«Arroz con leche me quiero casar con una señorita de San Nicolás.
Que sepa coser que sepa bordar que sepa abrir la puerta para ir a jugar».
¿Cómo se interpreta una canción así? ¿Qué preguntas tenemos que hacernos? ¿Qué preguntas tenemos que hacerle a la poesía? ¿Qué información podemos extraer de la poesía en sí? Y finalmente, ¿qué criterios de interpretación podemos usar?
Por Esteban Voth
Hagamos un primer intento de interpretar o de entender esta canción. En primer lugar veamos qué información comprendemos, al menos inicialmente. “Arroz con leche” en general es considerado un postre. Podemos inferir, una expresión de deseo en cuanto a contraer matrimonio. ¿Qué podemos saber del hombre que expresa este deseo? Pareciera que le gustan las mujeres “domésticas.” La señorita en cuestión debe provenir de un lugar llamado San Nicolás. ¿Será que a este hombre le gustan más las mujeres del “interior del país” y no las de las grandes capitales del continente? Tal señorita debe reunir ciertas condiciones y tener ciertas cualidades para ser candidata al matrimonio para quien canta la canción. Ella debe saber cómo coser. Saber coser, puede que signifique saber hacer ropa, es decir, poder armar una pollera, un pantalón, o una camisa. O simplemente puede referirse a poder “pegar un botón” y arreglar una costura de una prenda que está descosida. También se le exige a esta señorita que sepa bordar. Pero, no sabemos si se refiere a bordar a mano o con una máquina. Es decir, este hombre aprecia la belleza de los bordados, pero a la vez uno puede considerarlo un tanto utilitario.

Finalmente, cuando leemos las últimas dos líneas, podemos interpretar literal o figuradamente. Si optamos por lo literal, nos hacemos una imagen de una puerta de una casa cualquiera. Esta puerta quizá se abre a un jardín o a un patio o a un lugar donde se pueda jugar. La canción no especifica qué tipo de juego. Si en cambio nos damos la libertad de interpretar en forma figurada, podemos sugerir que estas dos líneas se refieren a la disposición general de una señorita. Dicha disposición debe ser una que esté abierta a la posibilidad de incorporar a la vida, a las responsabilidades, el deseo y la libertad de jugar, de divertirse, de no tomar todo “tan en serio.”
Toda esta información la podemos extraer del poema en base al texto en sí y en base a ciertos preconceptos o suposiciones que cada uno de nosotros manejamos. Pero el proceso interpretativo no debe conformarse con este nivel de información ni de suposición. Esta canción nos servirá de base para ir descubriendo otros pasos a seguir para interpretar un texto literario. Al acercarnos a esta poesía, son muchos los interrogantes que aún quedan por contestar. En primer lugar, ¿quién compuso esta canción? A simple vista no hay nada en el texto en sí que nos daría alguna pista acerca de quién fue el/la autor/a. No obstante, un factor (pero no el único, ni excluyente) que nos puede ayudar a la comprensión de la obra es saber algo de su autor.
También debemos preguntar ¿cuándo y dónde se compuso? Para acercarnos a la intención original del autor al componer esta canción, es importante saber el momento histórico en el cual estaba el/la autor/a cuando se sentó a escribir. Además, el lugar geográfico juega un papel importante como contexto, como “lugar” desde el cual se compone. ¿Qué pasaba en el mundo, en el país, en la provincia, en el barrio donde estaba situado el/la autor/a? ¿En qué cultura vivía? En otras palabras, es de sumo valor para la interpretación el intento de ubicarnos en el tiempo y el espacio no solamente del texto sino de quien compuso el texto. Ahora bien, esto no siempre es posible, y de no ser posible, esto no implica que el ejercicio de interpretación no se pueda llevar a cabo. Como veremos más adelante, en artículos posteriores, la interpretación se da en diversos niveles y con resultados diversos. Pero, cuanta más información tengamos al acercarnos a un texto, más confianza tendremos en todo el proceso de interpretación.
Pues bien, sigamos con las preguntas. ¿Qué tipo de texto tenemos entre manos? ¿Es un documento histórico, es un documento legal, es una genealogía, es una poesía, es un cuento, es una novela, etc.? Cada texto pertenece a un determinado tipo de literatura. Estos diferentes tipos de literatura se llaman “géneros literarios.” Para que el proceso interpretativo se lleve a cabo bajo ciertos criterios “científicos,” es necesario en la medida de lo posible discernir el “género literario” del texto en cuestión. Por ejemplo, uno no lee “el diario” de todos los días de la misma manera que una obra de Jorge Luis Borges o de Mario Benedetti. De la misma manera, uno no lee ni interpreta una novela de ciencia ficción y un “comunicado oficial del gobierno de turno” con los mismos “ojos” o criterios. Cada texto debe ubicarse en su justo contexto literario para poder interpretarlo con honestidad y seriedad.
Otro elemento importante a considerar tiene que ver con la audiencia original. ¿Para quién fue escrita esta canción? Dentro de esta pregunta, existen varias posibilidades: edad, sexo, nacionalidad, cultura, posición social, nivel educacional, y otras más. Si cuando leemos e interpretamos un texto podemos saber para quién fue escrito, esto nos ayudará muchísimo en la comprensión del texto. Por ejemplo, no es lo mismo un discurso escrito y proclamado para los obreros de las fábricas metalúrgicas argentinas a uno destinado a los estudiantes de la facultad de medicina en Montevideo. Si bien pueden tener características en común, los destinatarios determinarán mucho del contenido del discurso. Si estos discursos hipotéticos se descubren dentro de mil años en los ficheros de un profesor de comunicaciones del Perú, su correcta interpretación dependerá en parte de si se sabe o no a quienes fueron dirigidos dichos discursos. Esto mismo sucede cuando nos abocamos a la interpretación de esta simple y aparentemente inocente canción.
Pensando aun más en los destinatarios, uno puede investigar acerca de si la intención del autor era de que este poema se leyera, se cantara o simplemente se escuchara. Si los que cantan esta canción, nunca la ven escrita, surge por lo menos una ambigüedad con la palabra “coser,” al menos en Latinoamérica. ¿Será “coser” o “cocer”? El uso del verbo “bordar” en el mismo contexto ¿resuelve la ambigüedad? ¿Será que el autor se vale de un recurso literario como lo es la “ambigüedad intencional”?
Finalmente, es necesario preguntarse cuál fue la intención del autor al componer la canción. ¿Quería transmitir algún mensaje en especial? ¿Cuál fue su intención al mencionar un lugar llamado San Nicolás. ¿Se refiere al pueblo San Nicolás ubicado en la provincia de Buenos Aires en la República Argentina? ¿O es un San Nicolás imaginario, un lugar que tiene como propósito generar otras imágenes? Quizá esta sea la tarea más difícil del intérprete. Si uno no puede preguntarle directamente al autor, ¿qué criterios se pueden utilizar para descubrir la intención original del autor? Estos y muchos más son los interrogantes que nos confrontan cada vez que nos acercamos a un texto literario con el propósito de entenderlo e interpretarlo.
Cuando se interpreta un texto de la Biblia

Al pensar en interpretar un texto de la Biblia, es importante tomar en cuenta todas las preguntas que se han planteado en relación a la interpretación del famoso “Arroz con leche.” Y de esto hablaremos en detalle más adelante. Pero existe una instancia previa al de la formulación de las preguntas, y esa tiene que ver con un análisis personal de cada uno. En principio, sugerimos que una interpretación del texto bíblico o de cualquier texto nunca puede ser absolutamente objetiva. Cada intérprete se acerca a la Biblia desde “un lugar.” Ese lugar tiene que ver con la historia personal de cada uno, la realidad que está viviendo en ese momento y la cultura a la cual pertenece. También hay que tomar en cuenta la ubicación social, sexo, educación, la literatura que lee, y muchos otros factores que influyen en como cada uno de nosotros lee un texto, y en especial un texto bíblico. ¿Por qué decimos “en especial un texto bíblico”? Porque el texto bíblico en sí viene cargado de una serie de presuposiciones que ineludiblemente se deben tomar en cuenta. La Biblia, como documento literario no se auto-presenta como un texto más, como un texto entre muchos. La Biblia, se presenta como “Palabra de Dios.” Como tal, se declara un texto que es “inspirado” por Dios, y por lo tanto “normativo.”
El texto de la Biblia nos llega como un documento autoritativo (esto no es lo mismo que autoritario) que pretende ser la autoridad final sobre el intérprete. Esta auto-definición del texto mismo exige del intérprete una actitud de humildad y de sumisión al texto, lo cual significa que en última instancia la interpretación de ese texto ha de ser siempre subjetiva. El hecho de que sea subjetiva no debe tomarse como algo negativo. Al contrario, es reconocer una realidad, y a partir de ese reconocimiento se pueden tomar pasos para moderar esa subjetividad e intentar una interpretación lo más honesta y objetiva posible.
El primer paso a dar en esta aventura de interpretar un texto tan rico y poderoso como es el de la Biblia, es reconocer la diversidad interna del texto. Esa diversidad se ve en primer lugar en el tiempo que tardó en formarse lo que hoy llamamos La Biblia. Los textos bíblicos fueron compuestos a lo largo de aproximadamente unos 1200 años. El hecho de que la Biblia no haya sido redactada en un año, ni en cinco, ni en diez, hace que el contenido refleje diversas épocas en la historia y distintos momentos históricos. Por lo tanto, una lectura superficial y llana del texto no es aconsejable. La lectura e interpretación de la Biblia deberá sin duda tomar en cuenta la realidad de que este texto sagrado fue compuesto a lo largo de más de un milenio.
El texto bíblico además, exhibe una diversidad de lugares geográficos. La historia del pueblo de Dios se desarrolla a grandes rasgos en Egipto, Palestina, Mesopotamia, y Asia Menor. Esto implica diferentes realidades políticas, culturales, sociales y económicas. Hablar de una cultura bíblica es realmente tener una visión por demás simplista. Por ende, al interpretar un texto de la Biblia será importante discernir, si es posible, su contexto histórico, geográfico, social y cultural. Cada cultura y cada época de dicha cultura vive y se maneja con una cosmovisión y una comprensión de la realidad. Dios se revela en medio de una cultura para que la gente de esa cultura pueda comprender la revelación divina. Es por esto que el contexto histórico-cultural es clave para la interpretación de esa revelación.
También es importante reconocer que en el texto bíblico hay una diversidad de autores, propósitos, destinatarios, agendas teológicas y géneros literarios. Cuanto antes el lector de la Biblia reconozca que la Biblia es una biblioteca de libros con un contenido muy rico, mejor será su acercamiento al texto. Toda esta diversidad requiere del intérprete el desarrollo de herramientas hermenéuticas (interpretativas), ya que tendrá que adaptar su metodología de interpretación a las diferentes formas literarias presentes en el texto bíblico. En la Biblia encontramos relatos, informes, documentos legales, pactos firmados, historia, proverbios, poesía, cartas, parábolas, tratados teológicos, y mucho más. Para cada uno de estos ejemplos presentes en la Biblia debemos adaptar nuestra lectura, nuestra manera de interpretar y así ser más sensibles a la intención de Dios al revelarse por medio de tanta riqueza literaria.
El participar de la aventura interpretativa del texto bíblico será desafiante y a la vez enriquecedora. La Palabra de Dios nunca es insulsa, apática ni indiferente. Siempre es relevante, picante y desafiante. El abordar su interpretación requerirá un delicado equilibrio de ciencia, de arte y de sensibilidad a la voz del Espíritu Santo. La invitación a participar de esta aventura está hecha. Tan sólo falta aceptarla.
Este artículo fue publicado originalmente en la revista Iglesia y Misión.