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Entorno histórico, cultural y literario del Antiguo Próximo Oriente — Parte 1

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La Biblia, como palabra de Dios, es entre otras cosas un documento literario. Como tal, es una obra que se gesta en determinados momentos históricos y en contextos culturales específicos. Esto significa, ante todo, que la Biblia no es un artefacto que se originó en un vacío. Es un documento que tiene raíces profundas en la realidad de la historia humana, tal como se desarrolló en el antiguo Próximo Oriente. Sin duda, su contexto más inmediato es la historia del pueblo de Israel que se desarrolló mayormente en la zona de Canaán o Palestina. Sin embargo, la zona que ocupó el pueblo de Israel siempre estuvo bajo la influencia de culturas vecinas. En este artículo nos proponemos hacer una mirada un tanto panorámica y general de las influencias culturales y literarias de algunas culturas vecinas de Israel.

Por Esteban Voth

Durante varios siglos, la Biblia se leyó sin tomar en cuenta su contexto más amplio. Se interpretaba como si fuera un texto aislado y hasta ahistórico. Esto sucedió en parte porque no había interés en rescatar el propósito original del autor ni de discernir cuál sería el impacto del texto o de la tradición oral en sus oyentes originales. No se había desarrollado una corriente de pensamiento que buscaba descubrir el contexto literario de la Biblia en general o del AT en particular. Por otra parte, no se conocía otra literatura del antiguo Próximo Oriente, y por lo tanto no existía un contexto literario más amplio fuera del que estaba en la Biblia misma.

Entorno histórico, cultural y literario del Antiguo Próximo Oriente — Parte 1

 

Esta realidad hermenéutica comenzó a cambiar radicalmente hace unos dos siglos. A partir del siglo 19 de nuestra era, las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz muchísima literatura del antiguo Próximo Oriente. Se han descubierto idiomas y escrituras que antes no se conocían. Todos estos descubrimientos le han provisto al intérprete del texto bíblico un material indispensable que lo ayuda a comprender mejor ese texto creado por el pueblo de Israel. Si bien muchos todavía no utilizan todo este material ahora disponible, sugerimos que la interpretación de la Biblia se enriquecerá en gran manera si se toma el tiempo de suplementar su lectura con toda esta literatura que se ha descubierto y se sigue descubriendo. A la hora de interpretar el texto bíblico es importante tomar en cuenta el contexto social también. Es decir, ningún texto literario existe ni tiene significado fuera de un contexto social y cultural.

Diversidad cultural

La revelación de Dios ha llegado hasta nosotros a través de varias y variadas culturas de la antigüedad. Tal como ya hemos dicho, esto significa, entre otras cosas, que la Palabra de Dios que buscamos interpretar no se originó en un vacío. Al contrario, estas palabras (hago énfasis en lo plural) surgieron de contextos histórico-culturales bien concretos. Dios se revela a través de la cultura y, de esa manera, el mensaje que propone está bien encarnado en la cultura. El ejemplo mayor de esto lo tenemos en la experiencia de Jesucristo, el hijo de Dios. Jesucristo mismo, siendo Dios, se encarna, se contextualiza en una cultura, en un momento histórico definido, con características particulares de ese momento y de esa cultura. Pero mucho tiempo antes, Dios había comenzado a revelar su mensaje dentro de la historia y por medio de la cultura.

entorno historico, cultural y literario...Parte I

A la hora de interpretar el texto bíblico, esta realidad ineludible nos presenta un desafío real y concreto. Para poder comprender el texto en su sentido más cabal y amplio, es muy necesario conocer bien los códigos culturales que se manejaban en ese mundo que existió hace aproximadamente tres milenios. Esto implica entender elementos geográficos, realidades sociales, movimientos políticos, valores morales y éticos, y muchas otras realidades que conforman las diversas culturas reflejadas en el texto bíblico. Para esto deberemos, ante todo, intentar comprender la «cosmovisión» de los semitas del primer milenio antes de Cristo. Esta cosmovisión tiene que ver con la «lente» a través de la cual el ser humano mira, observa y analiza su mundo. Una cosmovisión, entonces, es ese marco teórico o conjunto de creencias medulares con el cual el ser humano mira, observa y evalúa el mundo en el que vive. En este sentido, las cosmovisiones tienen que ver con las preocupaciones más importantes que tiene una persona: ¿Quién soy? ¿Adónde voy? ¿De qué se trata? ¿Existe un dios?

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Cuando uno le presta atención a la cosmovisión semita, descubre que la manera de pensar del semita antiguo es bastante diferente a la de una persona moderna del mundo occidental. El personaje bíblico semita se maneja con otros códigos y otros valores. En el mundo semita, el modo de pensar es más «oriental» que «occidental». En ese mundo no existe una preocupación obsesiva con la precisión histórica, con la coherencia, con la lógica occidental, con lo científico, y con lo abstracto. En el antiguo Próximo Oriente, conviven la paradoja, la incongruencia, la contradicción, la repetición, la ambigüedad, lo simbólico, y otros elementos más que, para el occidental contemporáneo, muchas veces representan serios problemas. Por eso, cuando hablamos de prestarle atención al contexto cultural semita más amplio del texto bíblico, en realidad estamos advirtiendo al intérprete a no imponerle criterios occidentales al texto bíblico. El desconocer la cosmovisión de los autores bíblicos y de sus vecinos nos llevará a cometer graves errores en la interpretación de lo que ellos escribieron.

Por otro lado, el conocer aunque sea en parte, la manera de «pensar», de «ver», de «percibir» de estos autores, nos hará más sensibles a sus realidades y nos ayudará a no imponer nuestros criterios culturales como si estos fueran absolutos. A continuación mostraremos algunos ejemplos que surgen del AT, y demuestran la necesidad de practicar una sensibilidad cultural para poder interpretar con más eficacia este texto que fue escrito en otro lugar y en otro tiempo.

Consideraremos algunos ejemplos importantes del libro de Génesis que servirán de ilustración. Advertimos al lector que es imposible, en este artículo, mencionar los cientos de ejemplos que están a nuestro alcance como resultado de las investigaciones y los descubrimientos arqueológicos. Hoy disponemos de miles de textos literarios y artefactos que tienen injerencia a la hora de interpretar el texto bíblico. La información pertinente es por demás vasta, y alcanza con ver las obras monumentales que se han publicado para darse cuenta de esta realidad.

En el relato que habla de la creación de todas las cosas, el texto de Génesis 1 comenta que en el cuarto día de la creación, Dios hizo la «lumbrera mayor» y la «lumbrera menor». Durante mucho tiempo, los intérpretes no entendían por qué el autor de esta poesía creacional no utilizó las palabras para «sol» y «luna» en hebreo. Pero, al analizar documentos religiosos escritos por los vecinos babilónicos y al entender mejor las culturas que rodeaban a los israelitas, surgió una posible explicación. Resulta que en Babilonia, el dios del sol se llama Shamash y la diosa de la luna se llama Yarij. Estos dos nombres son muy similares a los términos hebreos para sol y luna: shemesh y yareaj. Si a esto le agregamos que en hebreo se escribía sin vocales y sin mayúsculas, los nombres serían idénticos: sh-m-sh y y-r-j. Por lo tanto, el autor bíblico evita el uso de las palabras shemesh (sol) y yareaj (luna) para evitar cualquier identificación con Shamash, el dios del sol, y Yarij, la diosa de la luna. Al llamarlas «lumbreras» está declarando que no existe ninguna conexión entre la luna y el sol con las divinidades babilónicas. La polémica planteada por el relato de Génesis es que el sol y la luna están desprovistos de todo poder divino. El único poder que tienen es aquel que les da el Creador para servir a la tierra. Su razón de ser es eminentemente geocéntrica. Por lo tanto, conocer algo de esa cultura nos permite interpretar mejor un texto un tanto enigmático, y a la vez nos ayuda a evitar ideas erróneas.

El relato patriarcal comienza en Génesis 11.27, donde leemos que Téraj, el padre de Abram era de Ur de los caldeos y que un día emprendió un viaje con su familia. El texto bíblico nos cuenta que de pronto paran en la ciudad de Jarán. Si bien sabemos que esta ciudad estaba ubicada en la ruta que se tomaba para ir desde la zona de Babilonia hacia la zona de Canaán, lo que no sabemos es por qué Téraj, Abram y la familia pararon en Jarán y se quedaron allí hasta la muerte de Téraj. Una vez más, al estudiar la cultura babilónica, esta nos sugiere una posible explicación. En la cosmovisión babilónica, los dioses no tenían poder absoluto en todo el mundo. Eran dioses regionales que ejercían su poder en zonas geográficas definidas. Cuando el habitante babilónico se alejaba de la zona donde su dios tenía poder, se sentía desprotegido. Los documentos babilónicos nos informan que el dios de Ur se llamaba Sin y este también era el dios que se adoraba en Jarán. Por lo tanto, entendemos que era lógico y normal que Téraj y su familia se quedaran en Jarán, porque allí se sentirían protegidos. Hoy podemos sugerir que la parada en Jarán no fue casualidad, sino más bien un acto que concordaba con la costumbre y creencia de aquella época y lugar.

Entorno histórico, cultural y literario del Antiguo Próximo Oriente — Parte 1

 

Siguiendo con el relato patriarcal, nos enteramos que, en Jarán, Abram recibe una promesa de Dios que ha de tener una gran descendencia. A su vez, leemos que Saray, la esposa de Abram era estéril y no podía tener hijos. Con el correr del tiempo, Abram y Saray, preocupados por el hecho de no tener hijos, deciden hacer algo que para el lector moderno occidental cristiano resulta ser bastante cuestionable y hasta condenable. Saray le entrega su sierva Agar a Abram para que tengan relaciones sexuales, y así Abram pueda concebir un hijo con la sierva Agar. Muchos se han preguntado cómo puede ser que Abram, el amigo de Dios, el que recibió la promesa de que a través de él serían benditas todas las naciones, haga una cosa así. Una vez más, la arqueología nos ayuda a entender esta acción. En la Mesopotamia antigua, existieron dos ciudades llamadas Mari y Nuzi. En estas ciudades, se han encontrado bibliotecas con miles de documentos escritos sobre tablillas de arcilla. Particularmente en Nuzi, se han encontrado muchos documentos que explican costumbres sociales y civiles de la época. En ellos encontramos que la ley exigía que la mujer estéril debía entregarle su sierva a su esposo para asegurar la descendencia de la familia. La costumbre y la ley establecían que en el momento de dar a luz, la sierva debía hacerlo sobre las rodillas de la esposa estéril. En ese momento, al recibir la criatura sobre sus rodillas, esa criatura se convertía en hijo o hija de la esposa, y la sierva no tenía derecho alguno sobre esa nueva vida. La existencia de esa ley, nos enseña que Abram y Saray estaban haciendo lo que la ley les mandaba. Uno hasta podría sugerir que si Abram y Saray no hacían esto, estarían quebrantando la ley. Al estudiar la cultura de aquella época podemos entender mejor la conducta de Abram y no emitir juicios de valor equivocados. Desde ya es necesario subrayar que estamos mirando una cultura patriarcal, donde jamás se llegó a pensar que la imposibilidad de gestar nueva vida podría ser consecuencia de una disfunción en el varón.

Estos tres ejemplos nos muestran que es sumamente importante comprender las culturas representadas en la revelación de Dios para poder interpretar dicha revelación. A estos ejemplos podríamos agregarles muchos más, ya que el texto bíblico está bien arraigado en la historia del mundo semita y en varios contextos socio-culturales. En la medida que se tomen en cuenta estos factores culturales, el mensaje bíblico irá cobrando su verdadera dimensión.

Diversidad literaria

En el antiguo Próximo Oriente se ha descubierto mucha literatura que proviene tanto de épocas anteriores como de épocas contemporáneas a la bíblica. Es tanta la literatura que produjo esta zona durante los tres milenios antes de Cristo que es imposible dar cuenta de toda ella. Esa diversidad se ve reflejada en la cantidad de idiomas que de alguna manera u otra tienen relación con los idiomas bíblicos (los idiomas bíblicos son el hebreo, el arameo y el griego koiné). Basta mencionar algunos como el sumerio, el acadio, el ugarítico, el fenicio, el moabita, el edomita, el amonita, el arameo imperial, el egipcio, el siríaco, el árabe y el griego entre otros. El estudio de todos estos idiomas es de mucha importancia porque ayuda a documentar el mundo bíblico. Además, el estudio de estos idiomas antiguos también ayuda a esclarecer elementos de la gramática y del vocabulario del hebreo y arameo bíblicos. Es necesario recordar que los idiomas bíblicos son idiomas muertos. Esto significa que son idiomas de textos solamente y que hoy en día nadie los habla como idioma materno. Es por esto que junto con la disciplina de la lingüística moderna, los idiomas vecinos ayudan a una mayor comprensión de los idiomas bíblicos.

Todas las culturas representadas por estos idiomas produjeron una literatura vasta y variada. Si bien se puede argumentar que Israel recibió revelación divina, es innegable que ella también refleja de muchas y múltiples maneras el entorno del Próximo Oriente. Y tal como lo hemos mencionado, no se puede interpretar la literatura de Israel de forma aislada, sin tomar en cuenta su contexto cultural oriental. Si bien uno puede caer en el error de exagerar las influencias o relaciones culturales, el otro extremo de ignorar las similitudes e influencias tampoco es aconsejable.

En el antiguo Próximo Oriente se encuentran géneros literarios tan diversos como los siguientes: documentos legales, tratados comerciales, alianzas políticas, himnos, oraciones litúrgicas, poesía, literatura histórica, sapiencial, profética, apocalíptica, y también literatura que explica o da cuenta del origen de todas las cosas y del ser humano. A continuación daremos ejemplos de algunos de estos géneros y haremos mención de su relación con la literatura bíblica.

El relato de la creación de Génesis y sus paralelos mesopotámicos

Desde hace tiempo, los eruditos han encontrado varios puntos de contacto entre el relato de Génesis 1.1—2.3 y los diversos documentos literarios de Mesopotamia. La composición mesopotámica que más invita a una comparación detallada es la llamada Enuma elish. El análisis cuidadoso de este documento ha llevado a los estudiosos a una serie de comparaciones muy interesantes, y muchos interpretan el relato bíblico a la luz del trasfondo mesopotámico. Sin duda, el Génesis fue creado en medio de un contexto que refleja el material y los modos de expresión comunes al medio ambiente mesopotámico.

Sin embargo, es interesante notar que los paralelos que existen son de índole general y no específica. Básicamente son los siguientes: ambos relatos conciben el estado original del cosmos en términos de un caos acuoso; ambos contienen un orden similar en cuanto a los eventos de creación; y los dos concluyen con un descanso por parte de la/s divinidad/es. A estos puntos de comparación generales, se les pueden agregar algunos otros puntos comunes que los complementan: el caos acuoso se divide en cielo y tierra; se hace mención de la luz antes que la aparición de las luminarias; existe una relación lingüística entre los términos que denotan el caos (abismo); el número siete es significativo. Estas similitudes han suscitado que el relato bíblico refleja una determinada dependencia del documento mesopotámico.

Queremos proponer, sin embargo, que dichas conclusiones son prematuras por diversas razones. Sin ignorar los puntos de comparación que existen entre las composiciones en cuestión, es a la vez de igual importancia considerar las diferencias. No entraremos en demasiado detalle al respecto. Simplemente es necesario advertir al lector que las diferencias entre los relatos son sustanciales. Precisamente son esas diferencias lo que distingue al relato de Génesis de cualquier otro relato del antiguo Próximo Oriente, de modo que aparece entonces como un documento nuevo y fresco, que provee alternativas nunca antes consideradas. Esto lo hace a la vez que está profundamente arraigado en el contexto mesopotámico.

Una de las diferencias básicas e inmediatas se puede ver en la naturaleza de la deidad. En Génesis, Dios es uno, eterno, omnipotente, omnipresente y omnisciente. En el Enuma elish, la deidad comienza como dos seres con distinción sexual —Apshu y Tiamat. Otros dioses se generan a partir de estos dos. Vemos, entonces, que todo el relato de creación babilónico está inmerso en un contexto politeísta. La proclamación monoteísta de Génesis es novedosa y revolucionaria para el momento. Además, en el Enuma elish la deidad está identificada con la materia, es decir, que los elementos coexisten con la deidad. Génesis, en cambio, presenta a un Dios independiente de la creación, único responsable en forma directa de lo que existe. Dicha realidad nos confronta con otra marcada diferencia: creación versus organización. En Mesopotamia, la obra de los dioses es primordialmente organizadora. Así, el mayor énfasis está puesto sobre la organización del cosmos, y el tema de los orígenes es casi accidental o a lo sumo circunstancial. Esto se ve contrastado en Génesis, donde el mayor énfasis está dado en el acto creador. Dios, mediante su palabra, invita a la existencia, evoca a la realidad, y luego la organiza.

En segundo lugar, si bien es cierto que en los dos relatos la luz aparece antes de la creación de los astros que normalmente se consideran como fuente de la luz, hay que aclarar que en el Enuma elish la luz en sí no es creada. La luz emana de los dioses como uno de los atributos divinos. En la literatura mesopotámica no hay indicios sobre la creación directa de la luz. En Génesis, en cambio, la luz es incuestionablemente creada por Dios. Sin lugar a duda es verdad que el relato bíblico afirma en otros lugares que Dios es luz. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión al respecto, el autor de Génesis declara que la luz es un elemento creado por Dios, y de esta manera insiste que la deidad está en control de este elemento físico.

Por otra parte, el Enuma elish, al igual que otras cosmologías del antiguo Próximo Oriente, presenta la creación como el resultado de un conflicto sumamente serio y violento dentro del ámbito divino. Los cielos y la tierra son formados con el cadáver de Tiamat, la diosa derrotada por el dios de Babilonia Marduk. Si bien algunos —con razón— ven en la literatura poética de la Biblia ciertos resabios de este elemento de conflicto, es indiscutible que el relato de Génesis minimiza cualquier tipo de conflicto en el proceso de creación. Esta diferencia tiene consecuencias vivenciales de carácter significativo. El lector del Enuma elish veía al mundo como una lucha continua entre dioses enemistados, cuyos caprichos podrían causarle una tragedia en cualquier momento. El lector de Génesis, en cambio, ve a un solo Dios, creando por su propia voluntad y en control del mundo. Este Dios no somete al ser humano a sus caprichos, sino que intenta a través del amor establecer con él una relación fluida.

Hay, además, una cuarta diferencia radical. Para el relato mesopotámico, la humanidad es una pesadilla, porque el ser humano fue creado para servir a los dioses. Su función aquí en la tierra es de proveer vivienda (templos) y alimento (sacrificios) para los dioses. Su existencia y su esencia carecen de todo tipo de dignidad. En el relato de Génesis, el ser humano es el único creado a la imagen de Dios, y como tal ha sido declarado mayordomo y corona de la creación.

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En conclusión, la comparación entre ambos relatos para descubrir paralelos e interpretar mejor el relato bíblico es necesaria y aconsejable, ya que dicho esfuerzo produce un mejor entendimiento del contexto del cual surge Génesis. Es claro que ambos relatos pertenecen a una cosmovisión similar. Por lo tanto es de suma importancia enmarcar el relato de Génesis en su contexto literario más amplio. Sin embargo se debe tener cuidado de no exagerar las similitudes, sin ver también las diferencias que existen. Es más que probable que el relato de Génesis esté planteando una polémica en contra de la cosmovisión mesopotámica. Esta polémica viene a proponer alternativas teológicas que proveen un marco de esperanza y dan un propósito al ser humano creado. Una comparación con la literatura mesopotámica debe enriquecer la lectura del relato bíblico, pero no debe desconocer la diferencia crucial entre estos textos.

*****Busque la segunda parte de este artículo aquí: «Entorno histórico, cultural y literario del Antiguo Próximo Oriente — Parte 2» 

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