«Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.» (Hebreos 10.24-25)

Mariano y Guillermo pensaban que sería fácil encender los carbones, pero al parecer el asunto no era tan sencillo. Como habían dicho que sabían hacerlo, ambos fueron designados para preparar el fuego y cocinar algunas hamburguesas durante ese día de campo. Sin embargo la espera hacía que los demás comenzaran a impacientarse.
Encendían un sector y todo parecía estar bien… pero después de unos minutos se apagaba. Así lucharon durante media hora hasta que otro muchacho del grupo se acercó y les explicó algo obvio que ninguno de los dos había tenido en cuenta: la clave estaba en encender varios carbones al mismo tiempo y luego cuidar que las brasas permanecieran juntas –¡no dispersas!– para que el fuego durara más.
Aquella anécdota perseguiría a Guillermo y a Mariano por mucho tiempo a través de las bromas de sus amigos. ¡Se habían ofrecido a hacer algo diciendo que sabían y en realidad no era así!
En la vida cristiana pasa lo mismo. Algunas personas creen que pueden crecer en su relación con Dios, aprender lo que él quiere y mantenerse en el camino de Jesús sin la necesidad de integrar una comunidad de fe. Sin embargo, así como las brasas se apagan pronto si están separadas unas de otras, lo mismo les ocurre a quienes creen que pueden seguir a Jesús sin asistir a las reuniones.
¡Dios quiere que vivamos nuestra fe en la iglesia, junto a los hermanos y hermanas en Cristo!
Sumérgete: Tratemos de reunirnos todas las semanas en una iglesia cristiana. Es muy importante que encontremos un sitio en donde se enseñe la Biblia y nos ayuden a conocer a Jesús.
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