Si uno analiza el significado de la «fe», pronto se dará cuenta de que la palabra «fe» se ha hecho sinónima de la sustancia de la religión cristiana. Hablamos en forma muy natural de «la fe cristiana», pero otras religiones mundiales no se describen en esa forma, como «la fe budista» o «la fe hindú» o aun «la fe judía». De hecho, la fe no es una doctrina principal en la mayoría de las religiones. Pero la fe es tan particularmente central al cristianismo que puede definir su esencia. ¿Por qué esta diferencia? Porque el cristianismo es fundamentalmente no una ideología o una herencia o una cultura, sino una relación, Y fe es el nombre que se le da a ese proceso por el cual una persona se une a Jesucristo en una relación salvadora.
Cuando analizamos el arrepentimiento nos damos cuenta de que es la reorientación radical del estado mental por la cual volvemos la vida en la dirección correcta. Es importante que ahora comprendamos por qué el Nuevo Testamento liga el arrepentimiento tan íntimamente con la fe (por ejemplo, Pablo habla de su ministerio y dice haber estado «testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo» – Hechos 20.21).
Una vez que empezamos a viajar hacia el cumplimiento de la vida
prometida por el inminente reino de Dios, lo hacemos con un compañero en cada paso del camino. Jesucristo no solo nos guía a hacer una corrección básica en nuestra dirección, sino que nos da un «tour» conducido personalmente por él del nuevo horizonte hacia el cual nos dirige su llamado.
Ya que el arrepentimiento es el proceso por el cual damos vuelta a la vida hacia una nueva dirección, la fe es el proceso mediante el cual llenamos la vida con una nueva relación.
Así como en el caso del arrepentimiento, cada paso en el proceso de la fe está relacionado con uno de los tres tiempos tan cruciales en nuestra experiencia de salvación: (1) creer que lo que el evangelio declara acerca de Cristo es fidedigno y se basa principalmente en el testimonio de testigos en el pasado; (2) creer en Cristo como aquel en quien se confía es esencialmente la afirmación de que se puede confiar en él en el futuro; (3) creer a Cristo mismo en términos de un encuentro directo es fundamentalmente un esfuerzo por unir su espíritu con el nuestro en el presente.
Habiendo llegado a este punto climático, estamos listos para captar el significado de la fe en todas las etapas principales de su desarrollo. Vista en su totalidad, la fe puede ser descrita como el proceso por el cual formamos una relación auténtica con Jesucristo (es decir, una que es abierta, honesta y creciente). Como tal, la fe incluye:
(1) Una convicción de que las aseveraciones de Cristo son creíbles, principalmente debido a la calidad del testimonio acerca de ellas del pasado.
(2) Un compromiso para compartir nuestra vida diaria con Cristo en lealtad y confianza, principalmente debido a la confianza de que él es la guía más fiable de la humanidad para el futuro; y
(3) Una comunión con él en amor, que moldea la estructura misma de la personalidad, principalmente debido a que nuestra unión mística con Cristo permite que él viva a través de nosotros en el presente.
Ya que esta es la naturaleza de la fe, concluimos que la fe habla a la necesidad más profunda de la naturaleza humana: No es el «ansia de placer» (Sigmund Freud), ni el «ansia de poder» (Alfred Adler), ni aun el «ansia de significado» (Víctor Frankl), sino el ansia de relacionarse. Toda nuestra hambre de afecto, de reconocimiento, de significado solo se satisface a través de la relación y, al hacer que la fe sea central, ¡esa es justamente la manera en que las Escrituras dicen que podemos ser salvados!
Así como el arrepentimiento por su naturaleza nos salva de la desesperación, la fe por su naturaleza nos salva de la soledad. Podemos estar unidos o no con la familia o los amigos, pero el evangelio declara que con toda certeza podemos estar unidos con Cristo. A través de la fe, él ya no es solo historia antigua, ni solo una esperanza futura, sino presencia inmediata, ya no es dogma estático, sino verdad extendida, ya no es ejemplo eterno sino amor activo.
Fe es la actitud por medio de la cual el hombre deja de confiar en sus propios esfuerzos para obtener la salvación, ya se trate de obras piadosas, de bondad ética, o de cualquier otra naturaleza. Es la actitud de completa confianza en Cristo, y solamente en él, para todo lo que significa la salvación.
La fe no consiste en aceptar ciertas cosas como verdaderas, sino en confiar en una Persona: la persona de Cristo.
Con Cristo, el centro de la vida nunca está vacío. Con razón el Nuevo Testamento afirma: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo” Hechos 16.31).