[Nota preliminar: Para facilitar la lectura del texto, se han eliminado por completo las palabras escritas con caracteres griegos. En su lugar hemos hecho lo siguiente: (1) las citadas se han transcrito con caracteres latinos (la eta, como ē; la omega, como ō; la ípsilon, unas veces como u y otras como y; la zeta como th; la xi como x; la fi como f; y la ji como j. Además, hemos eliminado los acentos y los espíritus suaves; el espíritu áspero lo señalamos con una hache inicial; y (2) cuando se han citado obras escritas en griego moderno, hemos optado por traducir al castellano tanto los títulos como la información bibliográfica complementaria, con la indicación final «gm» (=«griego moderno»)].
Por Plutarco Bonilla A.
Mirada al pasado
Aunque sea una verdad de Perogrullo, por notoriamente sabido, no está demás señalar que el griego del Nuevo Testamento representa una etapa de la evolución de la lengua griega en su larga y fecunda trayectoria histórica. Conocida principalmente en el mundo de la academia por la edad de oro de la cultura helénica (la época «clásica», la de sus grandes escritores), la lengua griega ha experimentado cambios tales que los estudiosos suelen destacar en ella los siguientes períodos (enmarcados en fechas que tienen carácter sobre todo simbólico y orientador):
Período preclásico: la lengua protohelénica
A la forma más antigua de la lengua griega se la ha llamado «protohelénica». Esta lengua se expresó posteriormente, en su desarrollo histórico, en varios dialectos, producto de los diversos factores propios de las diferentes regiones en las que fueron transformándose. El dialecto que se habló en Atenas (o sea, el ático) recibió el apelativo derivado del nombre de la región a la que pertenecía dicha ciudad: el Ática. Este dialecto habría de jugar un papel de suma importancia en la historia de la lengua.
Período clásico: «el griego antiguo»
Cada región del mundo griego antiguo hablaba su propio dialecto, con marcadas diferencias entre ellos. Pero con el apogeo político y cultural de Atenas en el siglo V, comenzó a imponerse el dialecto ático. «Este se convirtió en la segunda lengua de los aliados de Atenas y después, cada vez más, de otros griegos» 1. Es el griego en que escribieron los grandes literatos, filósofos y científicos de la Grecia clásica, la del siglo de Pericles.
Período helenístico o alejandrino
La primera lengua común que se desarrolló en la Grecia antigua, inmediatamente después del período clásico, tuvo como base el dialecto ático. También tomó elementos de los otros dialectos, especialmente del jónico.2 Se la conoce como griego helenístico, griego alejandrino o griego koiné (o, por elipsis, simplemente koiné). Su uso suele enmarcarse en el período que va desde el año 300 a.C. al 300 d.C.,3 aunque algunos prefieren extenderlo «hasta el final de la Edad Antigua con Justiniano (siglo VI)»4.
Las campañas militares planeadas y dirigidas por Alejandro requirieron reclutar tropas de todas partes del mundo helénico y aun de entre los «bárbaros». Este hecho, más las conquistas mismas y la política cultural impuesta por el Megas se constituyeron en el caldo de cultivo de esa nueva forma de la lengua que tuvo carácter popular y común. Esta nueva «forma» del griego no apareció así constituida de la noche a la mañana. No solo es «producto» de una evolución,5 sino que en el período señalado, la koiné misma continuó cambiando, empujada por diversos factores de muy diversa naturaleza.
Influencias regionales afectaron la pronunciación, el léxico y la sintaxis de la lengua que se formaba, pues la koiné la hablaban no solo los propios griegos, que tenían sus formas dialectales, sino también los extranjeros helenizados (xenoglōssoi, personas cuya lengua materna era otra [extranjera o extraña]), especialmente los que habitaban en el oriente (Asia Menor, Siria, Persia e incluso Egipto), sobre todo después que esas regiones fueron sometidas primero por Alejandro y luego por los diádocos y por los romanos.6
Entre las transformaciones más significativas pueden mencionarse los siguientes:7
(1) Fonéticas: algunas vocales, consonantes y diptongos antiguos adquieren una nueva pronunciación (pronunciación que, en términos generales, va a perdurar hasta hoy), y se inicia el iotacismo, es decir, varias vocales y diptongos llegarán a pronunciarse como la iota; el acento pierde su aspecto tonal, y así deja de ser musical para convertirse en «enfático», o sea, solo indica que la sílaba acentuada es la que se pronuncia con mayor fuerza espiratoria; al haberse abandonado la distinción entre los tres diferentes acentos antiguos (agudo, grave y circunflejo) y, consecuentemente, la distinción entre vocales (o sílabas) largas y cortas, se pierde, además, el ritmo de la lengua.
(2) Léxicas: el vocabulario también cambia y se expande, pues al ampliarse el mundo de los helenohablantes (con la incorporación de las nuevas comunidades greco-orientales, cristianas y romanas) surgen otras realidades políticas, religiosas y culturales y se desarrollan nuevas ideas que necesitan expresarse. Estos cambios incluyen aspectos como los siguientes: palabras antiguas se vuelven obsoletas y dejan de usarse; otras pierden sus significados previos y se enriquecen con otros requeridos por los nuevos contextos; se forman nuevos términos que toman el lugar de otros que se dejan de lado; muchas palabras monosilábicas o bisilábicas ceden sus puestos a sus hipocorísticos; palabras de otros idiomas adquieren carta de ciudadanía helénica. Algunos de estos aspectos van a manifestarse más claramente en la literatura cristiana.
(3) Morfológicas: Se produce una tendencia a «normalizar» las formas anómalas, tanto de nombres como de verbos (de estos, formas completas de modos y tiempos dejan de ser habituales). Ejemplos de formas verbales: akousomai se convierte en akousō, efthēn en efthasa, ēn en ēmēn, oida se mantiene, pero regulariza las formas de las demás personas de ese tiempo (oides en vez de oistha, etc.). Se usa muy poco el optativo y llega a desaparecer. Los verbos en –mi terminan ahora en -ō. En cuanto a los nombres: ous, ōtos pasa a ser ōtion (regular; este es un caso de substitución de un monosílabo, en el nominativo, por su hipocorístico), se pierde finalmente el dual y las palabras de la tercera declinación comienzan a asimilarse a las de la primera. En general, la ancestral variedad de las declinaciones se hace mucho más simple.
Sintácticas: en términos generales, la lengua pasa de ser sintética a ser más analítica. Se utilizan más palabras que antes para expresar las ideas8 y se hace más extenso el uso de las formas preposicionales (lo que antes se decía con una sola palabra en un determinado caso, ahora se dice con preposición).
De estos aspectos volveremos a tratar, de manera más específica, cuando nos refiramos a la koiné neotestamentaria.
En este período, en el que tantas transformaciones experimentó la lengua griega, cobra particular importancia la floreciente comunidad judía de aquel emporio cultural que fue Alejandría. En vistas de las necesidades propias de ese colectivo religioso, se promueve y se realiza la primera traducción griega de las escrituras sagradas del judaísmo, que los cristianos denominan Antiguo Testamento. Es la versión de los Setenta o Septuaginta (LXX). Allí escribió también Filón el Alejandrino (conocido así mismo como «el Judío»).
Y en ese mismo lapso de la historia nace, se desarrolla y se afirma de manera definitiva el cristianismo, que dará al mundo otra abundante serie de escritos, de los cuales los principalísimos, pero de ninguna manera únicos, son los que constituyen el Nuevo Testamento.
Puesto que tanto la LXX como el Nuevo Testamento muestran claramente las vicisitudes de este período de transición lingüística, con sus vacilaciones e inseguridades, «los escritores de la antigüedad tardía no dejaron de manifestar su aversión hacia el lenguaje utilizado» en esas obras, pues «no podía menos de parecerles muy alejado de los cánones del griego clásico».9
El aticismo
En el siglo primero antes de nuestra era y en los siguientes, concomitantemente con la aparición del cristianismo, surgió y se desarrolló en Atenas un movimiento literario que tuvo como meta resucitar el antiguo dialecto ático, del siglo 5 a.C., que había cedido su puesto a la lengua común alejandrina. A sus seguidores se los conoció con el apelativo de aticistas.
Con esta tendencia literaria aparece por vez primera, en la historia de la lengua griega, la diglosia o el bilingüismo. Con algunas excepciones (como es el caso de unos pocos escritores, del Nuevo Testamento y de escritos similares), la expresión escrita echaba mano de la lengua «aticizada» y procuraba imitar el uso literario de los escritores áticos de la época clásica. Pero en la expresión oral, al contrario, se usaba la forma evolucionada, que se había ido enriqueciendo y continuaba enriqueciéndose con muchos elementos del dialecto jónico y de otras fuentes 10 (como ya se señaló), pues el esfuerzo aticista no logró parar la renovación y el desarrollo de la lengua. Esta situación duró —no sin serias luchas y discusiones y mientras la lengua seguía transformándose— hasta la última parte del siglo 20 (aunque todavía muchas personas continúan usando lo que se ha conocido, en la historia contemporánea de la lengua griega, como haplē katharevousa (lengua culta en su forma sencilla).
Lo dicho en el párrafo anterior lleva implícito el hecho de que después del griego koiné, la lengua griega continuó transformándose. Pasa por el llamado período bizantino y desemboca, primero en la continuación de la diglosia que acaba de mencionarse, y luego, con las decisiones tomadas por el gobierno griego en la última parte del siglo 20, en la extensión general del demótico, en sus varios niveles, como sucede con toda lengua viva, y en el sistema monotónico actualmente en uso.
El griego del Nuevo Testamento
Los cristianos han afirmado, a lo largo de los siglos, que sus escrituras sagradas han sido inspiradas por Dios (pasa grafē theopneustos: cf. 2 Timoteo 3.16). La doctrina incluye, por supuesto, los escritos que constituyen el Nuevo Testamento. Pero hubo cristianos que confundieron la inspiración de estos últimos libros con la inspiración del idioma en que fueron escritos. Así llegaron a considerar que el idioma del Nuevo Testamento era un griego «especial», también inspirado, en tanto tal, por el mismo Espíritu que había inspirado el contenido, y distanciado significativamente de lo que conocemos como «griego clásico».11
Se sabe, no obstante, que tal concepción está muy alejada de la realidad. La lectura de material contemporáneo de los escritos del Nuevo Testamento ha mostrado que el griego en que este fue escrito —el conocido como koiné, como se ha dicho— es el griego «común» (que es el significado de la palabra koiné), no el de los especialistas de la lengua. En otras palabras, es el griego que hablaba la gente y en el que escribía sus comunicaciones, como cartas personales, contratos comerciales, convenios, etc. Por eso, las cartas que son parte del Nuevo Testamento comparten características importantes con las cartas que se escribían en griego en el siglo primero.
Hay que tomar en consideración que cuando se habla del «Nuevo Testamento» no nos estamos refiriendo a un libro, en el sentido más propio que le damos a este término en nuestros tiempos. En otras palabras, no se trata de una obra unitaria. Más aún: de Perogrullo es afirmar que los diversos textos que componen eso que llamamos Nuevo Testamento fueron escritos en un lapso de varios decenios, sobrepasando, muy probablemente, el medio siglo.12
Lo anterior nos permite destacar algunos elementos a los que deben prestarse siempre particular atención al estudiar el griego del Nuevo Testamento.
*****Busque la segunda parte de este artículo aquí: « El griego del Nuevo Testamento— Parte 2»
_______________
Notas y referencias
1 Gramática del griego moderno (demótico). (Salónica: Universidad de Salónica, Instituto de Estudios Neohelénicos, 1991) p. 1 (gm. De aquí en adelante, citamos esta obra como GGM).
2 GGM, p. 2.
3 Ibídem.
4 Julio Trebolle Barrera y José M. Sánchez Caro, «Lengua y escritura bíblicas», Parte cuarta, cap. XIV de La Biblia en su entorno (Estella: Editorial Verbo Divino, 1992), p. 446.
5 Aunque los lingüistas suelen evitar la aplicación de la palabra «evolución» a las transformaciones de una determinada lengua, aquí la usamos no sin aclarar que en este contexto dicha palabra no tiene, para nosotros, connotaciones axiológicas. No se trata aquí de calificar el proceso de cambio como de «mejoramiento» o «empeoramiento» de una determinada lengua, pues estas categorías salen sobrando. A veces, tal proceso va de lo más sencillo a lo más complejo; en otras ocasiones, el recorrido es a la inversa.
6 GGM, p. 2.
7 En esta sección, seguimos las observaciones hechas en el texto citado en la nota 1.
8 Véase, como ejemplo extremo y a modo de curiosidad, una rarísima palabra del griego del siglo 5, que significa, ella sola, «desdichado que acude desde el amanecer a los tribunales llenos de sicofantes», de un único registro en un texto de Aristófanes (Las avispas, 505).
9 Julio Trebolle Barrera, La Biblia judía y la Biblia cristiana (Madrid, Editorial Trotta, S.A., 1993), p. 74.
10 Véase G. Babibiotis, «Esbozo histórico de la lengua griega», en Sistema de enseñanza de lecciones de griego moderno (Atenas, 1968), p. 57 (gm). Véase también el texto citado en la nota 1, p. 3-4.
11 Cf. Julio Trebolle Barrera, La Biblia judía y la Biblia cristiana (Madrid: Editorial Trotta, S.A., 1993), p. 74-75.
12 Al afirmar esto no tomamos en cuenta los materiales «previos» que usaron los diversos escritores (tradiciones orales, logia, etc.). Si se concede validez a la datación tardía de algunos escritos (por ejemplo, las cartas deuteropaulinas, 2 Pedro), el lapso sería aún mayor.