Cuando en Génesis leemos la historia de la creación de los cielos y la tierra y, más específicamente, de la creación de Adán y Eva, debemos responder a la pregunta de si Adán y Eva fueron, en efecto, personas reales, o si solo se trata de personajes simbólicos que únicamente tenían la función de explicar algo muy difícil de comprender, especialmente en los tiempos en que se escribió el Pentateuco.
Para todos los que creemos en la inerrancia y confiabilidad de las Escrituras la respuesta es muy sencilla: ¡claro que fueron personas reales! No aceptar el relato bíblico de la historicidad de Adán y Eva tiene consecuencias teológicas y científicas.
Desde el punto de vista teológico, negar la existencia de Adán y Eva como dos personas históricas tiene implicaciones importantísimas, pues si Adán y Eva no fueron personas reales quedaría completamente desvirtuado todo el concepto de la entrada del pecado al mundo y de la redención. Si todo el relato del árbol del conocimiento de bien y del mal no fuera cierto, Génesis 3.15 no tendría ningún valor, y la misma cruz de Cristo quedaría completamente desvirtuada. En palabras del apóstol Pablo: «Vana es entonces la fe».
Ahora bien, más allá de la inerrancia e infalibilidad de las Escrituras, que para el cristiano son suficientes para creer en todo lo que la Biblia dice, ¿hay algún otro elemento o argumento científico que nos permita decir que sí hubo un hombre y una mujer de donde surgió toda la población humana?
La ciencia ha descubierto que en cada ser humano hay pruebas concretas de la existencia real de dos personas —un hombre y una mujer— de los cuales desciende toda la población humana.
Veamos primero lo que se conoce como el Adán cromosómico o Adán cromosómico-Y. Según la genética poblacional humana del cromosoma «Y», el Adán cromosómico es un hombre que corresponde al ancestro común más reciente humano masculino que poseía el cromosoma «Y» y del cual descienden todos los cromosomas «Y» de la población humana. Este cromosoma se recibe solo del hombre y puede ser rastreado hacia el pasado hasta llegar a un solo hombre del cual descienden todos los cromosomas «Y» de la población humana. ¿Qué dice la ciencia al respecto de Adán? Que sí hubo un hombre que fue el predecesor de toda la población masculina.
¿Qué podemos decir de la historicidad y comprobación científica de Eva? De manera similar a lo que vimos con respecto al Adán cromosómico, existe lo que hoy se conoce popularmente como la Eva mitocondrial, que se refiere a una sola mujer que corresponde al ancestro común femenino que poseía las mitocondrias de las cuales descienden todas las mitocondrias de la población humana. El cromosoma mitocondrial es un cromosoma que solo es aportado por la mujer y que puede rastrearse hacia el pasado hasta esa sola mujer de donde toda la población humana lo recibe. Al seguir la línea genealógica por vía materna de cada persona en el árbol genealógico de toda la humanidad, la Eva mitocondrial correspondería a un antepasado femenino común, compartida por toda la población de seres humanos.
Una comparación del ADN mitocondrial de distintas etnias de diferentes regiones sugiere que todas las secuencias de este ADN tienen envoltura molecular en una secuencia ancestral común. Dado que el genoma mitocondrial solo puede obtenerse de la madre, estos hallazgos muestran que todos los seres humanos tenemos una ascendente femenina común por vía puramente materna.
Ahora bien, es claro que no podemos comprobar científicamente que hubo un hombre llamado Adán y una mujer llamada Eva de quienes surge toda la población humana. Sin embargo, sí podemos afirmar que la existencia histórica de un primer hombre y de una primera mujer está apoyada no solo por el relato bíblico, sino también por los descubrimientos científicos que no hacen otra cosa que certificar, una vez más, la veracidad de la Palabra de Dios.
Entonces, la Biblia viene nuevamente en ayuda de la ciencia, para proveerles identidad a ese primer hombre y esa primera mujer: Adán y Eva, nombres dados en relación a su función existencial. Adán significa «tierra» o «tomado de la tierra» y Eva «vida» o «que da vida», porque «ella fue la madre de todos los vivientes» (Gn 3.20).
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