En Jeremías 35, leemos sobre los recabitas, y en los versículos 5-8 dice Jeremías: «Y puse delante de los hijos de la familia de los recabitas tazas y copas llenas de vino, y le dije: “Bebed vino”. Pero ellos dijeron: “No beberemos vino; porque Jonadab hijo de Recab nuestro padre nos ordenó diciendo: ´No beberéis jamás vino vosotros ni vuestros hijos´… Y nosotros hemos obedecido a la voz de nuestro padre Jonadab hijo de Recab en todas las cosas que nos mandó».
Y en los versículos 13-14, leemos que Dios dice: «¿No aprenderéis a obedecer mis palabras? Fue firme la palabra de Jonadab hijo de Recab, el cual mandó a sus hijos que no bebiesen vino, y no lo han bebido hasta hoy, por obedecer al mandamiento de su padre; y yo os he hablado a vosotros desde temprano y sin cesar, y no me habéis oído».
¿Quiénes eran los recabitas y por qué Dios los usa como ejemplo?
Recordemos que Jeremías profetiza alrededor del año 600 aC, en tiempos del exilio de Judá a Babilonia, y el profeta muchas veces explica a los habitantes de Judá que están siendo llevados al exilio a causa de su continua desobediencia a Dios.
Los recabitas formaban un clan nómada (35:7–10), que descendía de Jonadab hijo de Recab (v. 6), quien ayudó a Jehú a exterminar la adoración a Baal en Israel (2 R 10:15–27). Estaban relacionados con los ceneos (1 Cr 2:54–55), que descendían de Jetro, suegro de Moisés (Jue 1:16). Es evidente que Jonadab rechazó la vida sedentaria por seguir siendo nómada, y ese estilo de vida se hizo la norma de su clan (Jer 35:6–10). Ellos viajaban por el desierto de Neguev (Jue 1:16; 1 S. 15:6), pero se vieron obligados a vivir en Jerusalén cuando Nabucodonosor amenazó a Judá en 598 a.C. (Jer 35:11).
En contraste con la infiel Judá, los recabitas habían obedecido fielmente el mandamiento de su antepasado Jonadab. Por eso, Dios prometió recompensarlos por su fidelidad y les aseguró que no faltaría de Jonadab hijo de Recab un varón que estuviera en su presencia (lit. significa “pararse delante de mí”) todos los días para servirle. La frase “en mi presencia” se usaba para referirse a los que servían al Señor como profetas (1 R 17:1; Jer 15:19), a los oficiales que servían a Salomón (1 R 10:8), y a los sacerdotes del templo (Dt 4:10; 10:8; 2 Cr 29:11).
Para Dios, la fidelidad en sus siervos es de alta estima; por eso el Nuevo Testamento nos dice: «Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel» (1 Cor 4.2).
Es así que leemos en Jeremías 35.18-19: «Y dijo Jeremías a la familia de los recabitas: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Por cuanto obedecisteis al mandamiento de Jonadab vuestro padre, y guardasteis todos sus mandamientos, e hicisteis conforme a todas las cosas que os mandó; por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: No faltará de Jonadab hijo de Recab un varón que esté en mi presencia todos los días». El premio por su fidelidad queda claro con las palabras del Señor. ¡Qué hermosa promesa!
Este relato nos muestra cuán importante es obedecer a Dios, puesto que trae bendición además de la seguridad que implica caminar bajo su dirección.
El resultado de hacer caso omiso a su instrucción, deriva inevitablemente en consecuencias dolorosas.
Hoy te animamos a considerar el ejemplo de los recabitas, ¿hay alguna área de tu vida con la que no eres obediente a Dios? Si es así, es tiempo de rendir esa área a él y dejar de anteponer tu voluntad a la suya.
De los recabitas, podemos aprender la importancia de la lealtad, la perseverancia y la fidelidad, por lo cual fueron elogiados y recompensados directamente por Dios.
Un ejemplo para imitar que surge de la historia fiel de un pueblo, que decidió obedecer las palabras de Dios y ser fiel a sus promesas. Un ejemplo a imitar.