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El amor al dinero

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Es conocida la anécdota de Winston Churchill tomando un taxi para dar una entrevista en la BBC de Londres. Al descender, le pide al taxista que lo espere unos minutos. El chofer, que no lo había reconocido, le contesta con entusiasmo: «No puedo esperarlo porque tengo que ir a casa a escuchar el discurso que Churchill va a dar por la radio». Tras el momentáneo orgullo inicial, Churchill aplicó la prueba de fuego: le alcanzó, en silencio, un billete de diez libras. Al ver la pequeña fortuna ofrecida, el taxista respondió:

«Esperaré el tiempo que sea, señor ¡y que Churchill se vaya al infierno!».

 El recordado primer ministro inglés reflexionaría así al recordar del episodio: 

«Los principios han sido modificados por el dinero. Las naciones se han vendido por el dinero, el honor se ha vendido por el dinero. Los hermanos se venden por dinero y hasta las almas se venden por dinero. 

¿Quién le dio tanto poder al dinero que hizo de los hombres sus esclavos? ¿Por qué no nos damos cuenta de que el amor al dinero está acabando con la dignidad del hombre? El dinero podría comprar una cama, pero nunca el sueño. Una posición, pero no el respeto, puede comprar libros, pero no la inteligencia. Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero.

Muchos años antes de Churchill, las Escrituras alertaban respecto al amor al dinero. La Biblia es clara en cuanto a la importancia de la administración sabia del dinero y las finanzas personales, y nos enseña que debemos ser buenos mayordomos de los recursos que Dios nos ha dado. Sin embargo, también nos advierte sobre el peligro de amar el dinero más que a Dios y de buscar la riqueza como nuestra prioridad principal en la vida.

El amor al dinero se describe en la Biblia como una forma de idolatría. En Colosenses 3:5, se nos dice: «Por lo tanto, hagan morir en ustedes todo lo que sea terrenal: inmoralidad sexual, impurezas, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia. Esto es idolatría». En otras palabras, el amor al dinero puede convertirse en una forma de adoración de algo que no es Dios.

Jesús también advirtió sobre el peligro del amor al dinero en Mateo 6:24, donde dijo: «Nadie puede servir a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro, o estimará a uno y menospreciará al otro. Ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas». En este pasaje, Jesús está diciendo que no podemos tener dos prioridades principales en la vida. Si amamos el dinero, entonces no podemos amar a Dios de manera adecuada.

La palabra nos dice que «Dios empobrece y Dios enriquece» (1 S 2.7). La Biblia no enseña que tener dinero sea pecado, pues todo lo que tenemos ha llegado a nosotros a través de la providencia de Dios. Si bien el dinero no es un mal en sí mismo, la Biblia nos enseña que el amor al dinero puede conducir a la codicia y a la injusticia. En 1 Timoteo 6:10, se nos dice: «Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores». Aquí se nos muestra que el amor al dinero puede llevar a las personas a hacer cosas inmorales o ilegales para obtenerlo, y que puede causar una gran cantidad de dolor y sufrimiento. Justo antes de su amonestación respecto al amor al dinero, Pablo dice: «Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto»(6:6-8).

En lugar de buscar la riqueza como nuestra principal prioridad en la vida, la Biblia nos anima a buscar primero el reino de Dios. Los creyentes nunca deben hacer de la búsqueda de dinero la meta más alta de su vida. En Mateo 6:33, Jesús dijo: «Por lo tanto, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas». En otras palabras, si ponemos a Dios primero en nuestras vidas, entonces él nos proveerá de todo lo que necesitamos.

Los que tienen dinero no deben sentirse orgullosos al respecto, ni procurar seguridad a partir de él. En 1 Timoteo 6:.17 Pablo mandó que los ricos «no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos». Proverbios 11:28 advierte que «el que confía en sus riquezas caerá; mas los justos reverdecerán como ramas».

Pareciera ser que hay algo del poder diabólico detrás del dinero, y cuando tenemos dinero en el bolsillo, algo de ese poder está a nuestra disposición. 

En conclusión, la Biblia nos enseña que el amor al dinero puede convertirse en una forma de idolatría y que puede llevarnos por un camino peligroso de codicia e injusticia. 

En lugar de buscar la riqueza como nuestra principal prioridad en la vida, debemos buscar primero el reino de Dios y confiar en él para proveer todo lo que necesitamos.

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