La tentación

La tentación

Marco Antonio fue conocido como el «orador elocuente de Roma», y sin dudas fue un hombre brillante, en todo aspecto. Bien hubiera podido ser el emperador mundial. Pero tenía un defecto que lo hacía vulnerable. Su tutor personal, en una ocasión, le gritó a la cara: «¡Oh Marco, oh niño colosal! Capaz de conquistar al mundo, pero incapaz de resistir una tentación».

Esto mismo se puede aplicar a la vasta mayoría de personas del mundo, y a muchos entre las filas cristianas.

Todos nos enfrentamos a las tentaciones, y muchos no sabemos cómo enfrentarlas y vencerlas cuando aparecen.

¿Por qué tienen éxito las tentaciones? ¿Qué es lo que hace que funcionen? ¿Cómo podemos enfrentarlas?

1. Pruebas y tentaciones – ¿Cuál es la diferencia?

a. Prueba – Podemos definir a las pruebas como experiencias severas que prueban nuestra fe; en ellas no hay nada inmoral o malo intrínsecamente. Simplemente es una penuria, una experiencia difícil. Santiago nos dice: «Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando estén pasando por diversas pruebas. Bien saben que, cuando su fe es puesta a prueba, produce paciencia».

b. Tentación – Podríamos definirla como el acto de incitar a hacer el mal mediante una promesa de placer o ganancia (teóricamente buena). Santiago 1.2-12 habla de las pruebas, pero a partir del versículo 13 comienza a hablar de la tentación. Veamos qué dice el apóstol Santiago en 1:13-14: «Cuando alguien sea tentado, no diga que ha sido tentado por Dios, porque Dios no tienta a nadie, ni tampoco el mal puede tentar a Dios. Al contrario, cada uno es tentado cuando se deja llevar y seducir por sus propios malos deseos».

2. Hay una respuesta simple

La tentación puede ser contraatacada de una manera definida mediante un acto particular. Este acto está centrado en un componente del fruto del Espíritu: Templanza o dominio propio (Gá 5.22-23). El fruto del Espíritu es, obviamente, del Espíritu, no es nuestro, pero a través de morir a la carne, podemos hacer que ese fruto (del Espíritu que vive de nosotros) pueda comenzar a fluir a través de nosotros y reflejar esos nueve componentes, y uno de ellos es el dominio propio. Ese componente del fruto nos promete capacidad para dominarnos; dominar nuestras debilidades y los aspectos en los que somos tentados. Entonces, ¿cómo se contrasta la tentación? Con dominio propio. 


Esto suena fácil, «solo tengo que dejar que esa parte del fruto se refleje a través de mí y listo». Sí, suena fácil, pero no lo es. No es algo que hago pasivamente, no es que dejo que fluya y listo. No. ¡Si tratamos de enfrentar la tentación pasivamente, nos dominará todos los días de nuestra vida!

El fruto del Espíritu está a nuestra disposición, el dominio propio proviene de Dios, pero nosotros debemos llevarlo a la práctica de manera activa. El apóstol Pedro escribe sobre esto: «Por medio de ellas [todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad] nos han sido dadas preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas ustedes lleguen a ser partícipes de la naturaleza divina, puesto que han huido de la corrupción que hay en el mundo por causa de los malos deseos. Por eso, ustedes deben esforzarse por añadir virtud a su fe, conocimiento a la virtud, dominio propio al conocimiento; paciencia al dominio propio, piedad a la paciencia, afecto fraternal a la piedad, y amor al afecto fraternal» (2 Pedro 1.4-7). ¿El dominio propio no es parte del fruto del Espíritu? ¿Cómo es que Pedro dice que soy yo quien debe añadir dominio propio?
Aquí parece haber una pequeña contradicción que es develada rápidamente cuando comprendemos que Dios es la fuente de todo poder, pero nosotros somos quienes debemos pavimentar el camino para que ese poder se manifieste. 

3. Cuatro hechos relacionados a la tentación

Están claramente señalados en Santiago 1.13-15

a. La tentación es inevitable
Santiago dice: «Cuando alguien es tentado…». No usa el condicional. Siempre seremos tentados.

b. Dios nunca es la fuente de la tentación
Él la permite, pero nunca la dirige. Dios no nos guía hacia el pecado, por el contrario, nos advierte sobre caer en pecado a través de la tentación.

c. La tentación es un asunto individual
Santiago dice: «…cuando alguno… sus propios malos deseos…». Cuando decidimos pecar, somos nosotros los únicos responsables. No hay nada en el mundo, ni siquiera el diablo, que tenga el poder de hacernos pecar, si nosotros nos aferramos a Dios y resistimos la tentación. Por esa razón, el «no pude evitarlo» nunca es una respuesta válida.
Pero el cristiano tiene una gran buena noticia: ¡A través del poder del Espíritu Santo sí podemos evitar caer en la tentación!
d. La tentación que conduce al pecado siempre sigue el mismo proceso general. Santiago 1.14-15 lo muestra claramente:

  • Se lanza la carnada
  • El deseo interno es atraído por la carnada
  • El pecado se produce cuando nos rendimos; cuando mordemos la carnada
  • El pecado trae resultados trágicos

4. Maneras prácticas de enfrentar las tentaciones

El primer mensaje que debemos gritar a los vientos es que PUEDE HACERSE. A veces podemos creer que para enfrentar la tentación se necesita algún poder místico, inalcanzable, pero no es así. Veamos algunos pasos prácticos: 

a. Contraatacar la tentación. No tolerarla.
Romanos 6.13 es claro y muy activo: «Tampoco presenten sus miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino preséntense ustedes mismos a Dios como vivos entre los muertos, y presenten sus miembros a Dios como instrumentos de justicia». Pablo nos dice: «No trates de coexistir pacíficamente con la tentación. Levántate contra ella. José es un claro ejemplo de esto. Cuando la esposa de Potifar quiso obligarlo a pecar, ¡salió corriendo!
Dag Hammarskjold, exsecretario de las Naciones Unidas, dijo: «No puedes jugar con el animal que está dentro de ti sin volverte completamente animal. No puedes jugar con la falsedad sin abandonar el derecho a la verdad. No puedes jugar con la crueldad sin perder la sensibilidad de tu mente. Si quieres tener un jardín pulcro, no reserves una parcela para la maleza».

b. Usar la resistencia correcta.
En la Biblia figuran varios caminos de resistencia a la tentación. Veamos algunos:

  • El primero ya lo vimos en José: ¡Corre! Escapa de las situaciones que puedan llevarte a pecar.
  • Job nos dice: «Hice un compromiso con mis ojos de no poner la mirada en ninguna doncella» (Job 31.1). De eso se trata, comprometernos a nosotros mismos a poner nuestra mirada en las cosas de arriba y no en aquellas que de alguna manera pueden hacernos caer.
  • Romanos 12.2: «…transfórmense por medio de la renovación de su mente…». ¿Cómo transformo mi mente? Cambiando lo que está mal por algo que esté bien. Cambiando hábitos pecaminosos por hábitos de santidad, especialmente llenar la mente con pasajes memorizados de la Escritura. Cuando la tentación avanza, la Palabra de Dios es un arma poderosa para contrarrestarla. ¡Memoricemos las Escrituras! Cuando el diablo tentó a Jesús en el desierto, él le respondió con pasajes de las Escrituras. Salmos 119.11 dice: «En mi corazón he atesorado tus palabras para no pecar contra ti».

c. Recordar que el dolor final siempre borrará el placer temporal.
Eso fue precisamente lo que motivó a Moisés. El escritor de Hebreos nos dice que «Moisés prefirió ser maltratado junto con el pueblo de Dios antes que gozar delos deleites temporales del pecado… su mirada estaba fija en la recompensa» (Hebreos 11.24-27).

Siempre tendremos la ayuda de Dios para enfrentar la tentación, no dudemos en acudir a él. 

Otra vez, el escritor de Hebreos nos dice: «Puesto que él [Jesús] mismo sufrió la tentación, es poderoso para ayudar a los que son tentados» (Hebreos 2.18).

Por último, veamos lo que nos aconseja Santiago 4.7: 

«Sométanse a Dios, opongan resistencia al diablo, y él huirá de ustedes». Ese es el camino: Someternos a Dios, resistir al diablo, y él huirá de nosotros. No por nuestra fuerza; no por nuestro poder, sino por la fuerza y el poder de Dios en nosotros.

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