La ansiedad, un enemigo intangible

La ansiedad, un enemigo intangible

La ansiedad es un enemigo intangible, pues siempre se debe a un temor a algo que podría venir, pero que todavía no llega. Es decir, la ansiedad siempre tiene que ver con el futuro.  

Muchas veces, nuestras vidas se ven condicionadas por supuestos eventos futuros, que podrían llegar o no. 

En contraposición a este temor futuro posible, el apóstol Pablo nos dice en Romanos 15.4: «Las cosas que se escribieron antes —es decir, las Escrituras del Antiguo Testamento—, se escribieron para nuestra enseñanza, a fin de que tengamos esperanza por medio de la consolación de las Escrituras». 

Por otro lado, el profeta Isaías dijo 700 años antes de Pablo: «No tengas miedo, que yo estoy contigo; no te desanimes, que yo soy tu Dios. Yo soy quien te da fuerzas y siempre te ayudaré; siempre te sostendré con mi justiciera mano derecha» (Isaías 41.10). 

¿Qué nos dice Dios respecto a nuestro futuro? «Descansa en mí, no te preocupes. Tu vida, tanto presente como futura, está en mis manos. ¡Yo estoy en control!»

La Palabra de Dios está llena de promesas del cuidado de Dios por sus hijos. Pongamos nuestra carga sobre él y descansemos en sus amorosas manos. 

Para terminar esta pequeña reflexión, permíteme dejarte una hermosa poesía de Rudyard Kipling

¡No desistas!  

Cuando vayan mal las cosas, 
como a veces suelen ir, 

Cuando ofrezca tu camino 
solo cuestas que subir, 

Cuando tengas poco haber 
pero mucho que pagar, 

Y precises sonreír 
aun teniendo que llorar, 

Cuando ya el dolor te agobie 
y no puedas ya sufrir. 

Descansar acaso debas, 
pero nunca desistir. 

Tras la sombra de la duda 
ya plateada, ya sombría, 

Puedas, pues, seguir al triunfo 
no al fracaso que temías, 

Y no es dable a tu ignorancia 
figurarse cuán cercano puede estar  

El bien que anhelas 
y que juzgas tan lejano. 

Lucha, pues, por más que tengas 
en la brega que sufrir. 

Cuando todo está peor, 
¡Más debemos insistir! 

Me atrevo a decir: «¡Amén!». Cuando peor parecen estar las cosas, más tenemos que aferrarnos a las promesas del cuidado de Dios por sus hijos. 

¡Gracias, Señor, por estar siempre pendiente de nosotros! 

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