Exégesis y proclamación del Antiguo Testamento para la Iglesia — Parte 2

Exégesis y proclamación del Antiguo Testamento para la Iglesia — Parte 2

Una lectura «desde adentro»

Hay que considerar que el AT, en primer lugar, no está preocupado solo por el pasado histórico de Israel. A través de su texto, el Dios vivo y santo continúa trabajando y hablando hasta el presente (Jn 5.17). Con esto se considera que el texto no es tan solo medio para informar sobre Dios y su pueblo del pasado, sino que es medio de revelación divina, y como tal crea una nueva situación, un nuevo desafío, una nueva vida.

Por Edesio Sánchez Cetina

La historia que la Biblia nos presenta no es una simple colección de relatos interesantes. Es una colección de narraciones acerca de las experiencias vividas por Israel en constante interrelación con su Dios, releídas desde una situación histórica concreta.1 Los textos que hoy leemos están cargados con la fe del pueblo de Dios, expresada en distintas épocas y contextos específicos.

En la misma Biblia se nos presenta ese fenómeno que Walter Brueggemann llama «imaginación histórica». Esa tensión entre el pasado histórico del pueblo y la apertura hacia nuevos y frescos símbolos a partir de aquella experiencia histórica.2 El hombre bíblico no es un espectador pasivo del evento histórico; lo narra y lo relee desde adentro. Es participante de él. Va al evento y se introduce en él. En ese acto, el participante bíblico no solo recibe, sino también da, y en esa acción reactualiza el evento y lo carga de nuevos significados, no intentados originalmente. La fe bíblica, entonces, consiste siempre en hacer nuestra una historia vivida previamente por otros.3

Esa Palabra que Dios ha hablado y ha quedado registrada en el pasado, viene ahora con todo su poder transformador y envuelve a la comunidad de fe —en nuestro caso, la cristiana— de tal modo que ella es «arrastrada.» a la línea establecida por la Palabra divina. En esa acción, la comunidad es recreada y remodelada para vivir como vocero de Dios en su propia situación histórica. La comunidad de fe, así recreada, toma esa Palabra y la confiesa, involucrando en su proclamación el mensaje del pasado y los nuevos significados surgidos de la experiencia histórica de esa misma comunidad. Es decir, el texto bíblico no solo funciona como objeto de estudio, sino que en la dinámica hermenéutica, el texto mismo se convierte en sujeto cuestionador y avasallador. En el trabajo interpretativo tiene que llegar el momento en el que quien empezó abriendo el texto y abordándolo, ahora es «abierto» por el texto y desafiado y llamado a «conversión». Es aquí donde, de acuerdo a la enseñanza reformada, Sagrada Escritura y Espíritu Santo se dan de la mano. Solo así la palabra deja de ser «letra muerta» para convertirse en poder vivificante.

Exégesis y proclamación del Antiguo Testamento para la Iglesia — Parte 2

Cuando se unen exégesis y proclamación la tarea ya no puede ser simplemente un ejercicio académico y para académicos. Es necesario estar comprometidos con la Palabra «hasta el pescuezo». Carlos Mesters, reconocido biblista y asesor de las comunidades eclesiales de base, dice al respecto:

El exegeta llega cerca de los hechos bíblicos por medio de sus estudios, hechos con su inteligencia. Pero el cuerpo no lo acompaña. El pueblo llega cerca con sus pies. Él pisa el mismo suelo de sufrimiento, de donde brotó la Biblia misma. La dura realidad vivida hoy se convierte en un criterio de la interpretación del texto antiguo y le da una connaturalidad para captar el sentido literal en toda su amplitud.

Se crea así un espacio donde el Espíritu pueda actuar, pues «la Sagrada Escritura debe ser leída e interpretada en el mismo Espíritu en que fue escrita» (Dei Verbum 12). «Donde se encuentra el Espíritu del Señor, allí está la libertad» (2 Cor 3.17). Él libera de la prisión de la letra que mata, y liberta a la Biblia misma, colocándola de parte de los pequeños que reciben del Padre el don de entender el mensaje (cf. Mt 11.25-26). Se redescubre así la importancia de la verdad antigua: la Biblia es el libro de la Iglesia (comunidad), de la «familia de Dios». Sin este contexto amplio de una comunidad comprometida en la lucha por la liberación, el pueblo se pierde dentro de la Biblia, y esta se convierte en un micrófono sin altoparlante.4

La lectura hecha «desde adentro», exige que reconozcamos nuestra pertenencia a Dios y a los demás. En el testimonio bíblico se usa el concepto de alianza o tratado; por ello, nuestro compromiso de alianza. «Uno de los dones más importantes de la Biblia para nosotros —dice Brueggemann— es ofrecernos un marco de referencia (la alianza o pacto) para nuestras vidas… la Biblia presenta la vida humana como la vitalidad de compartir la historia con un compañero berítico cuyo verbo es novedoso en medio de un mundo que parece fatigado y agotado. La Biblia nos reafirma que nos mantenemos en alianza con Uno que habla novedad, que desmantela lo viejo de nuestras vidas, y que nos invita a darle la bienvenida a la vida y su novedad».5

Además, la lectura e interpretación de la Biblia, realizadas en el marco de la alianza, asegura la libertad del sujeto hermenéutico frente a ideologías y fuerzas manipuladoras. Si Yavé es el sujeto de la alianza y el dueño de su palabra, ambas permanecen libres de todo cautiverio ideológico. Su origen y propósito escapan la manipulación humana. Nada que sea disposición o control humano se presenta como base para las demandas de la alianza. Samuel Silva Gotay (sociólogo puertorriqueño) dice: «La fe [bíblica] no es una epistemología ni es ideología… [es] la actitud de esperanza y compromiso con el reino de Dios en la historia».6

Del texto al sermón para predicar del AT

Actualización del texto

No perdemos de vista el hecho de que la proclamación hispanoamericana, por lo general, se ha realizado dándole la espalda al mensaje radical del AT y al tema del Reino de Dios. No se preparan muchos sermones ni homilías de textos del AT, y cuando se hace, su lectura es espiritualizante y alegórica; se «amordaza» al texto del AT y solo se le «suelta» para decir una palabra novotestamentaria. Se le arranca de su contexto veterotestamentario y se le obliga a convertirse en texto del NT. Esta es, sin embargo, la apreciación negativa, y se cita aquí para darle fuerza al argumento de la necesidad de permitir que los textos del AT «digan» su propia palabra, a la luz del Hecho de Cristo.

Por otro lado, no cabe duda que, en muchos de los casos, tanto el predicador (expositor bíblico) como la congregación (comunidad de fe) necesitan librarse de sus temores y barreras que les impiden acercarse al AT como palabra de Dios. La primera barrera que se debe vencer es la idea generalizada de que todo lo que pasó antes de Jesús es realmente innecesario. En la mente de la gente está la certeza de que si Jesús es la revelación plena de Dios, por qué preocuparse de todo lo anterior. Otra de las barreras es la creencia de que la mayoría de lo que está en el AT es solo de interés anticuario; realmente no tiene relevancia para nosotros. Un tercer problema con el AT es el material presente en él que mueve a abandonar la fe más que a abrazarla: hay prácticas tan pasadas de moda, tan bochornosas, tan denigrantes (la esclavitud, la guerra y la violencia, la subordinación de la mujer). Una cuarta barrera es que el AT afirma la elección de una sola nación en detrimento de tantos pueblos. Estos y otros problemas «espantan» a mucha gente. Pero es necesario superar esos temores y descubrir la gran actualidad del AT para buscar maneras creativas para estudiarlo y exponerlo.

En esta sección añado algunos consejos y ejemplos para preparar trabajos exegéticos, estudios bíblicos y sermones basados en el AT.

La unidad de ambos testamentos

En primer lugar, necesitamos buscar conexiones naturales y productivas entre ambos testamentos. En nuestra exégesis y proclamación debemos demostrar que ninguno de los testamentos es superior a otro o que lo hace innecesario; más bien, la unión de ambos provee posibilidades excelentes para la proclamación contemporánea. Hay varias maneras de mostrar las relaciones naturales de ambos testamentos:7

1 Promesa y cumplimento. El texto del AT contiene la promesa que se considera cumplida en el Nuevo. Véase como ejemplo Isaías 9.6 que tiene su cumplimiento en el nacimiento de Jesucristo (Lc 2.1-20). En el libro de Mateo encontramos gran cantidad de textos que comprueban este acercamiento (2.15, 17, 23; 4.14; 8.17; 12.17; 13.14, 35; 21.4; etc.). La cita del Salmo 2 en Hechos 4.23-31 es uno de los muchos ejemplos que aparecen en el NT (véanse también las citas del AT en Hebreos).

Con este acercamiento, nuestra proclamación reafirma que la historia de la salvación es comprehensiva y abarca hasta nuestra historia contemporánea.

2 Analogía. Se usa mejor con textos narrativos. El método consiste en preguntarse cómo la situación de Israel en relación con Dios es análoga a la situación de la iglesia y la nuestra en relación con Dios: Números 14.1-10 = Gálatas 1.6-9; 3.1-4; 5.1; Éxodo 3.1-15 = Juan 4; Josué 2 = Juan 4; 2 Reyes 5 = Lucas 19.1-10. En el pareo de pasajes del AT con los del NT, la experiencia en la lectura y uso de la Biblia da mejor resultado que una concordancia. Por ejemplo, en mi trabajo expositivo he encontrado lo creativo y enriquecedor que es colocar juntos el pasaje de la vocación de Moisés (Ex 3.1-15) con el encuentro de la mujer samaritana con Jesús (Jn 4); o colocar juntos la historia de Rahab (Jos 2) con la de la mujer samaritana (Jn 4). En el caso del pareo de Éxodo 3 con Juan 4, los puntos de contacto son: la cotidianidad con la que tanto Moisés y la mujer samaritana inician su día, pero terminan encontrándose en un día sublime de encuentro con la divinidad: el uno se convierte en liberador de su pueblo; la otra, en proclamadora del mensaje de salvación a sus paisanos. Ambos eran unos «don nadie», incapaces de realizar la vocación divina por sus medios humanos, pero al ser investidos por el «Yo» magnificente de Dios, realizan su obra con todo el poder y gloria divinas. En el pareo de Josué 2 con Juan 4, se resalta la situación de marginalidad de la mujer: Rahab era prostituta; vivía en los límites de la ciudad de los ricos y gobernantes, protegida por los muros, y el exterior desprotegido de los campesinos y obreros; era mujer; era extranjera (lo que en esa época era más estigma que virtud). La samaritana también tenía tres razones de peso para ser marginada en la sociedad: era mujer (los rabinos no debían hablar en público con mujeres); era samaritana (su realidad racial y de extranjera la descalificaba del buen trato con los judíos; para estos ser samaritano era peor que ser perro en esa sociedad); vivía al margen de la ley (había tenido muchos maridos, y el que tenía no era su marido). Pero en el encuentro con el Dios liberador y con Jesucristo, lo que la sociedad humana considera indigno y marginal se convierte en persona digna, en alguien útil para ser instrumento del Reino, en canal de bendición para otros.

3. Temas comunes a ambos. Aquí el asunto considera más lo temático (tópicos, metáforas, tradiciones). Además de los muchos motivos que unen a ambos testamento (alianza, redención, éxodo, pan del cielo, Agua de vida; José y Josué = Jesús), tenemos textos como los siguientes: Jeremías 2.20 = Mateo 11.29; Isaías 28.16 = 1 Pedro 2.6; de manera contrastada tenemos a Jeremías 25.15-29 = 1 Corintios 10—11.

Al unir a ambos testamentos, afirmamos también que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob es también el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Es decir las historias y enseñanzas de ambos testamentos, tanto por la vida positiva como la negativa, tocan nuestra vida, la desafían y la orientan.

Nuestra proclamación necesita tomar a la persona humana de donde está e integrar, de manera consciente, su propia experiencia estrecha en una realidad más amplia del existir… La Biblia presenta una realidad más amplia porque contiene el mensaje de Dios. Ese mensaje tiene la capacidad de ampliar esos límites estrechos de nuestra existencia. Lo maravilloso de todo es que, en la Biblia, el mensaje de Dios nos llega en forma de experiencias humanas.8 Así se nos invita a «meternos» a la vida de la Biblia, leerla desde adentro y permitir que ella nos «abra», nos «lea» y nos llame a una vida más significativa y novedosa. La proclamación es el arte de abrir el mensaje de la Biblia para que el otro encuentre seres de «carne y hueso» como él o ella, y descubra que su vida tiene paralelos con los de aquellos; que puede identificarse con las angustias y esperanzas de otros seres humanos. Un acercamiento así nos invita a volver a vivir las historias de la Biblia en toda su riqueza; la experiencias de otros ya no quedan «almacenadas» en el diván, sino que son nuestras, las vivimos hoy.

Exégesis y proclamación del Antiguo Testamento para la Iglesia — Parte 2

En mi trabajo exegético, normalmente sigo tres pasos:

(1) el texto en su contexto;

(2) el texto en nuestro contexto;

(3) el texto en nosotros.

El primer paso es el que me obliga a familiarizarme con el texto en su propio «mundo». Para ello, hago uso de las «mejores» herramientas exegéticas del método histórico-crítico, así como de las nuevas «ciencias» exegéticas (análisis literario, acercamiento retórico, lectura semiótica de los textos, acercamiento sociológico). Me acerco al texto para estudiarlo como pieza literaria, pero también como el producto de gente con historia propia, cultura propia, realidad social propia, etc. En el segundo paso, invito al texto a mí «mundo» y de mi comunidad; en este caso, el contexto con el que debo familiarizarme es el de «hoy», al que pertenecemos yo y mi comunidad de fe. Ya no es asunto de comprender el texto, sino de comprender la realidad actual con la ayuda del texto. Las herramientas a mi alcance están en la sociología, la antropología, la psicología, los periódicos, la radio, la televisión, la observación de mi «aquí y ahora». El tercer paso está en la línea del segundo; la diferencia no espacial o temporal, sino de enfoque. El texto deja de ser el objeto de estudio o punto de referencia para estudiar mi realidad, sino que viene a mí y a mi comunidad con todo la fuerza de palabra de Dios, que me confronta, que me demanda, que me invita, que me trae palabra de esperanza y sanidad. Es decir, el texto ya no viene a nosotros con la distancia que es propia de la lectura histórica y literaria, sino como palabra de Dios, actual, que presenta hoy día sus exigencias al lector dando orientaciones, instrucciones e impulsos para nuestro tiempo, y ayudando a interpretar y dominar la propia vida y las tareas de nuestro tiempo.9

Actualización del mensaje del AT

Para lo anterior, resulta de gran ayuda considerar los siguientes elementos:10

1 Tener en cuenta el contexto global del pueblo de Dios en toda su dimensión histórica:

  1. leer el texto particular en el contexto global de la Biblia;
  2. levantar preguntas que abarquen de manera global la realidad del género humano: ¿Qué revela el pasaje sobre la dignidad y la vocación humana dentro de la naturaleza y la historia? ¿Qué dice el pasaje sobre los propósitos de Dios para el mundo, para su pueblo? ¿Cuál es la contribución más importante del pasaje para el credo y las confesiones de la iglesia? ¿Tiene el texto algo que no se afirma en las tradicionales confesiones de las iglesias?
  3. leer el texto a la luz de los grandes enunciados eclesiásticos como lo son los credos, las confesiones, los leccionarios;
  4. leer el texto a la luz de la eficacia histórica, es decir a la luz de la vida de una persona o comunidad de fe: ¿Qué pecados y temores míos o de mi comunidad o sociedad en que vivo desenmascara el texto? ¿Qué promesas y esperanzas tiene el texto para este particular momento que me/nos toca vivir? ¿Qué desafíos concretos y actuales nos presenta?

2 Tener en cuenta la eficacia histórica:

Se reconoce en los textos el super avit de sentido. En los textos se encierra una plenitud de posibilidades. Se muestra así que «hay textos que, de repente, vuelven a adquirir vitalidad y ejercer influencia». Para esto es muy importante mostrar cómo otros, en situaciones históricas y culturales distintas, tuvieron una experiencia con el texto. Por ejemplo, las relecturas del éxodo en la Biblia misma y en la hermenéutica de las teologías latinoamericanas de liberación.

3 Tener en cuenta la experiencia del lector:

(1) los aspectos emocionales, siguiendo el trabajo de Walter Wink. En su trabajo, Winks propone que se trabaje con tres tipos de preguntas (las de estos puntos se basan en el libro de Rut): 

(a) las que surgen de la aplicación del método histórico-crítico (¿A quiénes representan cada uno de los personajes y los lugares en el contexto histórico del libro? ¿Por qué decide el autor de Rut nombrar a los personajes de la manera en que lo hizo? ¿Cuál fue la intención del autor al narrar esta historia y colocarle en el contexto de los Jueces?); 

(b) preguntas que ayudan a incorporarnos a la historia (¿Cómo se manifiesta en mí Noemí, Orfa o Rut?; 

(c) «confrontación» individual o grupal (ejercicios que se piden integrando la música, la danza, el dibujo, el mimo o la escritura (por ejemplo: un monólogo contemporáneo de Noemí, hacer un cuento o novela corta poniendo a una Rut latinoamericana).11

(2) preguntas que el ser humano hace al texto, siguiendo el modelo de Carlos Mesters. Las preguntas surgen a partir de las condiciones de la vida y la situación propias.

En el trabajo de Carlos Mesters, por ejemplo, la situación de vida de la comunidad relee y recuenta la historia bíblica poniéndole al texto bíblico palabras y experiencias propias de la comunidad. Véanse los dos siguientes ejemplos:

El primero viene de una pequeña comunidad de agricultores muy pobres en Linhares, Brasil:

…se leyó el texto que prohíbe comer carne de puerco. El pueblo presente en la reunión preguntó: «¿Qué quiere decirnos Dios hoy por medio de este texto?». Discutieron el asunto y concluyeron: «Por medio de este texto Dios nos quiere decir que nosotros hoy debemos comer carne de puerco!». El argumento utilizado fue el siguiente: «Dios está preocupado en primer lugar por la vida y salud de su pueblo. Ahora bien, la carne de puerco cuando no es bien tratada puede causar enfermedad y provocar la muerte. Por eso en aquel tiempo de la Biblia, Dios prohibía al pueblo comer carne de puerco. Pero hoy, nosotros ya sabemos cómo tratar esa carne. Ella no perjudica ya nuestra salud. Además, es la única carne que tenemos para comer. Si no comemos esta carne, estaremos perjudicando la vida y la salud de nuestros hijos. Por eso, hoy debemos comer carne de puerco para ser fieles a Dios!».12

El segundo ejemplo viene de un encuentro bíblico de agricultores realizado en Goiás, Brasil:

El pueblo discutía quién podría haber sido el ángel que liberó a Pedro de la prisión (cf. Hch 12, 1-17)… Doña María… dijo: «cuando don Pedro Casaldáliga fue apresado en su casa, nadie lo supo. No había comunicación. Siete policías bien armados vigilaban la casa. No dejaban entrar ni salir a nadie. Exactamente como en la prisión de Pedro narrada en la Biblia. Pero una niña entró, nadie le puso cuidado. Una niña sencilla, con chancletas. Ella llevó una boleta de don Pedro para fuera de la prisión, fue directamente al aeropuerto, logró viajar hasta Goiánia y avisó a los obispos que estaban reunidos allí. Ellos se movieron y lograron la liberación de Pedro. [¡]La niña fue el ángel de Dios que hizo caer las puertas de la prisión de Pedro!».13

El texto en su contexto

En la mayoría de los casos mi primer acercamiento al texto lo hago utilizando dos «habilidades» que me parecen vitales en el desarrollo de una mente exegética: observar y hacer preguntas. Para lo primero, me ayudo con una buena cantidad de marcadores, lapiceros y lápices de diferentes colores. Para lo segundo, me ayudo con los clásicos seis pronombres interrogativos: quién, qué, dónde, cuándo, cómo, por qué. El exegeta necesita tiempo suficiente y paciencia para observar una y otra vez su texto —mantener siempre en mente lo que los apóstoles afirmaron en Hechos 6.4. Necesita bombardear al texto con toda clase de preguntas, usando los seis «amigos» citados anteriormente. En mi experiencia, he descubierto que los dos «amigos» esenciales son «quién» y «qué». El primero me ayuda a descubrir a los actores o protagonistas del relato, tanto los primarios como los secundarios; el segundo (qué) me ayuda a descubrir la acción o trama del relato: «qué está pasando aquí». Con el «qué» no solo busco verbos sino también sustantivos que indiquen acción o estado.

En la observación y la elaboración de preguntas, permito que el texto sea el primero en revelarme su estructura y su tema clave. No puedo forzar al texto a decir lo que no puede decir; por ello, la selección de un pasaje para estudiar desde una perspectiva particular (infantil, de género, etc.) solo se logra después de mucha lectura e investigación del texto bíblico.

Aunque siempre utilizo el texto de la Versión Reina-Valera (revisión de 1960) para mi exégesis, pues es la versión que se usa más en mi comunidad eclesiástica y las iglesias evangélicas de los países hispanohablantes, también trabajo con el texto hebreo. Esas son mis dos herramientas básicas. En el proceso del trabajo también hago uso de las versiones Traducción en Lenguaje Actual (TLA/BLS), Dios Habla Hoy (Versión Popular), Nueva Versión Internacional, Nueva Biblia de Jerusalén y El libro del pueblo de Dios. En la lectura de estas herramientas descubro palabras y giros que se hacen difíciles de descubrir usando solo una.

El siguiente ejemplo de exégesis y exposición basado en Rut mostrará cómo he usado esas herramientas, aptitudes y métodos.

El Señor, pastor o enemigo: Entre la realidad y la apariencia

En el relato sobre Noemí y su nuera Rut, encontramos varios elementos que hacen de esta historia, algo digno de contar y estudiar. El autor es en verdad un excelente literato y, por supuesto, un gran maestro y comunicador. Empecemos con el establecimiento del escenario —elemento clave de la trama:

1Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra. Y un varón de Belén de Judá fue a morar en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos. El nombre de aquel varón era Elimelec, y el de su mujer, Noemí; y los nombres de sus hijos eran Mahlón y Quelión, efrateos de Belén de Judá. Llegaron, pues, a los campos de Moab, y se quedaron allí.

3Y murió Elimelec, marido de Noemí, y quedó ella con sus dos hijos, 4los cuales tomaron para sí mujeres moabitas; el nombre de una era Orfa, y el nombre de la otra, Rut; y habitaron allí unos diez años. 5Y murieron también los dos, Mahlón y Quelión, quedando así la mujer desamparada de sus dos hijos y de su marido.

Estos primeros cinco versículos del libro nos proveen elementos claves para el desarrollo del argumento de la obra (lo que está en negrita nos parece de vital importancia):

Contexto histórico (ayudan los amigos: «cuándo» y «dónde»)

Época de los jueces

Desobediencia, idolatría, violencia, anarquía y fracaso vienen a ser la impronta de Israel en la época de los Jueces… En aquellos días no había rey en Israel, y todo mundo hacía lo que bien le parecía (Jue 21.25).
Tanto el pueblo como sus líderes hacen totalmente lo contrario de lo que hace una nación obediente en tiempos de Josué.

Josué Jueces
Un Dios Muchos dioses
Un pueblo unido Tribus dispersas y aisladas
Obediencia a los preceptos divinos  Desobediencia a los preceptos de Dios
Distribución total de la tierra  Compartieron la tierra con otras naciones
Culto a Yahvé en un lugar Muchos santuarios y altares

 

Moab

Moab fue un reino altamente organizado, con actividades agrícolas y pastorales prósperas, edificios de gran esplendor, cerámica característica, y poderosas fortificaciones compuestas de pequeñas fortalezas ubicadas estratégicamente en sus fronteras.

Nación que, de acuerdo con la historia de los Jueces, había oprimido a los israelitas por dieciocho años (Jue 3.12-14).
En los profetas se mencionan y con frecuencia se pronuncia juicio divino sobre ellos (véase Is. 15–16; 25.10; Jer. 9.26; 25.21; 27.3; Ez. 25.8–11; Am. 2.1–3; Sof. 2.8–11).

Situación de la mujer

Exégesis y proclamación del Antiguo Testamento para la Iglesia — Parte 2

En la sociedad en la que Noemí vivió, en aquellas tierras del Mediterráneo oriental en pleno siglo XII a.C., ser mujer ya era en sí un grave problema y, peor aún si era viuda y sin hijos, y en tierra extraña. Es decir, vivía totalmente desamparada; prácticamente condenada a muerte.

Nombres propios (ayuda el amigo «quién»)

Belén – בֵּית לֶחֶם bet lejem – «casa del pan»
Elimelec – אֱלִימֶלֶךְ eli melek – «mi Dios es rey»
Noemí – נָעֳמִי no‘emi – «dulce», «placentera»
Mahlón – מַחְלוֹן majlon – «enfermizo»
Quelión –כִלְיוֹן kilion – «debilucho»
Orfa – עָרְפָּה ‘orpah – «terca» «la que da la espalda»
Rut – רוּת rut – «amiga»
Booz – בֹּ֔עַז- boatz – «la fortaleza está en él»
Obed – עוֹבֵ֔ד – obed – «servidor»

En el caso de Rut, el amigo «qué» acompañado del «quién» me ayudan a penetrar en el análisis retórico o semiótico del texto. Hago preguntas que me descubran las interacciones entre los personajes y entre los personajes y su medio ambiente. En la lista anterior de nombres, especialmente los de personas, hay una serie de nombres que reflejan personajes «secundarios», cuyo papel es el de acentuar más el carácter protagónico de los personajes centrales. Los personajes «secundarios» o de «apoyo» son Elimelec, Mahlón y Quelión. Son los personajes que «darán al traste» con las «apariencias» o «quimeras» en las que vivía Noemí. Sus hombres —así lo describe elocuentemente el autor— no le servirán para nada, a pesar que la sociedad de su época, por el estereotipo de la relación varón-mujer diga lo contrario. El personaje «Orfa», también de apoyo, servirá para acentuar más el carácter fiel y de amiga de Rut.

Noemí tiene dos nombres, Dulce y Amarga, porque dos serán sus papeles en la historia: al principio vive en aparente «dulzura» (véase Rut 1.21), pero en realidad su vida en el capítulo uno es de «amargura». Solo a partir del protagonismo de la «amiga», la «amarga» recobrará su verdadero nombre, Noemí, «la Dulce», en los capítulos 2—4. A la «amiga» también se sumarán dos nombres, el del nuevo «hombre» en su vida, Booz, que le dará le «fortaleza» —y así revertirá la «debilidad» del primer marido— que necesitará para lograr los elementos que completarán la historia: el hijo (Obed = «siervo») que cuidará de la abuela e introducirá a Rut, y por supuesto a Noemí en la línea genealógica del Mesías.

Realidad y apariencia

Al tomar nota de los nombres propios y con la ayuda del contexto histórico y social, podemos empezar a entender el binomio realidad-apariencia. ¿Qué es lo aparente en el contexto geográfico al que pertenece Noemí?: «Belén» que es el lugar por antonomasia del «pan», no tiene ese ingrediente que lo define como «Casa-del-pan». ¿Qué es lo aparente en el caso del esposo de Noemí?: se llama «mi-Dios-es-el-rey», pero de nada le sirve tal apelativo. Carece de lo básico para mantenerse y mantener a su familia. Su «dios» y su «fe» quedan atrapados en el nombre nada más. Otro elemento que obliga a definir el «apoyo» con el que cuenta Noemí como aparente es el de sus tres hombres. Como se ve por el contexto histórico y social, era prácticamente imposible para una mujer sobrevivir sin el respaldo masculino. Pero el autor no esconde para nada el hecho de que Noemí jamás tendría éxito con sus «tres hombres»: el esposo por ser un «don nadie» a pesar del nombre, y a los dos hijos sus nombres los delatan: «enfermizo» y «debilucho».

En el caso del nombre de las mujeres, llama la atención de que tanto Noemí como Rut tienen un nombre correspondiente «en negativo». La «Dulce» se autodenomina, «Amarga». Rut («Amiga») encuentra en el nombre de su cuñada la contraparte: «Orfa», «la que da la espalda».

 

Pasa algo interesante con «Dios». El dios que dice servir y adorar Noemí no se difiere mucho del dios al que Orfa regresa a servir y adorar. ¿De qué valían las palabras de ánimo que Noemí les daba a Rut y Orfa citadas en los versículos 8-9?: Andad, volveos cada una a la casa de su madre; Jehová haga con vosotras misericordia, como la habéis hecho con los muertos y conmigo. 9Os conceda Jehová que halléis descanso, cada una en casa de su marido. Su dolor, su falta de esperanza y las palabras con las que califica a “su dios” (amargura tengo yo. . . pues la mano de Jehová ha salido contra mí [1.13]. No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso. 21Yo me fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías. ¿Por qué me llamaréis Noemí, ya que Jehová ha dado testimonio contra mí, y el Todopoderoso me ha afligido? [1:20-21]) negaba la «aparente» fe con la que animaba a las nueras. Será Rut, la extranjera, «pagana» y mujer, la que «devolverá» la «realidad» de la presencia y autenticidad del Dios verdadero en quien Rut si tenía fe, a pesar de que «Yavé» no era su dios originalmente. El poema de los versículos 16-17 es por demás elocuente:

No me pidas que te deje;
ni me ruegues que te abandone.
Adonde tú vayas iré,
y donde tú vivas viviré.

Tu pueblo será mi pueblo
y tu Dios será mi Dios.
Donde tú mueras moriré,
y allí mismo seré enterrada.

Que Dios me castigue
si te abandono,
pues nada podrá separarnos;
¡nada, ni siquiera la muerte!»
(TLA).

Rut no regresaría a Moab, porque el dios de ese país no tenía nada que ofrecerle a Rut. Pero a la vez, Rut se presta a darle tremenda lección de fe a su suegra. Pues el Dios de Israel, Yavé, en el que Noemí pretende creer pero en quien de verdad no cree, sino a quien más bien tiene por enemigo, es el Dios en el que Rut cree y está dispuesta a apostar el «destino» de su vida en él.

La «apariencia» está en la fe de Noemí, quien no decidió hacer del dios de Moab su Dios, pero tampoco lo había hecho con Yavé. La «apariencia» está en «quienes» Noemí había decidido poner su confianza y apostar su «destino»: sus hombres (1.21) y un «dios» con rasgos ambiguos: Animaba a sus nueras poniéndolas «al cuidado» de Yavé, pero ella lo consideraba la «fuente de su amargura», lo tenía por «enemigo». Es por demás elocuente la «ceguera» de fe que Noemí sufrió a causa de su dolor y amargura. Noemí se había olvidado que salió de Belén sin nada —un esposo que no era hijo del rey del universo, dos hijos que no le servirían de apoyo y una ciudad que no era capaz de darle pan. Pero a pesar de eso les dice a las damas de Belén que de allá había abandonado ese lugar «con las manos llenas», y que ahora regresaba «con las manos vacías». Esa era la «apariencia». La «realidad» era, por supuesto, otra. Había salido de Belén con «las manos vacías»; por ello tuvo que irse de refugiada a Moab —el país de los enemigos más acérrimos de Israel. Y ahora que regresaba de nuevo a Belén, no venía, como ella creía, con las «manos vacías», sino que regresaba con Rut, su «amiga»— esa que el libro de Proverbios califica así: hay amigos que valen más que un hermano (18.24b, TLA); El amigo siempre es amigo, y en los tiempos difíciles es más que un hermano (17.17, TLA). La historia que se escribiría en los capítulos 2—4 iba a demostrar que «las apariencias» engañan, y que cuando la fe en Dios pasa por los «cánones» y «moldes» de la sociedad y cultura general esa fe se distorsiona, y deforma nuestra manera de entender a Dios y a los otros. Si la cultura «enseña» que la respuesta a las necesidades está en «este o aquel» o en «esto o aquello», entonces «dios» tiene que pasar por ese tamiz. Jamás se «piensa» que Dios tiene unos sistemas de «valores» tan radicalmente distintos a los de la sociedad imperante, y que, de acuerdo con el testimonio bíblico, muy a menudo nos sorprende con «instrumentos» no «compatibles» con los cánones y las expectativas del mundo actual.

Lecciones de la vida

Cuando Rut decidió hacer de Yavé su Dios y de Judá su pueblo —Belén incluido—, lo hizo con el tipo de «fe» que Jesús, siglos después, vería en la mujer cananea (Mt 15.28) y en el capitán romano (Mt 8.10): Jamás había visto tal fe en Israel. Rut le enseñaría a su suegra —y a todos nosotros de paso— a escribir una nueva historia, con un nuevo libreto y un nuevo final. En efecto, Rut no solo fue instrumento para que Noemí tuviera provisión ininterrumpida de comida, sino que también le proveyó de una familia, le devolvió su valor de persona y la hizo miembro de la realeza divina: día a día, Rut regresaba a casa con suficiente cebada para la alimentación; llegó a ser esposa de Booz, el rico del pueblo; le devolvió a la suegra «su estima propia», pues con su actitud firme y emprendedora, Rut despertó en Noemí la sabiduría de dar el buen consejo a la nuera y de aprovechar las oportunidades (Rut 3.1-4); Rut, al llegar a ser esposa de Booz, se colocó y colocó a su suegra en la línea genealógica de Jesús, el Mesías esperado de Israel y Salvador del mundo. ¡Qué más pudiera haber querido Noemí! En su dolor, sufrimiento y amargura nunca se imaginó que literalmente junto a ella estaba la respuesta a sus problemas, angustias y dolores. ¡No, Yavé no la regresaba con las manos vacías! ¡La regresaba con las manos llenas, y con una maravillosa lección de fe! Su vida no la definiría de acuerdo con el patrón dictado por la sociedad de su época, sino por lo «inconcebible». Es decir, por aquel instrumento que la sociedad dice «no sirve, es incapaz», pero que Dios «afirma» y usa de manera sorprendente y novedosa.

En la persona de Rut, «la amiga», Dios le devolvió la «dulzura» a Noemí, y le devolvió la vida. Las mujeres de Belén le decían a Noemí:

Bendito sea Dios que hoy te ha dado un nieto para que cuide de ti. Dios quiera que cuando el niño crezca llegue ser muy famoso en todo Israel. Él te hará muy feliz, y te cuidará en tu vejez, porque es el hijo de tu nuera Rut. Ella vale más que siete hijos, porque te ama mucho y ha sido buena contigo (Rut 4.14-15, TLA).

La historia se cierra formando una especie de marco, devolviéndole al sino de «muerte» y «desolación», «vida» y «esperanza»: Noemí salió del «pueblo-sin-nada-de-pan», y regresó al «lugar-donde-nunca-falta-el-pan»; salió dependiendo de la «enfermedad» y la «debilidad», y regresó con la fuerza de la compañía de una nuera que «valía más que siete hijos», más la fuerza del nuevo esposo que se llamaba «fortaleza»; salió perteneciendo aparentemente al linaje real, y se convirtió en «abuela» del Mesías divino, Salvador del mundo y «Rey de cielo y tierra» en cuyo reino sería primero «servidor» (Obed) más que «emperador».

El texto en nuestro contexto

En realidad no es difícil descubrir las lecciones para hoy en el texto bíblico estudiado. El tema de la «fe», el binomio «apariencia-realidad» y el asunto del sistema de valores de la sociedad actual vis a vis los de Dios son asuntos que inciden directamente con la práctica de nuestra fe en el «aquí y el ahora». A través de mucha de la predicación y enseñanza, recibida a través del púlpito, la radio y la televisión, la «teología de la prosperidad» —resultado del materialismo que nos invade— nos vende la idea de que fe en Dios y éxito van de la mano de acuerdo con los valores de este mundo. La actitud triunfalista de muchas iglesias y líderes nos «enceguecen» y no nos permiten ver, tal como le pasó a Noemí, que Dios levanta «amigas» al estilo de Rut como respuesta a nuestros graves problemas de vida.

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Recursos bibliográficos

Exégesis

Díaz Castrillón, Clara María. Leer el texto, vivir la Palabra: Manual de iniciación a la lectura estructural de la Biblia. Estella: Editorial Verbo Divino, 1988. 246 pp. El acercamiento de este libro y sus ejemplos son excelentes para una tarea exegética con miras a la actualización y la proclamación.

Fee, Gordon y Stuart, Douglas. La lectura eficaz de la Biblia: Guía para la comprensión de la Biblia. Miami: Editorial Vida, 1985. 224 pp. Este manual es de gran utilidad por el énfasis en los géneros literarios. Cada capítulo ofrece consejos de cómo acercarse exegéticamente a los textos desde su género y forma literarias.

Sánchez Cetina, Edesio (Editor de este número), Boletín Teológico (FTL),  vol 27 num. 58 (1995). 88 pp. Todo este número está dedicado a la exégesis y la hermenéutica. La primera parte presenta modelos de exégesis para ambos testamentos. La segunda parte presenta temas hermenéuticos. Todo el material ofrece buena ayuda para la exégesis y la proclamación.

Stendebach, Franz J. y otros. Exégesis bíblica: textos, métodos, interpretaciones. Madrid: Ediciones Paulinas, 1979. 199 pp. La metodología exegética se ofrece a través de ejemplos concretos. La primera parte está dedicada al AT.

Tosaus Abadía, José Pedro. La Biblia como literatura. Estella: Editorial Verbo Divino, 1996. 285 pp. Un excelente manual para comprender la Biblia como obra literaria.

Homilética

Arrastía, Cecilio. La predicación, el predicador y la iglesia. San José: Colección CELEP, 1983. 73 pp. Consejos y reflexiones sobre la predicación por un reconocido predicador.
_____________ Teoría y práctica de la predicación. Miami: Editorial Caribe, 1978. 243 pp. Un excelente manual para la preparación de sermones. El autor logra combinar la exégesis y la homilética con los recursos de la literatura castellana, de manera especial la novela latinoamericana.

Barth, Karl. La proclamación del evangelio. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1969. 103 pp. Un pequeño libro en el que el famoso teólogo alemán nos ofrece sus mejores ideas sobre lo que es la predicación y cómo debe proclamarse la Palabra de Dios.

Brueggemann, Walter. Finally Comes the Poet: Daring Speech for Proclamation. Minneapolis: Fortress Press, 1989. 165 pp. Este es el único libro en inglés que cito en esta lista de recursos bibliográficos, porque me parece clave tanto para la teoría como para la práctica de la predicación.

Carty, Marjorie T. y Carty, James W. Comunicación y proclamación del evangelio hacia el siglo XXI: Múltiples ideas para la comunicación contemporánea de la Palabra de Dios. México: Casa Unida de Publicaciones, 1984. 190 pp. El libro ofrece una rica variedad de métodos para la proclamación de la Palabra. La segunda parte tiene un buen número de ejemplos concretos de sermones y discursos.

Costas, Orlando. Comunicación por medio de la predicación. Miami: Editorial Caribe, 1973. 255 pp. Un excelente manual para la preparación de sermones y homilías preparado por un profesor de comunicación, en el contexto latinoamericano.
____________ (editor). Predicación evangélica y teología hispana. San Diego: Publicaciones de las Américas, 1982. 279 pp. Este libro es el resultado de una consulta sobre el tema indicado por el título. Es la obra de una diversidad de autores que escriben desde su particular área de especialidad y desde el lugar concreto de su ministerio. Los temas son variados, y ayudan a enriquecer el quehacer homilético de la iglesia hispanohablante.

Grasso, Domenico. Teología de la predicación: el ministerio de la palabra. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1966. 371 pp. Excelente acercamiento bíblico teológico al tema de la predicación. Una obra muy completa que ayuda sobre todo a varios de los temas tratados en este capítulo.

Liegeld, Walter L. Del texto al sermón: Cómo predicar expositivamente. Miami: Editorial Vida, 1990. 183 pp. Este manual se concentra en la forma de sermón que nos parece el más efectivo y fiel tanto a las Sagradas Escrituras como a la comunidad de fe.

Maldonado, Luis, El menester de la predicación. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1972. 222 pp. El libro presenta temas claves y pertinentes para la proclamación contemporánea de la Palabra. Empieza con el tema de la hermenéutica y luego pasa a tratar temas como: la predicación en el contexto de la cibernética y la informática; la predicación y el fenómeno de la publicidad y los medios de comunicación masiva; etc.

Perry, Lloyd M. Predicación bíblica para el mundo actual. Miami: Editorial Vida, 1989. 171 pp. Un libro presenta los varios temas relacionados con la predicación bíblica y la comunicación del evangelio hoy.
Actualización

Alonso Schökel, Luis. Hermenéutica de la Palabra-I. Madrid: Ediciones Cristiandad, 1986. 267 pp. Los capítulos a considerar en esta obra son: «Uso y abuso del Antiguo Testamento» (pp. 39-52); «El AT, como palabra del hombre y palabra de Dios» (pp. 103-116); «¿Es actual el lenguaje del AT? (pp. 117-136).

Brossier, François. Relatos bíblicos y comunicación de la fe. Estella: Editorial Verbo Divino, 1987. 161 pp. Todo el libro ofrece excelentes ideas sugerencias y perspectivas críticas sobre el tema sugerido por el título. Véase de manera especial el capítulo dos: «Los modos de actualización» (pp. 51-63).

Egger, Wilhelm. Lecturas del Nuevo Testamento: metodología lingüística histórico-crítica. Estella: Editorial Verbo Divino, 1990. 283 pp. Aunque todo el libro es excelente para la exégesis y la proclamación, aquí me interesa remitir al lector al capítulo 17: «Actualización de los textos».

Lohfink, Norbert. Exégesis bíblica y teología: La exégesis bíblica en evolución. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1969. 239 pp. El capítulo 8, «Interpretación histórica e interpretación cristiana del AT» (pp. 189-216) es el que nos interesa considerar aquí.

Marchand, Gilles y Mizzotti, José. Metodología: lectura pastoral de la Biblia. Lima: Equipo de coordinación de lectura pastoral de la Biblia, 1991. 127 pp. Todo el libro ayuda a un acercamiento a la Biblia desde la situación de vida de la comunidad de fe.

Mesters, Carlos. El misterioso mundo de la Biblia: Estudio sobre la puerta de entrada al mundo de la Biblia. Buenos Aires: Editorial Bonum, 1977. 279 pp. Al igual que el libro anteriores, este libro del conocido pasoralista y biblista nos ayuda en gran manera al acercamiento a la Biblia desde la audiencia contemporánea.

_____________ Flor sin defensa: Una explicación de la Biblia a partir del pueblo. Bogotá: Confederación latinoamericana de religiosas (CLAR), 1987. 225 pp. El título del libro ya nos indica qué esperar de este excelente material.

Salas, Antonio. La Biblia hoy: temas introductorios. Madrid: Ediciones Paulinas, 1992. 159 pp. El capítulo 7 es el que nos interesa en esta sección: «El AT: aplicaciones para el creyente de hoy» (pp. 121-136).

Wijngaards, John N. M. Comunicar la palabra de Dios: predicación y catequesis bíblicas. Estella: Editorial Verbo Divino, 1988. 224 pp. Excelente libro para todo aquel que desee familiarizarse y entrar en el mundo de la proclamación contemporánea de las Sagradas Escrituras. La primera parte trata de la teoría sobre el tema; la segunda, de las técnicas de presentación.

Weber, Hans-Ruedi. El libro que me lee: Manual para formadores en el estudio de la Biblia. Santander: Sal Terrae, 1996. 110 pp. El autor fue por muchos años el encargado de desarrollar métodos creativos y pertinentes de estudio bíblico en el Concilio Mundial de Iglesias. Este pequeño libro resume lo mejor de sus ideas para el estudio contemporáneo de la Biblia.

Modelos de proclamación e historias de la vida

Boff, Leonardo. Brasas bajo las cenizas: historias anticotidianas del mundo y de Dios. México: Ediciones Dabar, 1997. 107 pp. El lector se sorprenderá al encontrar profundos pensamientos teológicos en esta serie de relatos de la vida cotidiana. Las historias que aquí se presentan son excelentes ayudas para la actualización del mensaje bíblico.

Pagán, Samuel. Púlpito, teología y esperanza. Miami: Editorial Caribe, 1988. 146 pp. Varios de los sermones en este libro se basan en textos del AT. El autor hace uso de la literatura hispanoamericana, de su propia poesía y de la vida de grandes personajes de la actualidad.

Rad, Gerhard von. Sermones. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1975. 195 pp. La mayor cantidad de sermones en este libro son tomados del AT.

Sáenz Uranga, José Ramón. Pequeñas sorpresas bíblicas: leyendas del buenazo de Yavé. Madrid: Ediciones Paulinas, 1988. 195 pp. El autor presenta trece exposiciones bíblicas en forma de cuentos o novelas cortas.

Sölle, Dorothee. Dios en la basura: Otro «descubrimiento» de América Latina. Estella: Editorial Verbo Divino, 1993. 160 pp. Una serie de relatos verídicos recopilados por la autora durante su recorrido por América Latina en el contexto de los 500 años de la presencia europea en nuestro continente. Excelente recurso para la lectura de la Biblia desde la situación de nuestro pueblo.

Theissen, Gerd. La puerta abierta: variaciones bíblicas para la predicación. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1993. 200 pp. Otro excelente recurso para la lectura de textos bíblicos desde nuestro «aquí y ahora».

Tillich, Paul. Se conmueven los cimientos de la tierra. Esplugues de Llobregat: Ediciones Ariel, 1968. 294. Este es un libro de sermones que siempre me ha encantado leer y releer. Aquí el teólogo sistemático, difícil de entender en sus obras clásicas, se revela como un excelente comunicador y maestro de la predicación.

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Notas y referencias

1George Ernest Wright, El Dios que actúa: Teología bíblica como narración (Madrid: Ediciones Fax, 1974), p. 48; Walter Brueggemann, The Bible Makes Sense (Atlanta:  John Knox Press, 1977), p. 32.
2Brueggemann, pp. 32-33.
3Brueggemann, p. 30
4Carlos Mesters, Flor sin defensa. Una explicación de la Biblia a partir del pueblo
(Bogotá: CLAR, 1987), pp. 39-40.
5The Bible Makes Sense, pp. 17-18.
6Samuel Silva Gotay, El pensamiento cristiano revolucionario en América Latina y el Caribe (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1981), p. 99
7El artículo de Elizabeth Achtemeier, “From Exegesis to Proclamation” en Studies in Old Testament Theology (Editado por Robert L. Hubbard, Jr. y otros, Dallas: Word Publishing, 1992), pp. 47-61, presenta varias sugerencias al respecto.
8Wijngaardas, p. 68.
9Wilhelm Egger, Lecturas del Nuevo Testamento (Estella: Editorial Verbo Divino, 1990), p. 255.
10Lo que sigue se ha informado de la obra citada en la nota anterior, pp. 255-270.
11Transforming Bible Study (Nashville: Abingdon Press, 1980), pp. 128-152. Véase también, Lecturas del Nuevo Testamento, pp. 267-268
12Carlos Mesters, Flor sin defensa, p. 36. El énfasis es mío.
13Flor sin defensa, p. 35.

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