Evaluando nuestra vida espiritual

Evaluando nuestra vida espiritual

Evaluando nuestra vida espiritual

 

Introducción

Uno de los pilares del ministerio del Señor Jesucristo fue el llamado al arrepentimiento, principalmente en el principio de su ministerio.
Juan el Bautista, sin duda, fue el paladín del llamado al arrepentimiento, pues decía: «El reino de los cielos está entre nosotros». Vivamos, entonces, de acuerdo a los requisitos del mismo.

Metanoia (arrepentimiento)

Cambio de actitud, dolor por el pecado. Es reconocer que no tenemos ningún derecho ante Dios y entregarnos sin intentos de justificación a la misericordia de Dios.

No hay crecimiento constante y fruto, como ciudadanos del reino, si no nos proponemos aceptar la corrección y guía del Espíritu Santo.

Para evaluar nuestra necesidad de arrepentimiento, es imprescindible analizar nuestro corazón.
Arrepentimiento involucra abrir nuestras almas y ver qué hay adentro; eso implicará una dosis de humildad para reconocer nuestras faltas, y que nuestros secretos más profundos sean revelados. No es un punto específico y único en nuestras vidas sino un viaje que dura siempre.

Es por eso que Dios permanentemente nos indaga, interroga

Dios indaga

Aun teniendo todo el poder y todo el conocimiento, Dios busca respuestas de parte del hombre. Desde la pregunta en Edén, cuando el hombre había pecado: “¿Dónde estás?, Dios constantemente interroga al hombre buscando el autoanálisis, el arrepentimiento y el crecimiento.
En Génesis 4.6 Dios le pregunta a Caín: ¿Por qué te has enojado y ha caído tu semblante? Es decir, ¿por qué permites que la envidia y el rencor inunden tu alma? ¿No sería mejor vivir de acuerdo a mi voluntad? ¡Puedes hacerlo! ¡Vive de acuerdo a mi Palabra! Caín optó por su propio camino y ya sabemos el resultado.

Leemos 1 Reyes 19.9: «Allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Llegó a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?”».

Elías había vencido a los profetas de Baal. Un gran éxito. Sin embargo, tuvo miedo, huyó de Jezabel y se escondió en una cueva. Allí, escondido de todos, pero no de Dios, el Señor lo enfrenta y le pregunta: ¿Qué haces aquí, Elías? ¿De qué te escondes? ¿A qué le temes?

«¡Sal fuera y ponte en el monte delante de Jehová!».

No te escondas, confía, actúa como mi hijo. Sé luz y sal; ilumina este mundo, no te escondas.

Hoy Dios sigue indagando. ¿Dónde estás, hermano? ¿Estás en el monte, delante de Jehová y dispuesto a servirle o escondido en lo profundo de la cueva? ¿De qué te escondes? ¿Qué temores te persiguen?

Sal fuera y ponte en el monte, delante de Jehová.

En Mateo 26.50 encontramos a Jesús enfrentando a Judas, que acababa de besarlo como contraseña de su traición. Jesús lo miró y le dijo: Amigo, ¿a qué vienes?

Jesús, hoy también indaga:
¿Qué tienes en mente cuando te acercas mí?
¿Qué buscas?
¿Agradarme?
¿Agradarte?

¿Cuál es tu intención cuando te acercas a Dios? ¿Hacer su voluntad?

Jesús había dicho:
Juan 15.14 Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.

Amigo, ¿a qué vienes?

La noche previa a la crucifixión, todos los discípulos se habían desbandado. Juan y Pedro siguieron a Jesús y mientras esperaban el desenlace, Pedro lo niega tres veces. Lucas nos relata lo más terrible de ese momento de la siguiente manera:

«Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: “Antes que el gallo cante, me negarás tres veces”. Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente».

Había necesidad de arrepentimiento y perdón en la vida de Pedro. No podría seguir viviendo y sirviendo en la Iglesia de Jesucristo sin un encuentro restaurador con Jesús. Luego de la resurrección, Jesús y Pedro tienen ese encuentro. No hay palabras de reproche. No hay palabras de queja, solo una pregunta, repetida tres veces, una por cada negación:

Juan 21.15 —Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?

¿Cómo es tu amor por mí? ¿Hasta qué punto estás dispuesto a amarme? ¿Qué significa en la práctica? ¿Estás dispuesto a todo por mí? En el aposento alto habías dicho que morirías por mí y esa misma noche me negaste tres veces. Verdaderamente, ¿me amas? El verdadero cristiano no lo es en palabras solamente sino, principalmente, en hechos.

El Señor nos pregunta: ¿Me amas….?

¿Me amas más que a tus propios anhelos?
¿Me amas más que a tus propios sueños?
¿Cuál es el límite de tu amor por mí?
¿Estás dispuesto a todo por mí? ¿Realmente?

¡Entonces, sígueme! 

Todas estas preguntas nos fuerzan a mirar profundamente dentro de nosotros. Cuando Dios nos pregunta, debemos responder, no hay posibilidad de reclamar ante Dios. A Dios le tenemos que responder a todas sus preguntas y hacerlo verazmente.

Ahora, pregúntate…

1. ¿A quién tratas de agradar cuando te acercas a Dios?

Salmos 103.1-2
Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre.
Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.

Nuestro objeto de agrado debe ser siempre Dios.

En Mateo 19.27, Pedro pregunta a Jesús: Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Es decir, ¿qué puedo obtener si te sigo? ¿Qué gano con seguirte?

Jesús dice: «Si no eres capaz de dejar todo por causa de mí y de la extensión de mí reino, no eres digno de mí».

2. ¿Cuál es la medida de tu compromiso para con el Señor?

Dos ejemplos:

¿Qué había en el corazón de José?

Génesis 50.15, 19-20
Al ver los hermanos de José que su padre había muerto, dijeron:
—Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos.
Pero José les respondió:
—No temáis, pues ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener con vida a mucha gente.

¿Qué había en el corazón de Jesús?

Lucas 23.34
Jesús decía: —Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

Nuestra respuesta-Conclusión

1 Reyes 18:21

Entonces Elías, acercándose a todo el pueblo, dijo:
—¿Hasta cuándo vacilaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; si Baal, id en pos de él.

Josué 24.15

Si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová.

Josué 24.14

»Ahora, pues, temed a Jehová y servidlo con integridad y verdad.

  • a. Temed a Jehová – Vive santamente. Si luego de la evaluación descubres que hay pecados con los que debes tratar, levántate y santifícate.

Josué 7: «Jehová respondió a Josué: ¡Levántate! ¿Por qué te postras así
sobre tu rostro? ¡Levántate y santifica al pueblo!».

  • b. Servid a Jehová
    — Con integridad
    — Con verdad

El temor a Jehová nos lleva a una autoevaluación correcta, y esta nos permite servir a Dios íntegra y verdaderamente.

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