«Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación.» (Efesios 2.14)

Durante casi treinta años Alemania estuvo dividida en dos. El famoso «muro de Berlín» separó familias, amigos y vecinos entre «occidentales» y «orientales», los del «oeste» y los del «este», los «capitalistas» y los «socialistas».
La ambición, el egoísmo y la guerra llevaron a que en 1961 se construyera esa pared de 120 kilómetros de largo y alrededor de cuatro metros de alto. El desgaste de un sistema político y la vergüenza que significaba mantener ese muro hicieron que en 1989 se derribara y la nación volviera a unirse. ¡El mundo entero aplaudió la caída de ese horrible símbolo de separación! ¡Parientes y amigos celebraron su reencuentro parados sobre aquellos escombros!
Hoy en día existen otros muros que también hay que destruir. Barreras que separan y no permiten la armonía y la paz para mucha gente.
La discriminación, el odio, las guerras, la codicia, el orgullo, la esclavitud, el fanatismo, la desigualdad económica, el racismo y la exclusión social son algunas de las «paredes» que dividen y solo causan sufrimiento, tristeza y separación entre las personas.
Conocer a Jesús es el primer paso para lograr la paz entre la gente. ¿Cómo? Primero, al recibir su amor y perdón, se caerá el «muro» que nos separa de Dios y luego, con sus fuerzas, podremos trabajar para cambiar la sociedad y construir un mundo diferente. ¡Sin barreras ni muros de separación!
Sumérgete: ¿Cuáles son los «muros» que dividen a las personas de nuestra ciudad? Pensemos qué podríamos hacer para ayudar a que sean derribados.