«La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto.» (Salmos 25.14)
¡Qué alivio es encontrar una de esas máquinas expendedoras de refrescos durante el calor del verano! Allí están, listas para servirnos nuestra bebida favorita apenas hayamos ingresado el dinero y presionado el botón indicado.

Quizás alguna vez sintamos la tentación de relacionarnos con Dios de la misma manera. Como si fuera una transacción en la que depositamos una oración y a cambio recibimos la bendición. ¡Pero no funciona de esa manera!
La Biblia está llena de historias que muestran a Dios como nuestro Creador en busca de una relación profunda, de amor y amistad con los seres humanos. Promete su bendición y ayuda a quienes le entregan su vida y hacen todo lo posible por seguir sus enseñanzas. ¡Un Dios cercano y personal!
¡Porque orar significa mucho más que presentar una lista de peticiones y dominar alguna clase de técnica para recibir lo que tanto deseamos!
La oración es pasar tiempo con Dios. Hablar con él, contarle lo que pensamos, expresarle nuestros sentimientos, y dejar que nos abrace con su amor. Por supuesto que hay un momento para pedirle lo que necesitamos, pero no como si se tratara de una máquina expendedora de bendiciones, sino como quien se acerca a su Padre en la confianza que da el hecho de ser su hijo.
Sumérgete: ¿Cómo oramos? ¿Nuestras oraciones son listas interminables de pedidos? En este instante apartemos un tiempo para orar y, antes de las peticiones, dediquemos unos minutos para agradecerle a Dios y decirle cuánto lo amamos.