De verdad las enfermedades pueden debilitar nuestro espíritu y erosionar nuestro ánimo.

Somos seres íntegros y lo que nos pasa en el cuerpo afecto todo nuestro ser. Cuando nuestra salud falla, nuestro mundo nos parece fuera de control. Si estás enfermo, no desperdicie esta oportunidad de aprender a conocer y acercarse a Dios. La Biblia nos dice cómo aprovechar las enfermedades. A veces una enfermedad nos puede enseñar algo que jamás aprenderíamos mientras teníamos nuestra salud. Por ejemplo:
Dios usa las enfermedades para producir en nosotros la paciencia: “sabemos que el sufrimiento nos da firmeza para soportar” (Rom. 5:3).
Dios usa los sufrimientos en el cuerpo para poner nuestros ojos en la eternidad: “Lo que sufrimos en esta vida es cosa ligera, que pronto pasa; pero nos trae como resultado una gloria eterna mucho más grande y abundante” (2 Cor. 4:17).
Dios nos permite ser afligidos para manifestar en nosotros su propia gloria: Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y Sus discípulos Le preguntaron: “Rabí (Maestro), ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?” Jesús respondió: “Ni éste pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él. (Juan 9:1-3). Luego Jesús lo sanó.
Dios también nos permite el sufrimiento en la vida para mostrarnos que él es nuestra confianza: El Señor lo sostendrá en su lecho de enfermo; en su enfermedad, restaurarás su salud (Sal. 41:3).
No te desanimes. Aprovecha el sufrimiento para acercarte a Dios. Recuerda que Dios no es ajeno a tu sufrimiento. Él mismo entró en nuestra realidad de dolor cuando se hizo humano en la persona de Jesús y sufrió por nosotros. La Biblia nos recuerda que cada persona que sufre también tiene a Dios como compañero. Dice: “Pues nuestro Sumo Sacerdote puede compadecerse de nuestra debilidad, porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros, sólo que él jamás pecó” (Heb. 4:15). Recuerda que Jesús es el Hijo de Dios y aun así no fue exento del sufrimiento. Por eso dice la Biblia: “Aunque era Hijo, aprendió obediencia por lo que sufrió” (Heb. 5:8). Él se identificó con nosotros en nuestra condición de sufrimiento para darnos salvación y esperanza. El gran predicador Charles Spurgeon una vez dijo:
“Dios tiene un solo hijo sin pecado, pero no tiene ninguno sin sufrimiento”.
Publicado originalmente en el sitio web de la Sociedad Bíblica de Costa Rica.
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