El arrepentimiento

El arrepentimiento

Sin dudas, el arrepentimiento es un primer paso clave para que el Señor pueda hacer su obra en nosotros. Dice Pablo en Romanos 2.4: «La tristeza que proviene de Dios produce arrepentimiento para salvación». Veamos, entonces, qué es, según la Biblia, el arrepentimiento. 

Definición – El arrepentimiento es un acto por el cual uno reconoce y abandona su pecado, confesándoselo a Dios. Su subsiguiente correlativo es la fe en Cristo. Los dos juntos —arrepentimiento y fe— constituyen la conversión. A ello debe agregarse la obra del perdón de Dios. 

El arrepentimiento comienza con el reconocimiento de que la vida se está moviendo en la dirección equivocada. No importa cuánto tiempo lo hemos estado haciendo, no importa cuántos otros puedan estar haciendo la misma cosa, no importa cuán satisfechos podamos estar con nuestra situación.  

La maldad no siempre es una violación flagrante de un código moral que tortura la conciencia y nos humilla frente a otras personas. En vez de eso, puede ser, como lo describe una ilustración bíblica, simplemente errar el blanco, desviarse del camino, flotar hacia un escollo. Por el momento, todo parece andar bien. Solo cuando damos una mirada más profunda y preguntamos hacia dónde nos lleva todo esto nos damos cuenta de que sin una corrección drástica nos desviaremos cada vez más de nuestras metas. 

Debido a que el pecado se define frecuentemente en términos escandalosos, tenemos la tendencia de pensar que el arrepentimiento es un «dolor piadoso», en el sentido de una contrición profunda por algún agravio que nos ha dejado completamente mortificados. Puede ser muy cierto en algunas instancias. Pero este enfoque no toca a la multitud de gente decente, que lleva una vida respetable y que no siente ninguna necesidad de confesar un pasado degradante. Esta gente necesita saber que el arrepentimiento no se limita al remordimiento por errores trágicos. También incluye la disposición para mirar más lejos, para analizar el rumbo verdadero de la vida y corregirlo aun cuando las cosas, aparentemente, van bien. El arrepentimiento responde a una necesidad urgente que todos sentimos, aunque nuestro pasado no sea particularmente sórdido, de reorientar la vida para centrarla alrededor de las metas finales.  

El arrepentimiento se diseñó para tratar con el problema de llegar al destino equivocado. 

Arrepentirse no significa admitir haber hecho algo peor que el resto de los mortales. Más bien significa detenerse y hacer un inventario, evaluar la dirección actual de la vida y decidir si se está avanzando hacia la dirección correcta. 

Dicho análisis puede traer profundo dolor por lo vivido hasta ese momento o no. Pero el sentimiento preponderante debe ser el gozo de haber descubierto, finalmente, la falla y poder hacer algo para corregirla. En ese momento de descubrimiento, la necesidad no es solo una catarsis emocional para eliminar la culpa, sino de compromisos claros que reubiquen la vida hacia la dirección correcta. 

Es muy importante resaltar que el arrepentimiento no solamente involucra sentir dolor por el pecado, sino también un cambio de actitud. Dicho de otra manera, si no nacemos de nuevo, si no dejamos atrás lo viejo y comenzamos a vivir lo nuevo, no nos habremos arrepentido. 

Arrepentimiento no es lo mismo que remordimiento. El arrepentimiento involucra un cambio de conducta, mientras que en el remordimiento esto no es necesario. En el remordimiento me duele lo que hice, pero no hago nada para cambiar y sigo adelante con mi estilo de vida. 

Mientras que en el Antiguo Testamento la palabra para arrepentimiento (shub) significaba «dar vuelta», en el sentido de «volver a Dios», en el Nuevo Testamento la palabra griega (metanoia) significa «cambio de parecer» en el sentido de una metamorfosis de la conciencia. 

Al unir ambos términos, lo que la Biblia sugiere es que nunca completaremos el gran giro de la vida si no adquirimos una perspectiva distinta, una manera totalmente nueva de pensar y, consecuentemente, de vivir. 

Spurgeon decía: «El arrepentimiento legal es el temor a la condenación; el arrepentimiento evangélico es el temor a pecar». 

El arrepentimiento es como un triángulo, tiene tres lados: 

  1. El aspecto intelectual – Debe haber reconocimiento de pecado (Sal 51.4), especialmente de pecado contra Dios. Después de haber pecado y de luchar contra sí mismo, David dice: «Contra ti, y solo contra ti, he pecado». 
  1. El aspecto emocional – El sentimiento de la propia pecaminosidad produce tristeza (Sal 38.18b). El arrepentimiento verdadero provocará en el pecador la necesidad de deshacerse de eso que ha hecho, «pues me pesa haber pecado». 
  1. El aspecto volitivo – Tiene que ver con la voluntad (Is 55.7). El profeta dice: «¡Que dejen los impíos su camino, y los malvados sus malos pensamientos! ¡Que se vuelvan al Señor, nuestro Dios, y él tendrá misericordia de ellos, pues él sabe perdonar con generosidad!». 

Por último, es necesario resaltar que el verdadero arrepentimiento redundará en un cambio real y duradero. Decía Charles Spurgeon: 

«Si un hombre no vive de forma diferente a como vivía antes, en casa y en la calle, su arrepentimiento es falso y su conversión es ficticia». 

Dijo Jesús en Lucas 15.7: «Les digo que así también será en el cielo: habrá más gozo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse». 

En conclusión, el arrepentimiento es reconocer que hemos pecado contra Dios, es dolor por haberlo hecho y es cambiar de actitud. Es comenzar a direccionar nuestra vida de acuerdo a los parámetros de Dios expresados en su Palabra. 

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