Si bien hay muchos términos que se conocen y se mencionan en las iglesias, no siempre los podríamos definir correctamente. Veamos algunos de ellos.
- Justicia: Esta palabra es muy utilizada por Pablo y otros autores del Nuevo Testamento. Cuando Pablo habla de justicia, la utiliza con dos ideas básicamente: para referirse a Dios como el que obra justicia y para referirse a la justicia que evoca la equidad y la honradez. La justicia de Dios: con esto Pablo se refiere a la obra de Jesús; Dios, quien es justo (recto, verdadero), es el que puede obrar justicia. Este concepto también encierra el carácter propio de Dios, el cual rechaza todo lo que es injusto (pecado). Dios al manifestar su justicia condena el pecado; la justicia divina está en contraposición a la justicia del hombre (Rom 3:5), es una justicia que realmente nos hace amigos o aceptos delante de Dios. Podemos decir que Pablo lo que dice es esto: la justicia de Dios es la que nos aprueba delante de él y nos nuestra justicia. Notamos que esta justicia que viene de Dios es manifestada en el evangelio, es decir, Jesús que es la buena noticia para todos y revela (presenta) la justicia de Dios (Rom 1:17).
- Justificación: Habiendo entendido lo que es justicia, es fácil notar que cuando Pablo habla de justificación se refiere a la aceptación que tenemos ahora delante de Dios. Si la justicia del hombre es considerada nula para lograr ser declarados aceptos, entonces es la justicia de Dios la que obra esto en nosotros. Pablo deja claro que el hombre no es merecedor de ser declarado libre delante de Dios (Rom 3.24). Es notable que ninguna obra del hombre puede alcanzar la aceptación de Dios y es por eso que Pablo nos dice que es una cuestión de fe (Rom 3.17). La obra de Jesús en la cruz es la justicia de Dios para el hombre, es la que nos permite ser aceptados delante de Dios. La justificación es un cambio de estado, si antes estábamos muertos y lejos de Dios, entonces ahora estamos con vida y somos aceptados por Dios (véase Rom 5.1-11).
- Fe (pistis): Este término parece indicar un solo sentido dentro de Romanos y es el de confiar, aceptar (1.17). Pablo presenta su argumento en cuanto a la justicia de Dios y deja claro que el ser justificado no es obra de hombre (3.10ss), sino que la justicia de Dios se manifiesta a nosotros y es una cuestión de fe. La justificación es algo dado por Dios que recibimos por fe (3.22-25). En otras partes del NT, tanto Pablo como otros autores, también se refieren a la “fe” como el cuerpo doctrinal al que debemos ser fieles; por ejemplo, cuando Pablo le dice a Timoteo que algunos se extraviaron siguiendo una diferente doctrina.
Con todo lo anterior podemos ver que estos términos en sus diferentes sentidos cobran importancia dentro del libro porque nos permite entender lo que el autor quiere decir en un determinado pasaje. - Gracia (xaris) – Solo en el NT la palabra aparece más de 170 veces. La gracia es la bondad de Dios por la que él bendice gratuitamente y da vida a quienes no solo no la merecen sino que merecen la muerte. La gracia comprende otros temas tales como el perdón, la salvación, la regeneración, el arrepentimiento, y el amor de Dios.
Independientemente de la palabra xaris, que nunca se oye de labios de Jesús, la idea de la gracia está presente en forma muy prominente. Jesús dice que vino a buscar y a salvar a los perdidos. Muchas de sus parábolas enseñan la doctrina de la gracia. La parábola de los labradores en la viña (Mt. 20:1–16) enseña que Dios no tiene que dar cuentas a nadie por sus dones de gracia. La parábola de la gran cena (Lc. 14:16–24) muestra que los privilegios espirituales no garantizan la felicidad última, y que la invitación del evangelio alcanza a todos. El hijo pródigo fue recibido por su padre de un modo que realmente no merecía (Lc. 15:20–24). El arrepentimiento es la condición para la salvación (Mr 1:15; 6:12; Lc 24:47).
Es en la Cruz que resplandece la gracia salvadora. La venida del Señor a la tierra no era suficiente. La gracia no es un mero efecto de la misericordia de un Dios dispuesto por su bondad a otorgar un perdón pleno. Su santidad y justicia absolutas tenían que ser satisfechas al mismo tiempo que su amor: para esto fue preciso el sacrificio expiatorio del Calvario. Jesús descendió «para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos» (Heb 2:9). «Todos pecaron… siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús». Es él quien vino a ser «propiciación por medio de la fe en su sangre» (Rom 3:23–25).
Los efectos de la gracia en nosotros. Son maravillosos y completos, hasta el punto que se puede decir de la gracia que es el mismo Señor actuando para nuestra salvación. La gracia nos da el pleno perdón de los pecados: «Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia» (Rom 5:20). «Os dio vida juntamente con él (Cristo), perdonándoos todos los pecados» (Col 2:13). Somos «justificados por su gracia» (Tit 3:7). «Creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos» (Hch 15:11). «Buena cosa es afirmar el corazón en la gracia» (He 13:9), que nos da una consolación eterna y una buena esperanza (2 Ts 2:16). Dios rodea al justo de su favor como con un escudo (Sal 5:12). Los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia reinarán en vida por Jesucristo (Rom 5:17, cp. v. 21). Esta gracia o favor «dura toda la vida» (Sal 30:5). Tales beneficios son tan numerosos que el creyente no podría desear nada más. Esta es la razón del deseo apostólico «que la gracia… sea con vosotros», que se halla 31 veces en las Epístolas y en Apocalipsis. El resumen del mensaje del evangelio es el testimonio que el Señor y los suyos rinden a «la palabra de su gracia» (Hch. 14:3; cp. 20:32). El que ve almas salvadoras puede decir que ha visto la gracia de Dios (Hch. 11:23). A los nuevos convertidos se les persuadía «a que perseverasen en la gracia de Dios» (Hch. 13:43).
- Propiciación – La propiciación es la remoción de la ira por medio de una ofrenda. Pablo pone gran énfasis en la ira de Dios en los capítulos iniciales de su carta a los Romanos, y en consecuencia la obra salvífica de Cristo debe incluir la liberación del hombre de los efectos de esa ira. Podemos decir que propiciación y expiación tienen el mismo peso y significado. El término “propiciación” describe dicha liberación. La “propiciación” es un recordatorio de que Dios se opone implacablemente a todo lo que sea malo, que su oposición puede describirse correctamente como “ira”, y que solamente la obra expiatoria de Cristo puede remediarla.
La propiciación denota, en las Escrituras, aquel aspecto de la muerte de Cristo en el que vindicó el carácter santo y recto de Dios, y en virtud del cual él puede ser propicio, o misericordioso, a todo el mundo (1 Jn 2:2; 4:10). - Redención – Significa liberación de algún mal mediante el pago de un precio. La redención no solo vuelve la mirada al Calvario, sino también hacia la libertad de que gozan los redimidos. “Habéis sido comprados por precio”, dice Pablo, “glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu” (1 Cor 6.20). Precisamente, porque han sido redimidos a ese costo los creyentes deben ser hombres de Dios. Deben mostrar en su manera de vivir que ya no están sujetos al cautiverio del que han sido liberados, y se los exhorta a mantenerse, por lo tanto, “firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres” (Gál 5.1).
- Evangelio – El evangelio constituye las «buenas nuevas» de que Dios en Jesucristo ha cumplido sus promesas para con Israel, y de que se ha abierto un camino de salvación para todos. El evangelio no solo viene con poder (1 Ts 1:5), sino que es el poder de Dios (Rom 1.16). Revela la justicia de Dios y conduce a la salvación a todos los que creen (Rom 1.16–17). Pablo considera que el evangelio es un depósito sagrado (1 Tim 1.11). Por ello se siente divinamente obligado a proclamarlo (1 Cor 9.16), y pide las oraciones de sus lectores a fin de que pueda llevar a cabo su cometido con denuedo (Ef 6.19), aun cuando hacerlo signifique oposición (1 Ts 2.2) y aflicción (2 Ti. 1:8). El evangelio es “la palabra de verdad” (Ef 1.13), pero le está vedado al incrédulo (2 Cor 43–4) que exige la verificación sobrenatural o la prueba racional (1 Cor 1.21–23). Así como el pleno impacto teológico del evangelio le vino a Pablo por revelación (Gál 1.11–12), así también el evangelio se hace presente con poder salvífico mediante la respuesta de la fe (Heb 4.2).
- Pecado – El pecado no es la mera infracción de la Ley, sino el rechazo de la voluntad de Dios, el vivir a espaldas de Dios, la disposición mental que lleva al pecador a hacer la propia voluntad en oposición a la de Dios.
Hay una importante distinción que hacer entre «pecado» y «pecados». Los «pecados» de alguien son los verdaderamente cometidos por esa persona, y la base del juicio, siendo además demostración de que el hombre es esclavo del pecado. Un cristiano es alguien cuya conciencia ha sido purificada para siempre por un sacrificio por los pecados; el Espíritu de Dios lo ha hecho consciente del valor de aquella ofrenda, y por ello sus pecados, habiendo sido llevados por Cristo en la cruz, nunca volverán a ser puestos a su cuenta por parte de Dios; si peca, Dios tratará con él en santa gracia, sobre el terreno de la propiciación de Cristo, de manera que sea conducido a confesar el pecado o pecados, y tener el gozo del perdón.
«Pecado», como principio que involucra la alienación de todas las cosas en cuanto a Dios desde la caída del hombre, y visto especialmente en la naturaleza pecaminosa del hombre, ha quedado judicialmente quitado de delante de Dios en la cruz de Cristo. Dios ha condenado el pecado en la carne en el sacrificio de Cristo (Rom 8.3), y en consecuencia el Espíritu es dado al creyente. El Señor Jesús es proclamado como «el Cordero de Dios que quita el “pecado” del mundo». Aunque Cristo gustó la muerte per todos, no se le presenta como llevando los «pecados» de todos: Su muerte, por lo que respecta a «los pecados», queda precisada con las palabras «de muchos», «nuestros pecados», etc.