Elementos de la salvación

Elementos de la salvación

La salvación es por la gracia soberana de Dios y solo por ella. Nada de lo que un pecador perdido, degenerado y espiritualmente muerto pueda hacer contribuirá en manera alguna a la salvación. 

La fe que salva, el arrepentimiento, dedicación y obediencia son obras divinas, escritas por el Espíritu Santo en el corazón de todos los salvos.  

Sin embargo, la auténtica salvación no puede dejar y no dejará de producir obras de justicia en la vida de un auténtico creyente. No hay obras humanas en el acto de salvación, pero la obra divina de salvación comprende un cambio de intenciones, voluntad, deseos y actitudes que producirá, inevitablemente, el fruto del Espíritu Santo. 

Ninguno puede ser salvo si no desea obedecer a Cristo o si conscientemente se rebela contra su señorío. La señal de la verdadera salvación siempre da como resultado un corazón que sabe y siente su responsabilidad de responder a la realidad del señorío de Cristo

El evangelio hoy en boga ofrece una falsa esperanza a los pecadores. Les promete que pueden tener vida eterna y, a la vez, continuar viviendo en rebeldía contra Dios. Asimismo, anima a las personas a declarar a Jesucristo como Salvador y dejar para más tarde el compromiso de obedecerle como Señor. Al separar fe de fidelidad, da la impresión de que el asentimiento intelectual es tan válido como obedecer de todo corazón a la verdad.  

La promesa de vida eterna sin someterse a la autoridad divina nutre la perversidad del corazón no regenerado

El tiempo pasado de la salvación 

«Salvación» es una gran palabra y un gran tema. La salvación involucra la totalidad del hombre —espíritu, alma y cuerpo. 

En 1 Tesalonicenses 5.23 Pablo dice: «Que el mismo Dios de paz los santifique por completo; y que guarde irreprensible todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, para la venida de nuestro Señor Jesucristo». 

La salvación nos salva del pecado y tiene connotaciones en el pasado, el presente y el futuro. 

En cuanto al tiempo pasado, la conversión nos salva de: 

  1. El castigo del pecado – La Biblia enseña que nuestro pecado lleva inherentemente la condena. «El alma del que peca morirá» (Ezequiel 18.4). Pablo, en Romanos 6.23 dice: «La paga del pecado es muerte». Y continúa, «Pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor». 
  1. La culpa del pecado – No solamente el castigo es removido, sino que Dios remueve también la culpa que el pecado haya grabado en nuestras mentes. 

El tiempo presente de la salvación 

Luego que Dios trata con nuestro pecado y nos permite ser liberados del castigo y la culpa (pasado), también nos provee salvación para el tiempo presente. 

  1. Nos salva del poder y dominio del pecado – Cuando un hombre vive en pecado, sirve al diablo. Cuando es salvado, pasa del reino de las tinieblas al reino de Dios. Ya no estamos bajo el dominio de Satanás y a causa de ese bendito hecho, «el pecado no se enseñoreará de nosotros» (Romanos 6.14).  
             

Ya no tenemos relación con nuestro antiguo amo y no estamos obligados a obedecerlo. Ahora tenemos el poder de decirle «no» al pecado, pues somos salvos de su poder. 

  1. Es algo que nos permite vivir una vida controlado por el Espíritu – Como ya no somos víctimas y esclavos del pecado, ya podemos decirle «no» al pecado y a través del Espíritu podemos hacer morir las obras de la carne. 

El tiempo futuro de la salvación 

De la misma manera que la cruz de Cristo nos salva de los pecados cometidos, y nos da poder para vencer al pecado, también nos salva hacia el futuro. 

  1. Nos libera de la presencia del pecado en el futuro – Cuando nos presentemos ante el trono de Dios, él nos verá a través del sacrificio de su Hijo y nos verá santificados a través de la sangre preciosa derramada en la cruz. No verá en nosotros pecados, pues la salvación de Cristo también nos salva de la presencia del pecado ante el juicio de Dios. Podemos mirar confiadamente a Dios sabiendo que él «nos hizo aceptos en el Amado» (Efesios 1.6). 
  1. La salvación futura – Nos permite mirar con confianza nuestro futuro eterno y nuestra glorificación. 

La salvación de Dios es completa en cuanto a sus efectos y su efectividad, dándonos la completa seguridad de que hemos sido salvados, somos salvos y seremos salvos por la preciosa sangre del Cordero de Dios. 

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