luz del mundo en tiempos de oscuridad como estos. La esperanza que tenemos en nuestro Padre celestial y las promesas de su Palabra nos permiten ser una luz en el monte para aquellos que todavía están perdidos y afectados por el pánico.
«No tengas miedo, que yo estoy contigo; no te desanimes, que yo soy tu Dios. Yo soy quien te da fuerzas, y siempre te ayudaré; siempre te sostendré con mi justiciera mano derecha» (Isaías 41:10 RVC).
Podemos sentir la tentación de derrumbarnos ante pánico de quienes nos rodean, pero la Palabra de Dios nos da la seguridad de que con Jesucristo podemos tener una paz que sobrepasa todo entendimiento. La paz y el conocimiento de que nuestro Dios tiene el control sin importar las circunstancias que enfrentamos.
«Tú guardas en completa paz a quien siempre piensa en ti y pone en ti su confianza.
Confíen siempre en el Señor, porque él es la Roca eterna» (Isaías 26:3-4 RVC).
Entonces, dejemos atrás del miedo y el pánico del mundo y volvamos a la fe y la oración, porque nuestro Dios es poderoso, fiel y amoroso y nos conoce por nuestro nombre y se deleita en nosotros.
«El Señor está en medio de ti, y te salvará con su poder; por ti se regocijará y se alegrará; por amor guardará silencio, y con cánticos se regocijará por ti» (Sofonías 3:17 RVC).
La Biblia nos llama a mirar más allá de la situación inmediata y encontrar seguridad en Aquel que nos creó y que nos ama tanto que envió a su único Hijo a morir por nosotros.
En esta Pascua, cuando volveremos a celebrar este maravilloso acto de sacrificio, gran parte del planeta quedará atrapado en la triste oscuridad de la pandemia. En el momento de la muerte de Jesús también había una oscuridad que lo consumía todo sobre la tierra. El hombre, Jesús, en cuya vida muchos habían puesto su esperanza, fue clavado en una cruz. Y también había miedo, ansiedad e incertidumbre.
Pero entonces llegó el lunes y la tumba estaba vacía. Jesús había vencido el pecado y la muerte para que todos los que ponen su esperanza en él puedan heredar la vida eterna.
Este virus es del mundo y temporal, mantengámonos firmes en nuestra fe y confianza en el que ha vencido al mundo y es eterno.
Fuente: Sociedad Bíblica de Chile
Edición: Sociedades Bíblicas Unidas