«Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.» (Juan 16.33)

A nadie le gusta sufrir, pero la realidad de esta vida es que sufrimos constantemente. Desde que nacemos hasta que morimos, experimentamos el dolor físico, conocemos la tristeza, somos víctimas del maltrato, nos enfermamos y, muchas veces, el temor a un futuro incierto nos angustia en el presente. Seamos ricos o pobres, casados o solteros, sanos o enfermos, estemos en libertad o tras las rejas, tarde o temprano el sufrimiento empañará nuestra limitada existencia.
Algunos años atrás Juan estaba entregado a la tarea de desarrollar una vida de éxito. Su juventud, el trabajo y los estudios indicaban un próspero rumbo ascendente. Todo marchaba bien hasta que sucedió algo terrible: sus padres murieron en un accidente automovilístico. ¡Tremendo!
Todos se preguntaban cómo haría para soportar tanto dolor y seguir adelante.
A pesar de que tenía el derecho de quejarse, abandonar todo y caer en la depresión, Juan escogió un camino diferente: se dio tiempo para llorar y hacer duelo, rearmó el panorama de su vida y con profunda fe en Dios decidió resurgir en medio del sufrimiento. ¡Finalmente logró superar las tristezas y vencer en la vida!
¿Cuál es nuestra actitud cuando experimentamos el sufrimiento? Busquemos a Dios en todo momento, pidámosle que nos ayude y atrevámonos a ser parte de aquellos que enfrentan sus dolores, temores y angustias con Jesucristo en el corazón. ¡Tendremos el poder y la confianza para atravesar con valentía todo tipo de sufrimiento!
Sumérgete: Cuando suframos, no dejemos de confiar en Dios. ¡Al contrario! Busquémoslo con mayor dedicación y pidámosle que nos ayude a vencer en toda circunstancia.
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