Génesis 5.22-24
Serie: Personajes de la Biblia | 4
Después de engendrar a Matusalén, Enoc anduvo siempre con Dios durante trescientos años, y engendró más hijos e hijas. Y todos los días que Enoc vivió fueron trescientos sesenta y cinco años. Enoc anduvo siempre con Dios, y un día desapareció porque Dios se lo llevó.
Hebreos 11.5-6
Por la fe, Enoc traspuso sin morir el umbral de la muerte, y nunca más se supo de él, porque Dios le hizo cruzar ese umbral; pero antes de cruzarlo, todos reconocieron que él era del agrado de Dios. Sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe, y que sabe recompensar a quienes lo buscan.
Judas 14-15:
Acerca de ellos profetizó también Enoc, el séptimo en orden a partir de Adán, y dijo: «¡Miren! El #Señor viene con sus miríadas de santos. Viene para juzgar a todos, y condenará a todos los impíos por todas las malas obras que en su impiedad han cometido, y por todas las insolencias que los pecadores e impíos han lanzado contra él.»
En el capítulo cinco de Génesis, encontramos la lista de los descendientes de Set. En esta genealogía seca y descarnada, se nos presenta la línea descendente desde Adán a Noé, que va a ser el héroe del diluvio. El escritor prescinde totalmente de la línea de los descendientes de Caín. Solamente le interesa la línea de Set, que representaba a los buenos, frente a los degenerados y malos descendientes de Caín.
La prehistoria bíblica (los once primeros capítulos del Génesis) está concebida como preparación para la historia de Israel —instrumento providencial— en la historia de la humanidad, en relación a su salvación. La historia bíblica es fragmentaria. El escritor selecciona solamente los hechos y personajes que interesan a su narración de la «historia de la salvación». Su finalidad es exclusivamente religiosa, pues está hablando de la salvación del ser humano.
Entre los comienzos de la historia del pueblo hebreo y el principio de la humanidad, transcurrió un espacio de tiempo inmenso, que los hebreos no podían conocer, ni Dios se los reveló. Lo que el escritor sagrado quiere mostrar es una cadena continua de la unidad de la historia de la salvación.
En las edades de la prehistoria, el ser humano fue conquistando los elementos de su propia cultura —en todo lugar donde vivió—, el cual es conocido como el «mundo antiguo» (Génesis 1-11). Todo progreso o avance que tuvo la humanidad, se terminó con el diluvio devastador en todo el mundo antiguo (Génesis, capítulo 6).
Es de notar que Set, el primer hijo de Adán después de Caín y Abel, fue engendrado como «un hijo a su imagen y semejanza» (Gn 5.3,4). La frase recuerda a la de Génesis 1.27, donde se dice que el ser humano fue creado «a imagen de Dios». Lo creó a su semejanza. Esta semejanza se transmitió a los descendientes de Adán, a todo ser humano (Gn 5.1).
El nombre Enoc, significa consagración o dedicación. El número de años que vivió Enoc es de trescientos sesenta y cinco, justamente el número de días del año solar. Es el que menos vivió de la lista, y también el que no murió, pues: un día desapareció porque Dios se lo llevó (Gn 5.24). La expresión anduvo siempre con Dios, también se aplicará el justo Noé (Gn 6.9). También, esta expresión aparece de nuevo en el caso de la desaparición misteriosa de Elías (2 R 14.8). En Hebreos 11.5a, dice: Enoc traspuso sin morir el umbral de la muerte, y nunca más se supo de él, porque Dios le hizo cruzar ese umbral.
Existe un libro apócrifo que lleva el nombre Enoc, el cual habla de las leyes de los astros. Este libro alude también a la desaparición misteriosa del justo Enoc. En realidad, no sabemos el sentido exacto de esa desaparición, la cual dio origen a la creencia de que ambos (Enoc y Elías), habrían de volver antes de la manifestación mesiánica y el fin del mundo. Pero Jesús salió al paso del caso de Elías, al decir que ya había venido en la persona del Bautista (Mt 17.12).
Tanto en el caso de Enoc como en el de Elías, los autores sagrados afirman que un justo y un excepcional profeta no experimentaron la muerte física, porque Dios así lo quiso.
La carta a los Hebreos sobresale entre todos los escritos del Nuevo Testamento por la riqueza de su vocabulario, su refinada prosa, la arquitectura de su estructura, su desarrollada cristología, el particular uso del Antiguo Testamento y sus grandes afirmaciones que chocan en los oídos de los cristianos de hoy.
El género literario de este escrito es enigmático. Se le ha llamado tradicionalmente «carta», pero de carta solo tiene el final (13.20-25). El autor lo llama un mensaje de exhortación: … les he escrito como una breve exhortación (Heb 13.22). La cuestión de quién es el autor es también un enigma, pues el texto no aporta ninguna ayuda para identificarlo. No exhibe tampoco un mandato apostólico. Respecto a su relación con la comunidad, el texto muestra que es consciente de que goza de prestigio en ella y siente la responsabilidad de hacer su contribución para ayudarles en tiempo de crisis. No se tiene certeza respecto al tiempo de su elaboración. La carta menciona a los pastores que los precedieron (13.7). Esto indica que la comunidad está en la segunda o tercera generación.
Podríamos decir que la misma fue escrita entre los años 60 y 90 d. C. Respecto a la localidad destinataria del escrito, hay varias posibilidades al respecto, y se han propuesto: Egipto, Éfeso, Antioquía. El autor tiene como propósito mostrar las enormes ventajas que para los cristianos tiene el mantenimiento de la fe en la Palabra de Dios —que habla por medio de Cristo— y las desventajas que acarrearía su abandono. Es un escrito que puede calificarse como un discurso para convencer a los oyentes o lectores a mantener y profundizar su compromiso de fe. El autor se dirige a los que piensan abandonar la comunidad, para disfrutar de las ventajas terrenas que la sociedad imperante ofrece.
La comunidad destinataria ha perdido el entusiasmo del comienzo y se caracteriza por una flojedad general en la vida de fe (5.11-12; 10.25; 12.12-13). Por ello, es de enorme importancia esta carta, y se puede aplicar a las comunidades cristianas en todas las épocas de la historia del pueblo del Señor.
El escritor de esta carta anima y exhorta a sus lectores diciéndoles que la fe en el Señor es la fuerza que motivó a los héroes mencionados (Heb 11.4-40), y esa fe los motivó a tomar sus grandes decisiones. La fe hizo que la realidad futura invisible fuera presente, por la cual empeñaron sus vidas.
Por ello, después de dar la descripción de la fe, el autor menciona tres figuras antediluvianas notables, que guiaron su conducta en vista de la realidad futura invisible que la fe les hubo hecho presente: Abel, y la calidad superior de sus ofrendas; Enoc, y su fe como causa de su traslado al cielo y referente a toda la humanidad, estableciendo la posibilidad de salvación para toda persona de buena voluntad y Noé, que creyó en lo que no veía, y se encargó también de predicar el arrepentimiento a sus contemporáneos.
El tercer pasaje bíblico de nuestra reflexión sobre Enoc es también muy sorprendente: 14 Acerca de ellos profetizó también Enoc, el séptimo en orden a partir de Adán, y dijo: «¡Miren! El Señor viene con sus miríadas de santos. 15 Viene para juzgar a todos, y condenará a todos los impíos por todas las malas obras que en su impiedad han cometido, y por todas las insolencias que los pecadores e impíos han lanzado contra él.»
La carta de Judas es una carta estrechamente vinculada con la segunda carta de Pedro, de la cual fue el punto de partida. Ambas son de tipo exhortativo y de carácter antiherético. El autor de la carta de Judas se dirige a cristianos amenazados por las desviaciones doctrinales, y les desea advertir de esos peligros para su fe y de cualquier error herético. El autor se presenta como «Yo, Judas, que soy siervo de Jesucristo y hermano de Jacobo» (v1). La identificación tradicional con el apóstol Judas o Judas Tadeo, del grupo de los Doce parece insostenible, pues en tal caso no se explicaría la ausencia del título de apóstol. En efecto, la referencia a la autoridad de las palabras de los apóstoles (v.17), supone una cierta distancia temporal de ellos. Por ello, habría que situar la carta, al menos, en una fecha posterior a la generación apostólica. Si añadimos también la calidad retórica del griego desarrollado por el autor de la carta, se puede suponer que era un judeocristiano de lengua griega.
Debido a la utilización de tradiciones judías tomadas de los escritos apócrifos del Antiguo Testamento —como la Ascensión de Moisés, el Libro de Enoc y las referencias explícitas a personajes y claves de este— puede concluirse que la carta iba dirigida a cristianos de ambiente y cultura judíos, relacionados eclesialmente con las figuras de Santiago y del apóstol Judas.
El motivo de esta carta es una exhortación a la resistencia en la fe (vv. 3-4). El verbo que usa en el versículo 3 para que luchen… por la fe (v. 3b), solo aparece aquí en todo el Nuevo Testamento. Esta lucha no está dirigida solamente a los dirigentes de las comunidades cristianas, sino también a todo creyente con el fin de salvaguardar la integridad de la fe recibida de una vez y para siempre.
El autor de la carta presenta la instancia última del juicio de Dios en eventos claves del Antiguo Testamento: el primero, la muerte de los israelitas que se rebelaron contra el Señor en el desierto (Nm 14.26-37); el segundo resulta más enigmático y apunta al pecado de los ángeles castigados por desobedecer a Dios, cuando rompieron el orden divino de la creación, al casarse con las hijas de los hombres (Gn 6.1-4), y el tercero evoca el pecado de la conducta lujuriosa, abusiva y contranatural de los habitantes de Sodoma y Gomorra (Gn 19.4-25).
La metáfora de las estrellas errantes (v.13b) evoca la comparación de carácter mitológico que hace el libro de Enoc 18-21 con aquellos ángeles que se unieron a las hijas de los hombres y transgredieron el orden creacional, haciéndose merecedores del castigo de sucumbir en el abismo.
En medio de este llamado a que defendamos con toda perseverancia y ardor como hijos de Dios las verdades eternas que hemos recibido en la Palabra de Dios, debemos siempre darle gracias a Dios y vivir con alegría nuestras vidas cristianas, como verdaderos peregrinos y héroes de la fe. ¡Qué gran desafío tenemos!
BIBLIOGRAFÍA
- Alberto Colunga y Maximiliano García Cordero, Profesores de Salamanca, Biblia comentada, Tomo I, Pentateuco, Madrid, 1967.
- Enrique Nardoni, Comentario Bíblico Latinoamericano, Comentarios al Nuevo Testamento, Carta a los Hebreos, Editorial Verbo Divino, 2003.
- José Cervantes Gabarrón, Comentario Bíblico Latinoamericano, Comentarios al Nuevo Testamento, Carta de Judas, Editorial Verbo Divino, 2003.
Serie: Personajes de la Biblia
- Abel, la fe que Dios desea | 1
- Alejandro, el calderero que se portó mal con Pablo | 2
- Diótrefes, a quien le gustaba ser el primero | 3
- Enoc, el amigo de Dios | 4
- Epafras, el creyente que oraba siempre por los demás | 5
- Estéfanas, el creyente que todo buen líder desea | 6
- Evodia y Síntique, fieles creyentes que necesitaban ponerse de acuerdo | 7
- Lamec, su soberbia ante Dios | 8
- Jabés, su petición al Señor | 9
- La niña cautiva, que ayudó a un general del rey de Siria | 10