«En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.» (1 Juan 3.16)

Justo González, un famoso historiador latinoamericano, escribe que a principios del año 400 d.C. «muchos monjes occidentales trataron de oponerse a las injusticias y crímenes de su tiempo. Símbolo de ellos es Telémaco, el monje que se lanzó a la arena en el circo romano y detuvo un combate de gladiadores. La multitud enfurecida y supuestamente cristiana lo mató. Pero a partir de esa fecha, y en respuesta a la acción de Telémaco, los combates de gladiadores fueron prohibidos por el emperador Honorio».*
Al igual que entonces, hoy también necesitamos hacer cosas que produzcan cambios profundos y duraderos en nuestra sociedad. Ya sea que algún día estemos al mando de una nación o simplemente seamos un número más para las estadísticas, somos responsables en mayor o en menor medida del bienestar de nuestra generación.
Para actuar necesitamos tres cosas:
- Tener esperanza.
- Conocer las causas de los problemas de nuestro mundo.
- Hacer todo lo que esté a tu alcance.
Para hablarnos de su gran amor Dios mismo vino y habitó entre nosotros en la persona de Jesucristo. Padeció, murió en la cruz y resucitó al tercer día, para mostrarnos su amor con hechos más que con simples palabras.
Mientras muchos pierden el tiempo en la diversión superficial, la queja y la maldad, Jesucristo nos invita a seguir sus pasos. Entonces, al igual que el monje Telémaco en los días del Imperio Romano, lancémonos a la «arena» y gritemos a viva voz: «¡Es hora de cambios! ¡Es hora de acción!»
Sumérgete: Cuando hablemos de nuestro país, no usemos palabras negativas ni dejemos que el pesimismo guíe nuestro corazón. ¡Pensemos que es posible cambiar el mundo a través del amor de Jesús!
* Justo González, «Historia del Cristianismo», Unilit, Tomo I, p. 264.