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El poder del evangelio – La historia de Mitsuo Fuchida

Remontémonos casi 79 años en el pasado, exactamente al domingo 7 de diciembre de 1941, la mañana en que la aviación del Japón bombardeó Pearl Harbor, en Hawái, dejando un saldo de 2403 muertos, 1178 heridos, la destrucción de 188 aviones y borró casi por completo la flota de los Estados Unidos en el Pacífico.

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Foto: Wikipedia

El bombardeo de Pearl Harbor fue liderado por un brillante piloto japonés, de 39 años, llamado Mitsuo Fuchida (1902-1976). Aunque aquel día su avión fue varias veces alcanzado por la artillería terrestre, Fuchida sobrevivió.

Después de la guerra, Fuchida era perseguido por las memorias de todas las muertes que él había presenciado. En un intento de encontrar solaz, Fuchida se mudó a una granja cerca de Osaka. Sus pensamientos se concentraron cada vez más en el tema de la paz y decidió escribir un libro sobre el tema. En su libro, que pensaba llamar «Basta de Pearl Harbors», Fuchida urgía al mundo a buscar la paz hasta las últimas consecuencias, aunque en su planificación del libro buscó en vano por una historia en la que basar su libro. Su búsqueda es relatada por Donald A. Rosenberger, un marino estadounidense que había sobrevivido a Pearl Harbor, quien nos cuenta:

«Fuchida comenzó a buscar por historias sobre prisioneros de guerra que pudieran ilustrar el principio que estaba buscando. Su primer informe le llegó cuando un amigo —un teniente que había sido capturado por los estadounidenses y encarcelado en una prisión de guerra en los Estados Unidos.

Fuchida vio su nombre en un diario, en una lista de prisioneros de guerra que volvían a Japón. Inmediatamente hizo contacto con su amigo y cuando se encontraron hablaron de muchas cosas hasta que le preguntó: «¿Cómo te trataron en la prisión de guerra?». Su amigo le respondió que lo habían tratado bastante bien, aunque había sufrido bastante tanto mental como espiritualmente. Pero entonces, el amigo de Fuchida, le contó que algo lo había impresionado profundamente y que lo ayudó a él y a los que estaban con él a olvidar todo el resentimiento y el odio cambiándolos por un espíritu de perdón y un sentimiento de paz.

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De Imperial Japanese Navy – Official U.S. Navy photograph NH 50930., Dominio público, Enlace

¿Qué había sucedido?

Había una joven estadounidense llamada Margaret «Peggy» Covell, que tendría unos 20 años, según ellos pensaban, que iba a la prisión de manera regular ayudando a los prisioneros en lo que podía. Peggy les llevaba cosas que podían disfrutar, como revistas y periódicos; se preocupaba por los enfermos y siempre estaba dispuesta a ayudarlos en lo que necesitaran. Cuando le preguntaron por qué hacía todo eso, la respuesta les provocó una enorme conmoción: «Porque mis padres murieron a manos de la armada japonesa».

Esta declaración conmocionaría a cualquier persona, pero era totalmente incomprensible para la cultura japonesa. En esa sociedad, ninguna ofensa sería considerada peor que el asesinato de los padres. Peggy trató de explicar sus motivos. Les contó que sus padres eran misioneros en las Filipinas. Cuando los japoneses invadieron la isla, sus padres escaparon a las montañas. Por diferentes circunstancias, sin embargo, los japoneses los descubrieron y, pensando que eran espías, los condenaron a muerte. Si bien ellos negaron insistentemente la acusación, los japoneses los ejecutaron.

Foto: Chronicle Express

Peggy no supo lo que había pasado con sus padres hasta que la guerra terminó.

Cuando finalmente se enteró, su primera reacción fue de ira y amargura. Peggy estaba furiosa con dolor e indignación. Imaginarse las últimas horas de vida de sus padres le provocaba una profunda tristeza. Se los imaginaba atrapados, implorando por una misericordia que no fue atendida. Se imaginó la brutalidad de los soldados y a sus padres enfrentando a sus ejecutores japoneses y sus cuerpos cayendo sin vida en las montañas de Filipinas.

Gradualmente, Peggy comenzó a pensar en el amor de sus padres por la gente de aquellas remotas regiones, hasta que finalmente se convenció completamente de que sus padres habían perdonado a sus ejecutores, pues sus padres habían puesto sus vidas en las manos de Dios y estaban dispuestos a darlas en el nombre de Jesús, a quien servían. Consecuentemente, si sus padres habían muerto sin amargura o rencor hacia sus ejecutores, ¿por qué su actitud debía ser diferente? ¿Por qué debía llenar su vida de deseos de venganza y resentimiento cuando ellos estaban llenos de amor y perdón? Por lo tanto, Peggy decidió seguir el camino del amor y el perdón y ministrar a los prisioneros japoneses como prueba de su sinceridad.

Aquella jovencita acudió al campo de prisioneros japoneses, estando segura de que la forma de ser que correspondía como hija a la oración de sus padres era la de comunicar el perdón de la cruz de Cristo a esos mismos japoneses, y así lo puso en práctica con valor.

Fuchida comenta: «Si la jovencita hubiera seguido odiando a los japoneses como enemigos por haber matado a sus padres, el odio volvería y se repetiría así, infinitamente. En ese momento me vino a la memoria una poesía de Inazo Nitobe, que fue uno de los primeros precursores del cristianismo en Japón: “Aunque odiarles quieras, no les devuelvas odio por odio. El odiar y el ser odiado no tienen fin”».

El impacto de su historia

Fuchida fue tocado por esta historia, pero fue especialmente impactado con el hecho de que eso era exactamente lo que había buscado por tanto tiempo: «Un principio suficientemente impactante como base de la paz». ¿Podría ser que la respuesta que tanto buscó fuera el amor dispuesto a perdonar que fluye de Dios al hombre, y entonces de un hombre a otro? ¿Podría ser ese el principio sobre el cual fundamentar su libro «Basta de Pearl Harbors»?

Foto: Guideposts.org

Cuando volvía a su casa, por circunstancias solo posibles en los planes de Dios, Fuchida compró un Nuevo Testamento en la estación del tren. Unos meses después comenzó a leer dos o tres capítulos por día. En setiembre de 1949, Fuchida leyó Lucas 23. Era la primera vez que leía la historia de la crucifixión.

La escena del Calvario perforó el espíritu de Fuchida.

Todo se hizo realidad con el relato de Lucas. En medio del horror de su muerte, Cristo dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas; Fuchida había alcanzado el fin de su larga, larga búsqueda. Sin duda esas palabras fueron la fuente del amor que Peggy había mostrado; tal como Jesús, cuando estaba colgado sobre una cruz y oró no solo por sus ejecutores sino por toda la humanidad. Eso significaba que había orado y muerto por Fuchida, un japonés que vivía en el siglo xx.

Fuchida cuenta:

«Se me humedecieron los ojos, y pronto sentí cómo rodaban por mis mejillas grandes lágrimas. Pude contemplar la cruz del Gólgota, y volví mis ojos rectamente hacia Cristo. Ese día acepté a Jesucristo como mi Señor y Salvador».

«De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2Co 5.17).

Finalmente terminó su libro y lo tituló: «Desde Pearl Harbor al Gólgota». Su versículo preferido, que siempre agregaba cada vez que firmaba, era: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» Lucas 23.34.

El perdón que Cristo ofrece tiene un tremendo poder para afectar al mundo. Dios lo sabe, Lucas lo sabía, y hoy nosotros también necesitamos saberlo y comunicarlo a todos los que nos rodean.

Este es el mensaje de amor que debemos proclamar cada día de nuestras vidas. Es un mensaje de perdón; de Dios a nosotros y de nosotros a los demás. Como cristianos es nuestro deber y privilegio proclamar el evangelio que tiene poder de vida y resurrección.

1 comentario en “El poder del evangelio – La historia de Mitsuo Fuchida”

  1. Hermanos gracias por compartir tan maravillosa historia. Acabo de suscribirme al boletín buscando datos para una enseñanza llegué acá, creo que nunca ví esta página, la voy a recomendar. Además me parece muy didáctico la entrega la historia de la traducción de la Biblia al castellano, el año pasado con una hermana presentamos un estudio de este importante acontecimiento, se lo voy a enviar porque es información que encontramos. Los felicito por su trabajo Dios les guarde y bendiga a cada uno de ustedes y sus familias.

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