La supremacía de Cristo

La supremacía de Cristo

La supremacía de Cristo es una de las doctrinas más importantes de la teología cristiana. Esta doctrina se basa en la creencia de que Cristo es el Hijo de Dios y que su naturaleza divina lo hace superior a todo lo creado. Desde una perspectiva teológica, la supremacía de Cristo se extiende a todas las áreas de la vida y tiene importantes implicaciones para la salvación, la adoración y la vida cristiana.

La supremacía de Cristo plasmada en las Escrituras

La doctrina de la supremacía de Cristo se basa en la enseñanza bíblica sobre la persona y obra de Jesucristo. El Nuevo Testamento nos presenta a Cristo como el Hijo de Dios, el Salvador de la humanidad y el Señor del universo. En Colosenses 1.15-20, Pablo describe a Cristo como «la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura», y continúa diciendo que «en él fueron creadas todas las cosas en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos o dominios o poderes o autoridades». En otras palabras, Cristo es el creador y sustentador de todo lo que existe.

Pablo continúa describiendo la obra de Cristo en la cruz y dice que, a través de la muerte de Cristo en la cruz, Dios reconcilió todas las cosas consigo mismo. El apóstol dice: «y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz» (Colosenses 1.20).

Pablo también enfatiza que Cristo es el jefe de la iglesia y el que tiene la primacía, sobre todo. El apóstol dice: «Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para tener la preeminencia en todo» (Colosenses 1.18).

Además de su papel como creador, Cristo es también el redentor de la humanidad. En Juan 3:16, se nos dice: «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna». Cristo murió en la cruz para llevar sobre sí el castigo por nuestros pecados y reconciliarnos con Dios. Hebreos 7.25 dice que Cristo «puede salvar para siempre a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos». En otras palabras, Cristo es nuestro sumo sacerdote, quien intercede por nosotros ante Dios.

Por último, Cristo es el Señor del universo. Filipenses 2.9-11 dice que «Dios lo exaltó hasta lo sumo y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre». En otras palabras, Cristo es el gobernante supremo del universo, ante quien todas las criaturas deben inclinarse y reconocer su señorío.

La supremacía de Cristo reflejada en la vida del creyente

La doctrina de la supremacía de Cristo no solo tiene implicaciones teológicas, sino que también tiene importantes implicaciones prácticas para la vida del creyente. La doctrina de la supremacía de Cristo es uno de los temas más importantes y centrales de la teología cristiana. En su esencia, esta enseñanza nos dice que Jesucristo es el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, y el Rey de reyes y Señor de señores. Como resultado, la supremacía de Cristo tiene importantes implicaciones para la vida de los creyentes, tanto en términos de su fe como en su práctica.

En primer lugar, nos recuerda que nuestra fe se basa en una persona viva y real: Jesucristo. Como resultado, nuestra fe no es simplemente un conjunto de ideas abstractas o doctrinas teóricas, sino que es una relación personal con Cristo mismo. Él es el centro de nuestra fe, y todo lo que hacemos como creyentes debe ser hecho en relación a él.

En segundo lugar, la supremacía de Cristo nos llama a una vida de obediencia y adoración. Como el Señor del universo, Cristo tiene el derecho de exigir nuestra obediencia y adoración. En Juan 14.15, Jesús dice: «Si me aman, obedezcan mis mandamientos». Nuestra obediencia es la forma en que demostramos nuestro amor y adoración a Cristo.

En tercer lugar, la supremacía de Cristo nos llama a una vida de servicio. Como redentor de la humanidad, Cristo nos llama a amar y servir a nuestros semejantes. En Mateo 25.40, Jesús dice: «De cierto les digo que todo lo hicieron por uno de mis hermanos más pequeños, por mí lo hicieron». En otras palabras, nuestro servicio a los demás es un reflejo de nuestra obediencia a Cristo.

En cuarto lugar, la supremacía de Cristo nos llama a una vida de esperanza. Como el Señor del universo, Cristo tiene el poder y la autoridad para cumplir todas sus promesas. Apocalipsis 21.4 nos dice que «Dios enjugará las lágrimas de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni más llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas habrán dejado de existir». Esta promesa de un nuevo cielo y una nueva tierra es una fuente de esperanza y consuelo para todos los que confían en Cristo.

En resumen, la supremacía de Cristo es una doctrina central en la teología cristiana. Cristo es el Creador, Redentor y Señor del universo. Como tal, Cristo tiene el derecho de exigir nuestra obediencia y adoración, nuestro servicio a los demás y nuestra esperanza en su promesa de un nuevo cielo y una nueva tierra. La supremacía de Cristo es la base de nuestra fe y nuestra razón para vivir y servir en este mundo.

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