¡Gracia sublime!

¡Gracia sublime!

John Newton fue un hombre de Dios, conferencista, evangelista y pastor de diferentes iglesias por más de 40 años y, por supuesto, el autor de «Amazing Grace» (Gracia sublime); sin duda uno de los himnos más conocidos y cantados alrededor del mundo. Un ejemplo de vida, dedicación y fervor por el Señor y su obra. Pero, no siempre fue así.  

Los padres de Newton fueron John Newton, que era marino y que pocas veces estaba en su casa, y de Elizabeth Newton, quien fue una mujer piadosa que lo educó en el camino de salvación, le enseñó la Palabra de Dios abundantemente, así como la importancia de la oración. Asimismo, Elizabeth hacía que su hijo memorizara partes del Catecismo Menor de Westminster, cosa que este hacía con placer. 

Lamentablemente, su madre padecía una enfermedad que afectaba sus pulmones y respiración y, cuando John tenía 6 años, una prima de su madre la llevó a una zona cercana al mar, con la intención de que mejorara su condición y pudiera respirar mejor, pero aquella fue la última vez que vio a su madre, quien al poco tiempo murió. John quedó al cuidado del pastor David Jennings, quien lo trataba con cariño, aunque no era su familia. 

Si bien los primeros seis años de vida de John fueron felices al lado de su madre, y con una clara educación cristiana, poco a poco, su vida fue dando un giro.  

Cuando su padre volvió de su último viaje y supo que su esposa había muerto, llevó a John a vivir con él. Sin embargo, al poco tiempo se casó con otra mujer, que pasó a ser la madrastra de John, aunque nunca le mostró el cariño y la atención que recibía de su madre.  

Con el tiempo, las enseñanzas de su madre se fueron opacando y, en su lugar, otros intereses comenzaron a ocupar su vida. Aun cuando él siempre quiso ser maestro, y su padre lo envió a un colegio ni bien se casó con su nueva esposa, John no tuvo el tiempo suficiente como para aprender lo necesario para ser maestro. 

Cuando terminó los primeros años de escuela, su padre decidió que era suficiente estudio y lo llevó de vuelta a casa de su madrastra, para que ayudara en los quehaceres domésticos y de la granja. 

Después de perder toda esperanza de ser maestro, John se dio cuenta de que le gustaría ser marino, como su padre y, para su sorpresa, su padre pensaba lo mismo, así que lo llevó como aprendiz de marinero en algunos de sus viajes. Así comenzó, John, su carrera como marinero, hasta que finalmente y después de mucho esfuerzo, llegó a ser capitán de un barco.  

La vida y las malas compañías hicieron que, paulatinamente, se olvidara de las enseñanzas piadosas de su madre y, en su lugar, comenzara a vivir una vida de pecados y obscenidades. John se había convertido en un marino hecho y derecho, y había copiado el lenguaje soez de los marineros en aquellos tiempos. Su corazón se había oscurecido, y John buscaba ser un hombre rico, sin importarle a quien debía pisar en el proceso. Finalmente, se convirtió en capitán de un barco que transportaba esclavos desde África a Norteamérica. Toda su impiedad fue claramente notoria mientras transportaba a esos esclavos. Pero su vida daría un cambio rotundo. 

Aunque John había dejado atrás las enseñanzas bíblicas de su madre, las oraciones y al Señor, Dios no se había olvidado de él. Poco a poco, las «casualidades de la vida» fueron alejándolo de los barcos y acercándolo más y más a la vida religiosa de Inglaterra. A pesar de que, al principio, John no tenía intención de acercarse a Dios, poco a poco, las cosas fueron mostrándole un camino distinto al que estaba llevando. Finalmente, con la ayuda de Dios, John comenzó a recordar su infancia y las enseñanzas piadosas de su madre, y el Señor fue cambiando su vida en cada una de las áreas.  

A principios de abril de 1764, John fue convocado por el obispo de Chester y fue ordenado pastor ese mismo mes. Por más de 40 años, John fue pastor de varias congregaciones.  

De esclavista a abolicionista 

Aunque su vida había dado un vuelco completo, John no podía olvidar sus días de esclavista, y eso lo mortificaba. Él sabía que había sido cruel con muchos esclavos —así como con la tripulación que lideraba. Además, a esa altura ya estaba convencido de que la esclavitud era algo terrible, aunque fuera un gran negocio para Gran Bretaña.  

Por sus predicaciones y estudios bíblicos John se había hecho famoso en muchos lados. Así fue que una noche se encontró a solas y en secreto con William Wilberforce, miembro del Parlamento, pues este quería conversar con él acerca de su propia fe y de su tarea en el Parlamento, pues Wilberforce consideraba que su fe y su tarea política no eran compatibles. Debía dejar una de las dos, y había decidido que fuera el Parlamento. 

Sin embargo, John le aconsejó seguir en el Parlamento y presentar leyes que honraran el nombre de Dios. William siguió su consejo, y se convirtió en un miembro destacado del Parlamento que defendía la justicia y la equidad, dando claras muestras de su fe. Eso le permitió presentar tres veces una ley para abolir la esclavitud. Aunque en Inglaterra no había esclavos desde 1722, el imperio seguía comerciando con esclavos, que vendía en Norteamérica. Las ganancias de ese «negocio» constituían la mayor parte de los ingresos del país. Debido a eso, las leyes que prohibían esa infame actividad se demoraron muchos años en salir. Sin embargo, el 25 de mayo de 1807, la Cámara de los comunes y la Cámara de los lores aprobaron la ley que acababa con el comercio de esclavos. 

Ese mismo año, el 21 de diciembre, John Newton falleció. Su vida había cambiado profundamente y su ministerio había marcado un antes y un después en muchos lugares y en muchas vidas en aquellos años. 

Para ese entonces, John era un hombre anciano, con una salud resquebrajada. Poco antes de morir, a la edad de 82 años, John se encontró con un viejo amigo al que le costaba recordar. John se disculpó diciendo: «Casi he perdido la memoria, pero recuerdo dos cosas: “Que soy un gran pecador y que Cristo es un gran Salvador”». 

Para terminar este muy corto relato de la vida de John Newton, recordemos las primeras estrofas de «Amazing Grace» (Sublime gracia). 

Sublime gracia del Señor 
Que a un infeliz salvó 
Fui ciego mas hoy veo yo 
Perdido y él me halló 

Su gracia me enseñó a temer 
Mis dudas ahuyentó 
Oh, cuán precioso fue a mi ser 
Cuando él me transformó

Que estas palabras también sean una canción que parta de nuestro corazón. 

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