«Bendito sea Jehová, mi roca, quien adiestra mis manos para la batalla, y mis dedos para la guerra.» (Salmos 144.1)

¡La vida es una continua lucha en la que nunca debemos darnos por vencidos!
Debemos luchar contra el egoísmo, los vicios y las adicciones; contra el estancamiento en nuestro progreso intelectual, los sentimientos de inferioridad, y toda práctica que pueda esclavizarnos.
Es necesario luchar contra los rótulos que otros quieran colocarnos («inservible», «fracasado», etc.), contra las circunstancias (sean económicas, sociales, culturales) que traten de impedir el desarrollo de nuestros sueños, y contra todo lo que detenga nuestro avance personal.
Debemos luchar contra toda acción que destruya al ser humano. Todos somos responsables, en mayor o en menor medida, del rumbo de nuestra sociedad. Por eso es muy importante que hagamos nuestra parte para terminar con la falta de respeto, y luchemos contra la actitud que dice: «No te metas, no es asunto tuyo.» Luchar contra la opresión del hombre por el hombre, la corrupción y toda forma de discriminación que rebaje al ser humano a la condición de una «cosa» que se utiliza y luego se descarta.
¡Debemos luchar en todo momento para alcanzar la victoria! La vida plena que Dios nos regala se disfruta al máximo cuando nos proponemos vencer todo lo que obstaculiza nuestro crecimiento y hacemos lo que la Biblia enseña.
Podrán venir las tentaciones y los momentos difíciles, pero siempre podremos mantenernos firmes gracias a la fuerza que Dios nos da y nuestra decisión de luchar por lo que de veras vale la pena.
Sumérgete: ¡Nunca bajemos los brazos ni nos demos por vencidos! Confiemos en Jesús y lancémonos a la arena de la vida. Su muerte en la cruz significó el triunfo para nuestra vida. ¡Disfrutemos su victoria!