Jerónimo, ese gran traductor

Jerónimo, ese gran traductor

En su libro sobre la serie de HBO «Los Soprano», Chris Seay señala algo muy interesante sobre Tony, el personaje principal de la serie. Colgada del cuello de Tony hay una cadena de oro con un dije de San Jerónimo. Tony Soprano, a pesar de tener ese dije siempre con él, nunca cambió su vida, y siguió siendo un típico hampón que navegaba entre ser «religioso» y ser asesino. Muy diferente a lo que pasó con Jerónimo.

Jerónimo, ese gran traductor
Imagen: Ayuntamiento de Sevilla-Wikimedia Commons-Public Domain

 

 

 

 

 

 

 

Jerónimo de Estridón,  actual Croacia, nació hacia el 374 d.C. y murió en Belén en el año 420 d.C. en el monasterio donde pasó los últimos treinta años de su vida y donde discipuló a una gran cantidad de monjes y monjas en el camino cristiano.

Jerónimo fue educado por padres cristianos, y bautizado en la fe cristiana unos pocos años después. Si bien se sintió atraído por la vida monástica, alrededor de sus 30 años decidió ir a Oriente, donde se alejó de su religión y tuvo una crisis espiritual, que lo acercó al tipo de vida de Tony Soprano. Pero a diferencia de Tony, Jerónimo tuvo un sueño que cambiaría su vida para siempre.

En el sueño, se veía sentado ante el tribunal de Dios. Dios le preguntó: «¿Quién eres tú?». Jerónimo respondió: «Soy un cristiano». Pero Dios lo corrigió y le dijo: «Tú eres un mentiroso. Tú no eres un cristiano». Al despertarse, Jerónimo tomó el sueño como un mensaje de Dios. Darse cuenta de eso fue doloroso para él, pero cambió su vida por completo.

Jerónimo, ese gran traductor
(Vulgata_Sixtina_Public Domain-Wikipedia)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A partir de aquel momento trabajó duro para convertirse en el gran traductor de la Biblia que conocemos hoy. La Vulgata latina fue su obra cumbre. Doctor de la Iglesia, estudió en Roma y dominó a la perfección el latín, el griego, el hebreo y el arameo.

Tras ser ordenado como presbítero en Antioquía, en el año 379, viajó a Constantinopla, y estudió teología durante dos años con el renombrado padre capadocio Gregorio Nacianceno, que en aquel momento era obispo de Constantinopla. Luego regresó a Roma donde formó parte del Concilio reunido por el papa Dámaso, quien le pidió que preparara una nueva traducción de la Biblia al latín. Jerónimo accedió, y tardó veintitrés años en completar la tarea.

Si bien ya circulaban algunas traducciones de la Biblia, Jerónimo hizo una versión totalmente nueva, utilizando el Nuevo Testamento griego, y el hebreo original del Antiguo Testamento como base para su nueva traducción al latín. La terminó en el año 405. Fue una enorme obra de erudición, a la que se le llamó Vulgata, y pronto se convirtió en la traducción aceptada de la Biblia en el mundo occidental de habla latina, una posición que mantuvo hasta la Reforma del siglo XVI. (Vulgata procede del término latino para «común» —la Biblia común, es decir, aquella de uso común).

Su conocimiento del hebreo, le permitió comprender algo importante respecto a las Escrituras del Antiguo Testamento. Se dio cuenta de que la traducción griega del Antiguo Testamento, la Septuaginta, contenía ciertos libros que no se hallaban en el AT hebreo. Como mayormente los cristianos no sabían hebreo, y muchos hablaban griego, la iglesia usaba la Septuaginta en su adoración, su estudio y su predicación.

Jerónimo argumentó que los cristianos solo debían aceptar los libros que los judíos incluyeron en el AT hebreo. La Iglesia denominó apócrifos a estos libros adicionales, que es la traducción griega para «cosas ocultas» (esto se refiere a que los libros apócrifos no se leían en la adoración pública, porque la Iglesia no consideraba que estuvieran al mismo nivel del resto de las Escrituras).

Jerónimo, ese gran traductor
Bern,_Burgerbibliothek,_Cod._85,_f._52r_–_Biblia_Latina_(Vulgata_Evangelia-Imagen- Wikipedia-Public Domain

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El AT que los evangélicos usan hoy es el AT hebreo tal como Jerónimo lo definió. Sin embargo, en el año 1546, el Concilio de Trento decretó que los apócrifos eran de inspiración divina y que formaban parte del AT. (Antes de las tormentas de la Reforma, la Iglesia Occidental de la Edad Media no poseía una clara visión definida del canon del AT; distintos teólogos argumentaron a favor de posturas diferentes).

La Iglesia Ortodoxa Oriental no ha alcanzado nunca un consenso universalmente aceptado sobre este asunto; en la actualidad, los teólogos ortodoxos griegos aceptan los apócrifos como inspirados, mientras que muchos ortodoxos rusos los consideran instructivos y edificantes para los cristianos, pero no al mismo nivel que las Escrituras como fuente de enseñanza.

Mientras estuvo en Roma, Jerónimo ganó a muchos miembros de la aristocracia romana, para que practicaran la vida monástica. Los paganos estaban asombrados de ver a estos eminentes personajes de la nobleza repartir toda su fortuna a los pobres y transformar sus magníficas casas señoriales en humildes monasterios.

Desde el año 386, Jerónimo vivió el resto de su vida en un monasterio de Belén, escribiendo y enseñando constantemente a los demás monjes. Abrió una escuela para los niños del vecindario. Produjo muchos comentarios académicos sobre los distintos libros de la Biblia, y tradujo al latín numerosos escritos teológicos griegos de importancia.

Jerónimo murió en Belén, enfermo y casi ciego, en el año 420. Su fama y su influencia entre los cristianos occidentales durante toda la Edad Media solo fueron superadas por las de Agustín de Hipona.

Hoy, 30 de setiembre, se celebra la vida y la obra de este gran traductor bíblico, que quedó para siempre en la historia de las traducciones bíblicas.

 

1 comentario en “Jerónimo, ese gran traductor”

  1. MANUEL DOMÍNGO GAMBOA MOSQUERA

    Qué bendición tener para nosotros hoy la Biblia en distintos formatos. Quizá sea costoso, pero sería muy bueno hacer popular la Biblia en los idiomas hebreo, griego y latín (Tanak, Septuaginta y Vulgata) y/para motivar más a su estudio. Bendiciones para todos.

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