Al estudiar la Biblia desde el principio, se destaca el hecho de la revelación progresiva, es decir, la revelación de principios espirituales presentados, quizás insinuados, en el Antiguo Testamento y que se van desarrollando a medida que la revelación avanza, hasta ser presentados en su totalidad en el Nuevo Testamento. El tema de la resurrección de los seres humanos es uno de ellos.
En el Antiguo Testamento, la creencia en la resurrección es un tema complejo y variado. Aunque no se presenta explícitamente la doctrina de la resurrección de los muertos en la mayoría de los libros del Antiguo Testamento, se pueden encontrar indicios y prefiguraciones en algunos textos.
Por ejemplo, en el libro de Job se menciona la idea de la resurrección de los muertos en Job 19:25-26, donde Job dice: «Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios». En este pasaje, Job expresa su esperanza en que Dios lo redimirá y lo resucitará al final de los tiempos.
El libro de los salmos habla sobre el tema cuando dice: «Como a rebaños que son conducidos al Seol, la muerte los pastoreará, y los rectos se enseñorearán de ellos por la mañana; se consumirá su buen parecer, y el Seol será su morada. Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, porque él me tomará consigo» (Salmos 49.14-15).
También en el libro del profeta Daniel se menciona la resurrección de los muertos, donde se dice: «Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad» (Daniel 12:2-3).
Incluso el profeta Isaías habla del tema y lo afirma cuando dice: «Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos» (Isaías 26.19). Aun podríamos verla implícita en el pasaje del valle de los huesos secos (Ezequiel 37.1-14).
Por último, cuando Jesús se enfrenta a los saduceos (Mateo 22.23), que aceptaban únicamente el AT y no creían en la resurrección, el Señor cita Éxodo 3.6 «Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob»como argumento para sostener la resurrección que ellos deberían haber reconocido como cierta. Por otro lado, sabemos que los fariseos, que conformaban un grupo mucho más numeroso, sí creían en la resurrección (Hechos 23.8).
En general, la creencia en la resurrección en el Antiguo Testamento no era tan clara y desarrollada como en el Nuevo Testamento, pero estos y otros pasajes muestran que la idea de la resurrección de los muertos estaba presente en la religión judía temprana y se desarrolló con el tiempo en la creencia en la resurrección de los justos en el último día, que vemos claramente planteada en el Nuevo Testamento.