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John Harper y su pasión por evangelizar

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 John Harper nació el 29 de mayo de 1872 en el pueblo de Houston, Renfrewshire, Escocia. Aceptó la fe cristiana a la edad de 14 años, y a los 17 años, comenzó a predicar en las esquinas, en las calles, llamando a las personas al arrepentimiento y a la fe. Se mantuvo haciendo eso por 5 o 6 años. Durante el día trabajaba en un molino, a fin de poder vivir, y en su tiempo libre evangelizaba. Sin duda, tenía una intensa pasión por compartir con otros el mensaje del evangelio.

Se mantenía por sus propios medios haciendo labores manuales en el molino hasta que el pastor bautista E. A. Carter de la Misión Precursora Bautista (Baptist Pioneer Mission) en Inglaterra lo escuchó predicar y lo puso a trabajar en el ministerio en Govan, Escocia. En 1897, se convirtió en el pastor principal de la Iglesia Bautista Camino Cachemira en Glasgow, Escocia. Bajo su cuidado, la iglesia creció rápidamente de 25 miembros a 500. Durante ese tiempo, en 1903, se casó con Annie Leckie Bell (1866-1906), con quien tuvo una hija, Annie Jessie (apodada Nana o Nina, 1906-1986), ​y posteriormente fue nombrado pastor de la Iglesia Bautista en Walworth Road, Londres. 

El celo evangelístico de John Harper llegó a ser tan conocido, tanto en Europa como en Estados Unidos, que en dos ocasiones fue invitado a predicar en la iglesia del conocido evangelista Dwight L. Moody, en Chicago. Harper pasó tres meses ministrando en la iglesia de Moody en Chicago, tiempo durante el cual la iglesia experimentó uno de los avivamientos más maravillosos de su historia. Luego Harper regresó a Gran Bretaña para continuar con su ministerio. 

En el segundo de esos viajes, sucedió un incidente, que luego sería muy famoso, cuyos detalles fueron conocidos, en principio, por el testimonio de su hija Nana, que en ese tiempo tenía 6 años de edad.

Ella recuerda y cuenta, que cuando iban hacia Chicago, cerca de la medianoche, el barco en el que viajaban chocó contra un iceberg, y comenzó a hundirse. Y aunque su padre creía que otro barco los rescataría, como medida de seguridad, Harper puso a su hija en uno de los botes salvavidas, y se la confió a una prima mayor, Jessie Wills Leitch, que iba viajando con ellos providencialmente. Es claro, que esa medida de precaución salvó la vida de su hija. Nana Harper, murió en el año 1986, a la edad de 80 años.

El barco en el que ellos viajaban era el Titanic, que su hundió en el océano Atlántico la noche del 14 de abril de 1912. Los detalles de cómo salvó su vida fueron dados por Nana, cuando contaba los pormenores del trágico evento. La historia de John Harper a bordo del Titanic es narrada en el libro The Titanic´s Last Hero (El último héroe del Titanic), publicado por Moody Adams.

Pero hay algo que Nana no conocería —ni tampoco lo sabríamos nosotros—, a no ser por el testimonio de un joven escocés, que lo compartió en un culto de oración, tiempo después de aquella fatídica noche.

El sobreviviente salvado

Algún tiempo después del incidente del Titanic, un joven escocés llamado Aguilla Webb se puso de pie en una reunión en Hamilton, Canadá, y dio el siguiente testimonio:

«Soy un sobreviviente del Titanic. Cuando estaba a la deriva, solo, agarrado de un pedazo del mástil aquella noche horrible, la marea trajo al señor John Harper cerca de mí, y me dijo: “Hombre, ¿eres salvo?”. “No”, le respondí, “No lo soy”. Él me dijo: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo”. Inmediatamente, las olas volvieron a llevarlo lejos. Poco después, una nueva ola volvió a acercarnos, y Harper volvió a preguntarme: «¿Y ahora eres salvo?» Y yo le respondí: «No. ¡No lo soy!». A lo que Harper volvió a decirme: «Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo». En ese momento, Harper perdió el asidero que lo mantenía a flote, y aquella noche, con 3 mil metros de agua helada bajo mis pies, confié en Cristo como mi Salvador y le entregué mi vida. ¡Yo soy —terminó su testimonio aquel joven— la última persona que Dios alcanzó a través del ministerio de John Harper!».

Dios quería que el increíble testimonio de Webb fuera compartido, pues fue una de las pocas personas que fueron sacadas del agua esa noche para unirse a los sobrevivientes en los botes salvavidas. Antes de desaparecer bajo el mar helado, John Harper compartió, por última vez, el mensaje de salvación. La hija de Harper, de seis años, y su prima llegaron sanas y salvas a Nueva York, rescatadas por el Carpathia, y solo entonces se enteraron de la muerte de su padre y tío. John Harper se hundió bajo las aguas y pasó a la presencia del Señor, a la edad de 39. 

Hasta el final de su vida, John Harper fue dominado por la pasión por compartir con otros el mensaje del evangelio.

Milagrosamente, a punto de morir ahogado, John Harper fue el instrumento para que ese joven escocés pusiera su vida en las manos de Cristo y fuera salvo.

Hoy, más de 100 años después del hundimiento del Titanic, la Iglesia Bautista Harper Memorial en Glasgow, fundada por este gran hombre de Dios y nombrada posteriormente en su honor, aún existe.

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