«Oye, hijo mío, y sé sabio, y endereza tu corazón al camino.» (Proverbios 23.19)

La alarma sonó en medio de la noche y los vecinos de la fábrica se despertaron sobresaltados. ¡Aquel sonido era insoportable! ¡Nadie podía dormir!
La policía llegó al mismo tiempo que el dueño del lugar. Cuando lograron entrar, hallaron todo desparramado: había papeles en el piso, los cajones de los escritorios estaban abiertos y las puertas de las oficinas habían sido forzadas.
Al parecer, la alarma se activó cuando unos intrusos rompieron un ventanal y entonces, cuando comenzó a sonar, huyeron antes de que los atraparan.
En la vida pasa algo similar: hay situaciones, palabras y actitudes que sirven como «alarmas» para indicarnos que algo no anda bien. Puede ser el consejo de nuestros padres, el reproche de un amigo, nuestra propia conciencia, un versículo de la Biblia, cierta conducta reiterada en la persona que amamos, nuestra salud, una calificación baja en los estudios, etc.
Sería muy tonto instalar una alarma en una fábrica o en un automóvil y no hacerle caso cuando sonara. Igual de tonto sería ignorar las «alarmas» que se activan en nuestras vidas y desaprovechar la oportunidad de corregir errores, cambiar de rumbo y tomar buenas decisiones.
Aprendamos a «escuchar» las «alarmas.» ¡No permitamos que nadie nos robe los sueños ni la alegría de vivir!
Sumérgete: ¿Está sonando alguna «alarma» en tu vida en este momento? Prestemos mucha atención y actuemos con firmeza para remediar lo que pudiera ser dañado.