Etapas que se completan. Actividades que concluyen. Situaciones que se terminan. ¡La vida es un ciclo que se mueve al ritmo de comienzos y finales!
Cuando leemos una novela sabemos que la historia concluirá en la página final. Cuando escuchamos una canción sabemos que se terminará al sonar la última nota. Salimos de viaje, sabemos que la travesía finalizará al llegar a destino. Comenzamos la escuela o la universidad y sabemos que tarde o temprano llegará el momento de la graduación.
Pasa en el amor: conocemos a una persona, comenzamos una amistad, luego empieza el noviazgo y, si todo sigue bien, iniciamos la vida matrimonial.
Ocurre en el crecimiento: primero somos niños, luego adolescentes, después llega la juventud, más tarde la vida adulta, y al final los días de la ancianidad.
Sucede en el desarrollo espiritual: nacemos de nuevo al confiar en Jesús como nuestro Señor y Salvador, aprendemos a dar los primeros pasos en la fe al leer la Biblia cada día y hablar con él en oración, y profundizamos nuestro compromiso mediante un proceso en el que abandonamos las malas actitudes y los pecados y los reemplazamos por todo aquello que Dios desea de nosotros.
«Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante.» (Filipenses 3.13)
La vida se transforma en un desafío permanente para nuestra fe. Permitamos que Jesús nos guíe en cada etapa y aprendamos a caminar en un proceso continuo caracterizado por finales y comienzos que nos ayudarán a crecer.
Sumérgete: Dejemos a un lado todo lo que estorba nuestro desarrollo como seguidores de Jesús: actitudes y pensamientos negativos, sentimientos inestables, amistades que nos llevan por mal camino. ¡Iniciemos lo que de veras importa en la vida!
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