«No digas a tu prójimo: Anda, y vuelve, y mañana te daré, cuando tienes contigo qué darle.» (Proverbios 3.28)

En toda ciudad hay un lugar en donde los sueños se terminan. Un espacio de tierra en donde la gente dejó de correr, reír, jugar, tener amigos y hacer planes para el futuro. ¡Miles de personas que vivieron su tiempo y ya no tienen posibilidades de regresar!
El cementerio está lleno de proyectos que no se realizaron, palabras de amor que nunca se dijeron, deseos que jamás se concretaron, abrazos, caricias y aplausos que no llegaron a brindarse.
¡Qué razón tenía aquel anciano cuando decía que las flores hay que darlas en vida! ¡Que a los padres hay que decirles cuánto se los quiere mientras están con uno! ¡Que el perdón hay que pedirlo mientras la persona ofendida respira!
A veces cometemos el error de pensar que siempre habrá posibilidades para hacer las cosas en otro momento. «Mañana terminaré mis estudios», «mañana visitaré a mis abuelos», «mañana tendré tiempo para charlar con mis amigos», «mañana pediré un turno con el médico», «mañana comenzaré a escribir mi primer libro».
Nuestras intenciones y planes vendrán con nosotros al cementerio si no hacemos lo que debemos hacer en el momento justo. ¿Por qué retrasar para un futuro incierto lo que podemos hacer en el presente?
Sumérgete: Hagamos una lista de cosas que deseamos hacer pero no hemos logrado realizar todavía. Démosle prioridad a las personas: la familia y los amigos, y luego a los proyectos pendientes. ¡Hoy es el día!