El traductor como lingüista — Parte 2

El traductor como lingüista — Parte 2

La tipología gramatical

Las gramáticas de diferentes lenguas ofrecen a sus respectivos hablantes diferentes posibilidades comunicativas. Varían en lo que pueden expresar y varían también en lo que tienen que expresar. Tales divergencias en la tipología gramatical pueden ocasionarle problemas al traductor cuando las gramáticas de la lengua fuente y la lengua receptora no concuerdan en lo que pueden y deben expresar.

Por L. Ronald Ross1

La voz pasiva

La mayoría de las lenguas del mundo presentan una oposición entre la voz activa y la voz pasiva y de hecho no pocas lenguas tienen otras opciones como la voz media y la voz antipasiva. En la voz activa el agente de la acción es el sujeto de la oración y, generalmente, el tema del discurso, en tanto que el paciente de la acción suele ser el complemento directo. En la voz pasiva, en cambio, el paciente de la acción se promueve a la posición de sujeto de la oración, mientras que el agente se degrada gramaticalmente, dejando de ser argumento del verbo o eliminándose totalmente. (Además, se emplea alguna forma del verbo ser y el participio pasivo del verbo principal y el agente, si está expresado, va precedido por la preposición por).

[10] a. El niño pateó al perro. (Voz activa)
b. El perro fue pateado por el niño. (Voz pasiva con agente degradado)
c. El perro fue pateado. (Voz pasiva con eliminación del agente)

(Muchos estilistas exhortan a no emplear la voz pasiva, argumentando que así el estilo resulta más dinámico. Pero la virtual universalidad de la voz pasiva en las lenguas del mundo no es casual, sino un reflejo de que tienen funciones importantes particularmente a nivel del discurso). Por el momento, lo que nos interesa son las dos clases de voz pasiva que se ven en [10 b. y c.]. En [10 b.], el agente se ha convertido en parte de una frase preposicional. Se dice que se ha degradado gramaticalmente por cuanto ya no constituye uno de los tres argumentos del verbo (sujeto, complemento directo y complemento indirecto). En el ejemplo [10 c.], la degradación del agente llega al extremo de la eliminación completa. En español existen ambas posibilidades, pero en numerosos idiomas (por ejemplo, el garífuna y muchas lenguas criollas) solo existe la segunda, esto es, la voz pasiva con eliminación del agente, lo que tiene implicaciones para la traducción. Las lenguas bíblicas tienen ambos tipos de voz pasiva, tanto la que expresa el agente como la que no. Cuando se quiere traducir un pasaje bíblico en el que aparece la voz pasiva con agente a una lengua que solo admite la voz pasiva sin agente, se le presenta un problema al traductor. Veamos por ejemplo Hechos 15.4, pasaje en el cual hay una voz pasiva con varios agentes cuya omisión sería a todas luces inadmisible.

Al llegar a Jerusalén, [Pablo y Bernabé] fueron muy bien recibidos, tanto por la iglesia como por los apóstoles y los ancianos… (NVI).

En este pasaje están expresados tres agentes: la iglesia, los apóstoles y los ancianos. En este caso, Pablo y Bernabé son los sujetos de la oración pasiva y pacientes de la acción de ser recibidos. Se ha recurrido a la voz pasiva precisamente para que Pablo y Bernabé sean los sujetos porque en este pasaje se está hablando acerca de ellos. Es decir, son el tópico del pasaje. Pero es importante saber también quiénes los recibieron. Si el traductor optase por la voz activa, y pusiera por ejemplo: Tanto la iglesia como los apóstoles y los ancianos lo recibieron muy bien sería una solución a medias, porque ahora se está hablando acerca de la iglesia, los apóstoles y los ancianos y no de Pablo y Bernabé. Pero si la lengua en la que se está haciendo la traducción no permite la expresión de agentes en la voz pasiva, ¿qué otra solución podría haber? La mayoría de las lenguas tienen otras estrategias para mantener el paciente como tópico, que generalmente implican extraerlo del lugar que corresponde normalmente en la oración. Por ejemplo, en español el lugar que le corresponde normalmente al complemento directo (y paciente) es después del verbo, como se puede ver en [10 a.]. Pero si se extrae de esa posición y se antepone al resto de la oración, puede mantenerse como tópico, sin recurrir a la voz pasiva.

[11] A estos dos siervos del Señor los recibieron muy bien tanto la iglesia como los apóstoles y los ancianos.

Así pues, cuando la lengua fuente consigue efectos pragmáticos por medio de estructuras marcadas que la lengua receptora no posee, el traductor deberá buscar otras estrategias marcadas (esto es, estructuras) de la lengua receptora que permitan lograr más o menos los mismos efectos. En este caso, se ha recurrido a la estructura conocida con el nombre de topicalización.

El género

Otra forma en que las lenguas difieren gramaticalmente es en cuanto al género. El género es un sistema para la clasificación de sustantivos que se refleja en la gramática de una lengua mediante la concordancia. Si una lengua tiene género (y algunas lenguas como el quichua no lo tienen), debe tener cuando menos dos géneros, pero puede tener veinte o más. Hay una gran variedad de sistemas para la expresión del género, y los criterios para asignarle un género particular a un sustantivo son muy diversos.

El inglés posee tres géneros: masculino, femenino y neutro. Los sustantivos masculinos denotan seres humanos masculinos, los sustantivos femeninos seres humanos femeninos y el género neutro se aplica a casi todo lo demás. Algunos seres no humanos pero de elevada animidad también se diferencian con base en el sexo, particularmente cuando se trata de mascotas u otros animales domesticados. El sistema genérico del inglés se basa fundamentalmente, entonces, en la semántica, es decir, el significado de las palabras. Es además un sistema exclusivamente pronominal por cuanto las únicas formas lingüísticas que concuerdan en género son los pronombres personales, posesivos y reflexivos de tercera persona (Corbett, 1991:12).

 

En español lo más frecuente es que el género se asigne con base en la forma de la palabra. Cosa de todos sabida es que, con escasas excepciones, las palabras terminadas en -a son femeninas y las terminadas en -o son masculinas. Hay otras desinencias que también se asocian con un género o con otro. Por ejemplo, las palabras que terminan en -dad, -tad, y –ción también son femeninas. En el caso de los seres humanos y algunos animales, el sexo también determina el género al cual pertenecen. En español la concordancia tiene una presencia muchísimo más amplia que en inglés, puesto que se manifiesta no tan solo en los pronombres, sino también en la mayoría de los adjetivos, los cuales concuerdan en género (y número) con los sustantivos que modifican.

[12] a. la cabr-a bonit-a
b. el caball-o negr-o

Hasta aquí se ha visto que en inglés el género se basa en el sexo (o ausencia del sexo) del referente, lo cual es común en las lenguas del mundo, y en español se basan generalmente en la morfología de la palabra o —en el caso de seres animados— en el sexo. En otras lenguas el género se asigna con base en la animidad y la inanimidad.2 Los referentes animados son del género de los animados y los demás son del género de los inanimados. Entre otras muchas lenguas, el garífuna (arawako, Honduras) asigna el género con base en una clasificación semántica. Todas las ciudades son masculinas y los edificios y prendas de vestir son femeninos. Hay muchas otras clasificaciones semánticas, pero solo dos géneros. Y, como sucede en otras muchas lenguas, es un sistema mixto en el sentido de que el género de los seres que poseen un alto grado de animidad se asigna con base en el sexo de estos. Pero el género en garífuna no se puede determinar a partir de la forma del sustantivo. Formalmente se puede apreciar solo en el sistema pronominal de tercera persona, los prefijos posesivos y verbales y los adjetivos.

El hecho de que una palabra de la lengua fuente pertenezca a un género y a otro en la lengua receptora, el género incide en la traducción de varias maneras. Bien, pero ¿cómo lo hace?

El hecho de que cierta palabra de la lengua fuente y otra con la que se traduce a la lengua receptora pertenezcan a géneros distintos en sus respectivos idiomas no suele causar problemas. No obstante, hay casos en que el género sí incide en la traducción. Por ejemplo, en Proverbios 4.6-9 la sabiduría se nos presenta figuradamente como mujer, casi como amante. Esto resulta natural en hebreo porque «sabiduría» es femenina en hebreo, como también lo es en español.

El traductor como lingüista — Parte 2

6No la abandones, y ella te guardará;
Ámala, y te protegerá.
7 Sabiduría ante todo, ¡adquiere sabiduría!
Sobre todo lo que posees, ¡adquiere inteligencia!
8 Engrandécela, y ella te engrandecerá;
te honrará, si tú la abrazas.
9 Un adorno de gracia pondrá en tu cabeza;
una corona de belleza te entregará (RVR-95).

Todas las formas pronominales referidas a la sabiduría tienen el género femenino (la y ella). Muchos de los verbos que se construyen con estas formas suelen tener como sujetos y objetos solo referentes de un alto grado de animidad, especialmente seres humanos (abandonar, guardar, amar, abrazar, engrandecer, proteger, etc.). Se usa dos veces el pronombre nominativo ella, el cual casi siempre se reserva para seres humanos en su función de sujeto, como se puede ver por los ejemplos siguientes.

[13] a. Ella es mi hermana.
b. *Ella es mi cebolla

En este pasaje sabiduría aparece, pues, como mujer, casi una amante, a quien el padre aconseja a su hijo amar y abrazar. A cambio, ella lo honrará y engrandecerá. Cuando llegamos a este pasaje en la traducción garífuna, descubrimos una dificultad a la que no encontramos solución. En esta lengua «sabiduría» (lichu aau) es masculina, lo cual implica que todos los adjetivos que modifican dicho término, junto con todas las formas pronominales referidas a la sabiduría debían aparecer en forma masculina. De modo que el pasaje rezará como sigue:

6No lo abandones, y él te guardará;
Ámalo, y te protegerá.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Sobre todo lo que posees, ¡adquiere inteligencia!
8 Engrandécelo, y él te engrandecerá;
te honrará, si tú lo abrazas.
9 Un adorno de gracia pondrá en tu cabeza;
una corona de belleza te entregará.

Otro caso similar se encuentra en el libro de Lamentaciones. Aquí Jerusalén se presenta mediante una serie de metáforas femeninas, lo que Lakoff y Johnson denominarían esquema metafórico.3 Se le llama viuda, señora de provincias, hija de Sión, la virgen hija de Judá. Llora, sus amantes no la consuelan, las lágrimas corren por sus mejillas. De principio a fin, Jerusalén es mujer. Sin embargo, este aspecto del texto no puede reproducirse en garífuna por la sencilla razón de que en esta lengua las ciudades son masculinas. Jerusalén se convierte en viudo y rey de las provincias. Desde luego que tales adaptaciones modifican considerablemente el ambiente del texto. Sin embargo, no se encontró mejor solución que esta. Y son tales adaptaciones —a las que recurrimos con renuencia obligados por las indómitas gramáticas de idiomas disímiles— lo que hace de la traducción el arte impreciso que siempre es.

El garífuna le plantea al traductor otro problema que posiblemente sea peculiar de esta lengua debido a su historia particular. El garífuna es miembro del subgrupo de lenguas arawakas y de la familia maipureana4 y se deriva de la lengua que hablaban los arawakos que habitaban la isla caribeña de San Vicente. La isla fue invadida por los aguerridos caribes, quienes aniquilaron a los hombres arawakos y tomaron a sus mujeres por esposas. Inicialmente, la comunidad resultante fue bilingüe, puesto que los hombres hablaban caribe y las mujeres arawako. Los caribes no lograron que su lengua se estableciera en la comunidad, y se cree que recurrían a una versión muy simplificada del caribe para comunicarse con sus esposas arawakas. No obstante, se produjo cierto grado de interferencia lingüística de la que resultó una variante del arawako en la que hombres y mujeres tenían vocabularios parcialmente diferenciados. Posteriormente naufragó un barco cargado de esclavos frente a la costa de San Vicente. La mayoría de los africanos lograron llegar nadando a la costa de San Vicente, donde establecieron una especie de coexistencia pacífica con los caribes. Esta lengua se conoce como garífuna y en la actualidad los hablantes masculinos aún mantienen cierto número de palabras en caribe que solo ellos usan, si bien las mujeres también las entienden. Entre esas palabras se incluye el paradigma de los pronombres de primera y segunda persona singular:

Habla masculina Habla femenina
1 persona au (yo) nugúya (yo)
2 persona amürü (tú) bugúya (tú)

Estas diferencias no presentaron ningún problema a lo largo de casi toda la traducción, ya que cuando se percibía que el hablante en el texto era hombre, se usaban las formas del habla masculina, y se usaban las del habla femenina cuando hablaba una mujer. Claro que las mujeres integrantes del equipo de traducción en ocasiones objetaban el uso de las formas del habla masculina cuando no se sabía quién era el autor (y narrador) de un libro y los hombres del equipo de traducción habían optado por las formas del habla masculina. Sin embargo, se suscitó un serio desacuerdo durante la traducción de los Salmos, por la naturaleza profundamente devocional del libro, y también porque a lo largo de todo el texto, el salmista se dirige a Dios. Como era predecible, los traductores habían usado la forma masculina amürü («tú») para dirigirse a Dios, y au («yo») para referirse al salmista, a pesar de que las mujeres hablantes de garífuna nunca usan esas formas para dirigirse a nadie. Las mujeres argumentaban que, como mujeres, su lectura de los Salmos no podía ser significativa si la forma de dirigirse a Dios y al salmista era tal que indicaba que los lectores eran siempre hombres. Los hombres, por supuesto, invirtieron el argumento diciendo que ellos tampoco podían sentirse cómodos leyendo los Salmos si se suponía que el lector era una mujer.

En un inicio no parecía existir forma de salir de este círculo. No obstante, fue posible encontrar una solución en el cambio que está experimentando la lengua. Existe una fuerte tendencia hacia la fusión de las formas masculinas y femeninas a favor de las segundas, de modo que las pocas formas de habla masculina que quedan están desapareciendo en forma paulatina. Es más, los niños aprenden el habla femenina de las madres y no es sino en la adolescencia cuando la cambian por el habla masculina, a fin de que su habla no se perciba como afeminada. Sin embargo, de por vida siguen usando la forma femenina bugúya al dirigirse al padre y a la madre. Fue así como las mujeres esgrimieron dos argumentos: primero, que el desarrollo general de la lengua favorecía el uso cada vez más frecuente de las formas del habla femenina y, segundo, que las formas femeninas son menos ajenas a los hombres que las formas masculinas a las mujeres, ya que los hombres las usan regularmente desde la primera infancia y siguen utilizándolas para dirigirse al padre y a la madre, incluso en la edad adulta. Por consiguiente, prevalecieron los pronombres femeninos y se utilizaron en todo el libro de los Salmos, aunque las formas masculinas de los pronombres seguían siendo la primera opción en el resto de la traducción.

Sociolingüística

Una definición amplia de la sociolingüística la ubica como el estudio del lenguaje humano en el contexto social. La sociolingüística nos ayuda a relacionar a los hablantes con las comunidades, a examinar los diversos registros y dialectos, a comprender mejor el mundo multilingüe en el que coexistían las culturas bíblicas, a buscar soluciones para el difícil tema del lenguaje inclusivo, así como a usar la lengua de modo que refleje mejor la naturaleza de las relaciones interpersonales o deixis social. En vista de que se ha escrito ampliamente sobre la aplicación de la sociolingüística a la traducción, nos referiremos únicamente a un ejemplo de su importancia.

La deixis social es la gramaticalización de las relaciones personales (sociales) que se establecen entre interlocutores, e incluso entre un hablante dado y otro más que no está presente en el acto del habla sino que es alguien de quien se está hablando. Los traductores de la Biblia en muchas partes del mundo con frecuencia pasan por alto este aspecto crucial de la gramática, por cuanto las lenguas bíblicas no lo marcan gramaticalmente. En muchas lenguas, tales como español, portugués, alemán y francés, existe una dicotomía en la gramática entre las formas llamadas «formales» y las «familiares».5 Brown y Gilman, en su artículo pionero “Pronouns of power and solidarity”, usan V y T (del francés vous y tu) para representar, respectivamente esas dos formas.6 La forma V se usa para marcar distancia social y la forma T para indicar cercanía social.

En lenguas como el español, todas las relaciones diádicas entre interlocutores deben definirse como una relación simétrica de tipo VV o TT o, por el contrario, como una relación asimétrica de tipo V T, en el caso de interlocutores de diferente rango social. No existe una zona neutral y este es un hecho ineludible de la gramática. No obstante, es sorprendente que antes de la publicación de la Versión Popular, ninguna traducción de la Biblia al español había tomado en cuenta esta norma sociolingüística, y todas las relaciones entre primera y segunda persona se expresaban como relaciones simétricas del tipo TT, dando así la impresión errónea de que en prácticamente todos los diálogos que se dan en el texto bíblico, los participantes son personas de un mismo rango social o sienten un alto grado de solidaridad recíproca.7 Esta práctica introduce un alto grado de distorsión en el texto.8

Traducir desde una perspectiva sociolingüística le impone al traductor toda la responsabilidad de valorar correctamente las innumerables relaciones personales en que aparecen en el texto bíblico. A menudo existen claves contextuales muy claras. Cuando Abraham le habla a su sirviente, hay una relación obviamente asimétrica entre el amo y el sirviente, la cual requiere expresión gramatical. Pero en casos menos aparentes, es mejor aplicar el buen criterio y adivinar el tipo de relación que se establece, y no simplemente nivelar todas las relaciones en la totalidad del texto.

 

El traductor como lingüista — Parte 2

Algunas lenguas presentan problemas más retadores para la traducción. Por ejemplo, Hudson describe la situación del mijikenda, que se habla en Kenia.9 Al igual que varias lenguas occidentales, el mijikenda usa un pronombre en singular para T y uno en plural para V. Pero a diferencia de las lenguas occidentales, la selección de pronombre está determinada por las generaciones a las cuales pertenecen el hablante y el receptor. Si el receptor pertenece a la misma generación a la que pertenecen los padres del hablante, entonces éste se ve obligado a usar V. Ya este hecho en sí podría dar la impresión de que el poder es el factor pertinente, pero el hablante también está obligado a usar V al dirigirse a personas de la misma generación a la que pertenecen sus hijos, y el uso de T y V es siempre recíproco, en tanto que en los sistemas basados en el poder, la ausencia de reciprocidad constituye la norma. Podemos preguntarnos qué sucede cuando la brecha generacional se extiende a más de una generación. En ese caso, los hablantes usan T al dirigirse a la generación de los abuelos, V al dirigirse miembros de la generación de los bisabuelos, etc. Las sociedades mijikenda se relacionan estrechamente entre sí, de modo que por lo general una persona sabe el lugar que ocupa otra persona en el esquema generacional.

Naturalmente, el texto bíblico proporciona información generacional sustantiva sobre los numerosos personajes que aparecen en él. Sin embargo, hay innumerables casos en los cuales el lector no recibe ninguna indicación sobre la respectiva generación a la que pertenecen dos interlocutores. Por ejemplo, ¿cuál es la generación de Jesús y cuál la de Nicodemo? Es probable que Nicodemo fuera mayor, en razón de su posición en la comunidad judía, pero ¿era una generación mayor, o dos? Ese tipo de información no se expresa gramaticalmente en las lenguas bíblicas, pero supuestamente hay que tenerla para escoger el pronombre adecuado.

Prágmática

El principio de cooperación

Hace ya varias décadas, un grupo de filósofos del lenguaje y de semanticistas notaron que el significado semántico de una oración a menudo no coincide con el significado del enunciado correspondiente que se expresa en el lenguaje espontáneo y en el marco de un contexto comunicativo auténtico. En otras palabras, a menudo comunicamos cosas que no decimos y entendemos cosas que no oímos. ¿Qué hace que esto sea posible? El filósofo inglés Paul Grice le dio solución al problema, al afirmar que gran parte de significado del lenguaje natural es de naturaleza inferencial.10 Señaló, además que el problema no radica en las reglas semánticas o sintácticas de las lenguas naturales, sino en las «reglas y principios de la conversación».11

El punto fundamental del enfoque de Grice es sin duda su muy conocido Principio de Cooperación (PC), que consiste básicamente en hacer que el aporte a una conversación sea lo más apropiado posible en el punto en que se da. Grice define la cooperación en función de cuatro categorías generales en las que pueden aparecer una o más máximas:12

1. Cantidad

1. Contribuya con toda la información requerida (para los fines del intercambio actual)
2. No contribuya con más información de la requerida.

2. Calidad

1. No diga lo que crea que es falso.
2. No diga aquello para lo cual no tiene suficiente evidencia.

3. Relación (Sea relevante)

4. Modo

1. Evite la expresión confusa
2. Evite la ambigüedad
3. Sea breve (evite la verbosidad)
4. Sea ordenado.

Según Grice, hay cinco formas en las que puede reaccionar un hablante ante estas máximas.13 La primera, por supuesto, es ajustarse a ellas. La segunda es violarlas, como por ejemplo al mentir en forma deliberada. En tercer lugar, el hablante puede optar por abandonar una máxima. Esto es poco común pero sería el caso, por ejemplo, si una persona tiene información necesaria para el evento del habla, pero ha sido obligada a no divulgarla, tal y como sucede cuando alguien dice «No puedo decírtelo». La cuarta posibilidad sería un conflicto de máximas, como es el caso cuando seguir una máxima implica violar otra. Un ejemplo sería si una persona no puede apegarse a la máxima «Contribuya toda la información requerida» sin violar la máxima «Cuente con evidencia adecuada para lo que dice». La forma más interesante de manejar las máximas es burlar una de ellas. Cuando un hablante burla una máxima, no la cumple pero no puede acusársele de violarla porque la infracción es tan obvia que el hablante sabe que no está acatando la máxima, y sabe que todos los demás participantes en la conversación también lo saben.

Esto nos lleva a la noción de implicación conversacional, que se refiere a lo que posibilita que un hablante le comunique al oyente más de lo que realmente se dice. Veamos el siguiente ejemplo de Grice:

[14] A está de pie junto a un carro obviamente inmovilizado cuando B se le acerca y se da el siguiente intercambio:

A: Me quedé sin combustible.
B. Hay un taller a la vuelta de la esquina.

Literalmente hablando, la respuesta de B es irrelevante. Simplemente le dice a A que un establecimiento de cierto tipo se encuentra a la vuelta de la esquina, aún cuando A no le preguntó eso. No obstante, A supondría que la contribución de B es de algún modo relevante y que, en efecto, B está cooperando. Pero para que la participación de B sea relevante, es necesario que crea que el taller está abierto y que vende combustible. La implicación es que A, luego de caminar un cierto trecho, podría resolver el problema comprando combustible en el taller a la vuelta de la esquina.

[15] A y B van a salir a cenar y están tratando de decidir dónde ir, cuando tiene lugar el siguiente intercambio.

A: ¿Vamos al restaurante chino?
B. Tengo la presión alta.

Si la tomamos literalmente, la respuesta de B no parece responder a la pregunta de A. La pregunta de A requiere una respuesta en uno u otro sentido sobre un sitio al cual ir a comer, y B le responde a A con información sobre su salud, burlando así la máxima de relevancia. Sin embargo, A normalmente supondrá que B está cooperando y buscará entonces la forma de darle sentido a lo que B dijo. Ambos están conscientes de que la comida china a menudo tiene un alto contenido de sodio y que las personas con presión alta deben evitar ingerir sodio. La implicación es que B cree que no debe comer comida china; es decir, su enunciado afirmativo sobre su estado de salud en realidad constituye una respuesta negativa a la pregunta.

En la actualidad se presume que la comunicación es mucho más inferencial de lo que se creía hace unas pocas décadas. Pero la capacidad de inferir que posibilita la comprensión de las implicaciones requiere que los participantes en un evento del habla compartan un gran número de supuestos. En el ejemplo [15], ambos participantes deben compartir los supuestos de que la comida china es alta en sodio y que el sodio es dañino para las personas con presión alta, a fin de que se establezca la implicación y sea inferida correctamente. Y es muy probable que exactamente el mismo intercambio, si se da entre un conjunto de participantes culturalmente diferentes, genere implicaciones también diferentes.14

Nos referiremos seguidamente a la aplicación translingüística de las máximas de Grice. Supongamos que los lectores originales de un texto comparten numerosas suposiciones con el autor, quien después de todo se dirigía a ellos al escribir. El autor ajusta el mensaje a la audiencia y es consciente de los tipos de implicaciones que esa audiencia podrá procesar. Sin embargo, los lectores de una traducción del texto fuente están en una situación diferente. Dependiendo de cuán distantes estén cultural, temporal y lingüísticamente del texto fuente, comparten un mayor o menor número de los supuestos iniciales del autor. Además, en el grado en que no compartan las suposiciones del autor, no podrán procesar correctamente sus implicaciones. Pareciera que en casos como esos se requiere la intervención benevolente del traductor para ayudarle a la audiencia de lectores a resolver la implicación que no logra establecer.

Una pregunta interesante es si las máximas de Grice son universales y en qué grado. ¿Gobierna el mismo Principio Cooperativo el diálogo cortés en todas las culturas? Algunos académicos creen que no. Elinor Ochs Keenan sostiene que los hablantes del malgache (lengua hablada en Madagascar) no se guían por la máxima «Haga una contribución tan informativa como se requiera».15 La autora señala que «tan informativa como se requiera» significa, según Grice, «tan informativa como lo requiere la necesidad de la otra persona». Después de todo, lo que hace que una persona sea «cooperadora» es que satisfaga las necesidades de información del interlocutor en la conversación. Sin embargo, los hablantes del malgache por lo general no son informativos. Ochs Keenan sugiere algunas razones por las cuales sucede esto. En la sociedad malgache, la vida del individuo es un libro abierto ante los ojos de los demás miembros de la comunidad. Comparten una historia común, hacen lo mismo todos los días, desarrollan las mismas actividades diarias, van a los mismos sitios, y en general viven bajo el escrutinio constante de los vecinos. Esto le da un enorme valor a la posesión de «información nueva», y esta, por lo tanto, no se comparte fácilmente. Veamos otro ejemplo:

[16] A encuentra a B en la calle y se establece el siguiente intercambio:

A: ¿Dónde está tu madre?
B: O está en la casa o en el mercado.

La mayoría de los occidentales supondrían que B, al no observar la máxima de brindar información, está estableciendo una implicación: que B no está seguro de dónde está su madre. Sin embargo, Ochs Keenan afirma que en la cultura malgache no se supone tal implicación «porque la expectativa de que los hablantes llenen la necesidad de información no constituye una norma básica». Es decir, Ochs Keenan sugiere que la máxima «Sea informativo» no opera en la sociedad malgache.

Según Ochs Keenan, otra razón por la que los hablantes del malgache no son informativos es su negativa a asegurar la veracidad de la información nueva. Ellos «no quieren ser responsables de la información que comunican» debido a las posibles consecuencias, de seguro terribles, en caso de que resulte ser falsa. Por supuesto, en caso de que los hablantes del malgache retengan información porque realmente temen que sea falsa, esto no indicaría que el «Sea informativo» no esté operando, sino que existe un conflicto entre «Sea informativo» y «No diga nada sobre lo cual no tenga la debida evidencia».

Si es cierto que la respuesta de B en [16] no le comunica a los hablantes del malgache la implicación de que B no sabe el paradero de su madre, entonces esto apoyaría la tesis de que un mismo intercambio puede generar diferentes implicaciones para participantes de diferentes culturas.

Wierzbicka es otra lingüista que cuestiona la universalidad de máximas como las de Grice, bajo el argumento de que se basan en una perspectiva escandalosamente anglocéntrica de lo que es «normal» en la conversación cortés.16 Considero que es necesario investigar más a fondo esta área. No obstante, si resultara cierto que personas de lenguas y culturas diferentes operan a partir de conjuntos diferentes de principios que gobiernan la urbanidad conversacional, eso tendría claras implicaciones para la traducción. Por ejemplo, en Mateo 26.63, 64, cuando Jesús se presenta ante el Sanedrín, el sumo sacerdote exige que Jesús diga bajo juramento si es el Mesías, el Hijo de Dios. Y la respuesta de Jesús es simplemente, Su eipas («Tú lo has dicho»). Tomada literalmente, esta respuesta no parece suministrar toda la información requerida. Es decir, pareciera que Jesús no está cooperando, en términos de Grice, y esto es sin duda lo que llevó a los traductores de la Nueva Versión Internacional (en inglés) a ampliar la respuesta a: Sí, es tal como tú dices, con lo cual hacen que parezca mucho más afirmativa. Pero esto bien podría ser un asunto de fórmulas de los actos de habla o de estrategias. (Véase la sección que sigue).

 

*****Busque la tercera parte de este artículo aquí: «El traductor como lingüista — Parte 3»

_________________

Notas y referencias

1Me baso ampliamente, en especial en las secciones 5 y 6, en Ronald Ross, «Advances in Linguistic Theory and their Relevance to a Modern Theory of Translaton» en Bible Translation: Frames of Reference (Manchester: St, Jerome Press, 2002).
2Corbett, Gender.
3George Lakeoff y Mark Johnson, Metaphors We Live By (Chicago: University of Chicago Press, 1980).
4Los términos familia y subgrupo se utilizan aquí según Lyle Campbell, American Indian Languages: The Historical Linguistics of Native America (Oxford: Oxford University Press, 1997).
5En realidad, esta es una simplificación del problema, ya que en este punto convergen muchas fuerzas sociales. En muchas lenguas las formas formales se usan con personas que se consideran socialmente superiores o más poderosas, en tanto que las formas familiares se usan para indicar inferioridad social o carencia de poder, y de hecho así comenzaron la mayoría de estos sistemas pronominales. Sin embargo, tal y como lo señalan Brown y Gilman (1960), dichos sistemas tienden a evolucionar hacia otros en los que el eje conductor ya no es el de poder/carencia de poder, sino el de solidaridad/falta de solidaridad, y ambos ejes con frecuencia compiten durante un extenso período de transición. En este capítulo, los términos formal y familiar se usan de modo que cubran toda la gama de significados que estas formas puedan expresar.

6 Roger Brown and A. Gilman, «The Pronouns of Power and Solidarity» in Style in Language (ed. T.A. Sebeok; Cambridge, Mass.: MIT Press, 1960), 253-76.

7Ronald Ross, AMarking Interpersonal Relationships in the Today=s Spanish Version,@ The Bible Translator 44 (2, 1993), 217-31. No hay ninguna traducción de la Biblia al francés que haga esta distinción, a pesar de que el uso de los pronombres de segunda persona es similar al del español. Para un análisis, ver René Péter-Contesse, ALes formes de politesse et leur traduction en français,@ Cahiers de traduction biblique 16 (1991):9-19.

8En algunas lenguas del sureste asiático, la expresión de la deixis social es mucho más complejo e incluye cambios léxicos profundos y muchos niveles más de estatus relativo. Para un análisis, véase Howard Hatton, «Translation of Pronouns», The Bible Translator 24 (1973):222-34 y «Thai Pronouns Revisited», The Bible Translator 30 (1979):415-19.
9J. McGiveny, «Is She a Wife or a Mother. Social Order, Respect and Address in Mijikenda», Language in Society 22 (1993):19-39, citado por Richard A. Hudson, Sociolinguistics (2d. ed.; Cambridge: Cambridge University Press, 1996), 124 y ss.

10Paul H. Grice, «Logic and Conversation», en Syntax and Semantics. Vol. 3: Speech Acts (eds. Peter Cole y Jerry L. Morgan; New York: Academic Press, 1975), 41-58. Ralph Fasold, The Sociolinguistics lf Language (Oxford: Blackwell , 1990).
11 Ralph Fasold, The Sociolinguistics f Language (Oxford: Blackwell, 1990).
12 La teoría de la relevancia argumenta que todas las máximas de Grice se pueden fundir en una sola: Sea relevante.
13La explicación que da Fasold de las cinco formas en que un hablante puede responder a las máximas de Grice es mucho más comprensible para el lector que la del mismo Grice, de modo que en esta sección sigo de cerca el texto de Fasold. Véase Fasold, The Sociolinguistics of Language, 130.

14Ruth Kempson, Presupposition and the Delimitation of Semantics (Cambridge: Cambridge University Press, 1975).

15Elinor Ochs Keenan, «The Universality of Conversational Implicatures», en Studies in Language Variation (eds. Ralph Fasold y Roger Shuy; Georgetown: Georgetown University Press, 1977).

16Anna Wierzbicka, Cross-Cultural Pragmatics: The Semantics of Human Interaction (Berlin: Mouton de Gruyter, 1991).

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio