Francisco G. Penzotti – Colportor por excelencia

Francisco G. Penzotti – Colportor por excelencia

No hubo semejante, ni como evangelista ni como colportor de la Biblia, en toda la historia del evangelio en América Latina 

A fines de 1800, en la católica ciudad de Arequipa, Perú, un hombre va de puerta en puerta ofreciendo ejemplares de las Sagradas Escrituras. 

De repente se cruza con el obispo. Este, al saber que un «hereje» tiene la osadía de distribuir la «Biblia protestante», se encoleriza, y llamando a un vigilante, le ordena apresar al vendedor, quien es llevado a la intendencia. Allí el obispo lo denuncia como «propagandista audaz de libros inmorales y corruptos». Sin escuchar razones, el intendente ordena encerrarlo en un calabozo inmundo. 

En la cárcel, día tras día, habla y canta del amor de Dios, mientras ora por aquellos hombres cuyas vidas están llenas de amargura indecible. 

Una noche, ocurre un violento terremoto que espanta a la ciudad e infunde un pavoroso miedo entre los presos y sus guardianes. Pero el preso del Señor se mantiene sereno. Se oye su voz calmando con palabras amables y alentadoras —tanto a los reos como a los soldados. A la mañana siguiente todos comentan entre sí el comportamiento ejemplar y cristiano del prisionero. Ciertamente es un hombre de valor excepcional. 

Tres semanas después, el mismo intendente, que tan altaneramente lo mandó al calabozo, se presenta y comunica al valiente prisionero, que ha recibido un telegrama del presidente de la República ordenando su inmediata libertad. El mensaje decía: «Vaya usted personalmente a sacar de la prisión a ese caballero». 

Al salir libre no pocos prisioneros derraman lágrimas despidiéndose del hombre que iluminó sus tinieblas con la luz del evangelio. 

Esta historia, narrada muy bien por Aarón Espinoza, deja ver, aunque sea someramente, algo de la persona en cuestión. 

¿Quién es este prisionero extraordinario? ¿Quién es este propagandista audaz y famoso? Es Francisco G. Penzotti, un cristiano autodidacta, predicador elocuente, incansable y valiente distribuidor de la Biblia por casi todos los países de la América Latina. 

De los Alpes a la rivera del Río de la Plata 

Francisco G. Penzotti nació en el pueblo de Chiavenne, situado en los Alpes de Italia, el 26 de septiembre de 1851. 

Perdió a su padre a los seis años; su madre era una mujer muy católica. El cura de la parroquia se encargó de educarlo. Penzotti se hizo monaguillo y ayudaba a su párroco protector. 

En 1864, cuando tenía 13 años de edad, Penzotti fue invitado por su cuñada a Montevideo, Uruguay. Allí aprendió el español y la carpintería. Pronto tuvo su propio taller. A los 19 años se enamoró de una joven llamada Josefa, con quien se casó. 

Muy pronto se reúne con amigos parranderos, que lo invitan a los sitios de diversión. Una noche, en uno de esos cafés frecuentados por gente viciosa, un hombre le entregó un evangelio según San Juan. Penzotti lo leyó con interés. Tenía ya 24 años de edad. 

Uno de sus amigos llevó a Penzotti a la iglesia metodista. Predicaba el misionero Juan Thompson, que venía de Buenos Aires y daba una serie de cultos. Josefa, la esposa de Penzotti, se convirtió al evangelio. 

Francisco seguía siendo católico romano. Sin embargo, los sermones que le oyó a Thompson lo llevaron a una profunda crisis espiritual. Culminó con su entrega a Cristo cuando dos misioneros, el Rev. Milne y el Dr. Wood, le hablaron del Cristo Salvador. 

Francisco Penzotti fue, desde su conversión, un activo propagandista del evangelio. Leía mucho la Biblia y otros libros cristianos. Tomaba folletos de propaganda y evangelios, y los repartía por las casas hablándole a todo el mundo de la fe cristiana. 

Los curas se enteraron de la actividad de Penzotti en Montevideo. Difamaron su nombre y pagaron a un individuo malvado para que por la noche prendiera fuego a su taller de carpintería. Esto le dio más tiempo al creyente para evangelizar. Aceptó el llamado de los cristianos de la Colonia Valdense de la Villa de La Paz. Como pastor, los atendía con mucha fe y consagración. 

Dos años después, estuvo en Argentina. Ya su fama como predicador elocuente había llegado a ese país. Distintas iglesias lo invitaron a predicar. La Junta Metodista comprendió que mejor sería tener a Penzotti como evangelista y no como pastor. 

Evangelizó el centro y sur de América 

En 1883, Penzotti y Gondolfo salieron en una gira de dieciocho meses. Habiendo predicado en el norte de Argentina, penetraron en Bolivia y llegaron hasta Chile. Meses después, Penzotti emprendió su segundo viaje misionero. Duró 13 meses y fue a los pueblos que había visitado en su gira anterior y muchos otros. 

Caminaron por estrechos senderos en las empinadas montañas de los Andes, entre picos nevados, predicando en cada pueblo que visitaban. Enfermó al extremo de llegar a Montevideo, sumamente débil. Pero al enterarse los valdenses y metodistas de su extensa gira, las distintas congregaciones querían oírlo. 

Penzotti no descansaba. Iba de un lado al otro, narrando todo lo sucedido en su segunda gira evangelística. 

El hermano Milne, secretario de la Sociedad Bíblica, tenía que viajar a Inglaterra y lo invitó a que lo acompañara. Durante la travesía de dos meses en barco, se repuso totalmente. Milne y Penzotti visitaron muchas iglesias cristianas de Inglaterra, exponiendo la gran necesidad de obreros consagrados a la evangelización de América Latina. 

Al regresar, los dos predicadores emprendieron una gran gira evangelística visitando las islas de Barbados, Curazao, Trinidad, pasando luego por Venezuela. 

Allí, Penzotti y Milne sufrieron persecución, no solo en la Guaira, una ciudad de la costa, sino en Caracas, capital de la república venezolana. Sin embargo, continuaron visitando Puerto Cabello, Maracaibo, etc., vendiendo Biblias y predicando el evangelio sin intimidarse por la persecución. 

De Venezuela pasaron a Colombia. En Barranquilla, Milne enfermó. Penzotti siguió a Panamá y recorrió los 80 kilómetros que separan el Atlántico del Pacífico, distribuyendo Biblias durante más de dos meses. La gira continuó, primero por el río Magdalena, y luego a lomo de mula hasta Bogotá. 

El incansable distribuidor de Biblias 

En 1887, la Sociedad Bíblica Americana nombra a Penzotti su agente en la costa del Pacífico, zona comprendida entre Ecuador, Bolivia, Perú, y Chile. Por tanto, se mudó con su familia a la ciudad del Callao, Perú. Al año, los cultos eran sumamente numerosos. Había, además, seis distribuidores de Biblias en la ciudad. 

En julio, Penzotti fue a prisión de nuevo, por orden de un juez llamado Porras. Lo metieron en una fría y húmeda celda, que pocos resistían sin enfermar y morir. 

Algunos días después, en todo Perú, se produjo un movimiento inusitado, dividiéndose la opinión, a favor y en contra del prisionero. Por todas partes aparecían carteles a favor o en contra. 

Penzotti se volvió un personaje popular en todo el país. Porras comprendió que el prisionero sería absuelto y entonces apeló a demoras innecesarias para ver si de esa manera Penzotti, en aquel húmedo calabozo, enfermaba y moría. 

El pueblo se indignó más con las dilaciones del juicio pendiente. La prensa liberal independiente clamaba por la libertad del misionero metodista. Londres y Washington pidieron informes a sus representantes en Lima, dándoles órdenes terminantes de que auxiliaron a Penzotti en todo cuanto fuese necesario. 

Ocho meses después, el 28 de marzo de 1891, el valiente héroe de Dios, fue puesto en libertad. Una muchedumbre enorme fue a recibirlo en la puerta de la cárcel. 

Instituto Francisco G. Penzotti 

El Instituto Francisco G. Penzotti se fundó en la ciudad de México en 1955. Se llamó así por el ejemplo de este gran siervo de Dios, hombre de gran visión, gran pensador, estudiante de la Biblia, lleno de amor y compasión por las almas y, sobre todo, con un deseo ardiente por llevar la Biblia a todo el pueblo latinoamericano. 

Se cuenta que en una gira por Perú, Penzotti llegó a una aldea donde nadie quiso escucharlo. Deseoso de testificar de Cristo, entró en una cantina. Tampoco allí le prestaron atención. Así que dejó una Biblia sobre una mesa. Unos meses más tarde regresó al mismo poblado. Buscó la cantina. Cuál no fue su sorpresa al ver que el lugar se había convertido en un templo evangélico. ¡El cantinero se convirtió al evangelio leyendo aquella Biblia! 

La Sociedad Misionera Metodista Norteamericana ordenó al doctor Wood que pasara de Montevideo a Perú a encargarse del trabajo organizado por Penzotti. Este continuó su labor de difundir la Biblia en otros países. La Sociedad Bíblica Americana, comprendiendo la buena labor que durante muchos años venía realizando Penzotti en Sur América, lo nombró, en 1902, agente en México y Centro América. Al fallecer Milne, Penzotti fue designado como agente para toda América del Sur. 

Francisco Penzotti, en sus distintas giras por Latinoamérica, vendió personalmente 125 000 libros y, bajo su dirección, se distribuyeron más de 2 000 000 de Biblias, Nuevo Testamentos y Porciones bíblicas. 

El 24 de julio de 1925, Penzotti fue llamado a la presencia del Señor, en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. 

Fuentes: Logoi.org.; Claudio Celada, Un apóstol contemporáneo (La vida de F. G. Penzotti), Editorial “La Aurora”, Buenos Aires, 1945. 

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