Intentar

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«La esperanza que se demora es tormento del corazón; pero árbol de vida es el deseo cumplido.» (Proverbios 13.12)

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Imagen provista por unsplash.com/@craftedbygc

Rolando volvió a insistir: «¡Lo intenté mil veces y sé que no se puede! ¿Quién te crees que eres para lograr un cambio? ¡No pierdas el tiempo, jovencito!»

Una mezcla de emociones daba vueltas por la mente de Francisco. ¡Quería responder y decirle todo lo que sentía! Sin embargo, un poco por respeto a las personas mayores que estaban en la sala y otro tanto por prudencia, esperó unos minutos para expresar lo que pensaba.

«Rolando, valoro muchísimo su experiencia y todo lo que usted ha hecho hasta aquí»—, dijo en forma pausada pero con tono firme, —«Ahora, por favor, no frustre mi deseo de ayudar y permítame intentarlo.»

Pasó casi un año desde aquella reunión hasta la concreción del proyecto. Francisco, finalmente, demostró que tenía razón: su esmero, capacidad y pasión lograron lo que para los demás había sido imposible.

En distintas áreas y espacios de trabajo es habitual que los adultos subestimen a los adolescentes y jóvenes. Como si no tuviéramos nada valioso que aportar. Y entonces, llega la tentación de hacerles caso y ni siquiera intentar cambiar la situación.

¡No permitamos que nadie nos subestime! Por supuesto, que el respeto y la valoración de los demás siempre sean parte de nuestro trato hacia la gente. Pero si nuestras convicciones y nuestra capacidad nos llevan a creer que podemos hacer un aporte significativo, ¡hagamos el intento con amor, valentía y constancia!

Sumérgete: Si mantenemos la humildad, el deseo permanente de aprender y la disposición de servir a los demás, Dios nos ayudará a lograr grandes proyectos y emprendimientos.

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